Rolero de Hierro: Reloaded

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En estos días Dogui y René habían estado anticipando algunos teasers en sus respectivos blogs, y tengo que decir que, antes de ello, ya estaba emocionado.

No voy a mentir: empiezo el año más enfocado en los comics y la escritura que con el rol, del cual estoy desconectado, por angustia y bronca y cosas así ya que no puedo jugar, ni dirigir, ni probar nada como se debe.

Si hay algo que me prometí, es que no voy a comenzar un juego de rol nuevo que luego "deba" ser continuado, es decir, reescrito y mejorado y ampliado y blablabla. Así que a la espera de las reglas, me había hecho ya a la idea de un juego más portátil, sin ambientación, piola, sencillo. Porque quiero enfocar mis energía creativas en los relatos, las novelas y los guiones.

Por otra parte, estos días con tantas idas y venidas en casa, arreglando pisos, cambiando placares de lugar y haciendo enroques con los libros, de biblioteca a biblioteca, no estoy escribiendo tanto, tengo menos ganas y necesitaba algo diferente para hacer. Algo nuevo. A lo mejor por eso esperaba tanto un concurso que, en los primeros días del año, me daba un poco de rechazo y en el cual no sabía si iba a participar.

Tan loco estaba que ni siquiera recordaba que la cosa solo dura una semana. El año pasado hice tanto con Maldición de Sangre, escribiendo bastante y de manera elaborada (para mis standares) que ya había perdido la cuenta. En realidad el alboroto dura todo el mes por otros temas, es más como una montaña rusa grupal, y eso está bueno.

Cuando leí hoy las reglas quedé todavía más cebado. Casi me da bronca tener que esperar otra semana. ¡Damn you! como diría el Profesor Fansworth. No veo la hora de que comience esta abominación contra la naturaleza.

Y es que sabía que Dogui iba a sacar algo así. No lo esperaba: LO SABIA. Lo ansiaba, lo necesitaba. Tal vez porque coincidía con los experimentos mentales que sigo desarrollando sobre MdS y cómo jugarlo fuera de la mesa. También porque van de la mano con mi idea de hacer un juego diferente, breve en cuando a textos y reglas y todo eso, pero rico en posibilidades locas que dan ciertas cosas de la vida actual. Tal vez porque simplemente quiero hacer algo que nunca se me hubiera ocurrido antes.

Así que ¡malditos hippies!, como diría el profesor, por hacerme esperar una semana para votar las limitaciones y otra más para empezar a desarrollar el juego. Pero también ¡malditos hippies! porque sin ellos no podríamos putear a nadie y la vida sería mucho más aburrida.



Resumen de un día imperfecto

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Despierto en la pieza de mis padres. El piso de madera de mi pieza está siendo desmantelado y vuelto a pegar, y la pieza de las computadoras también es la de las bibliotecas, las mesas llenas de ropa de la mudanza de placares y todo lo demás. No ha quedado otra opción.

La casa está patas para arriba y mis padres también. Mi vieja despierta enferma, aparentemente una alergia. Como ayer, los encargados del piso trabajan con brea caliente en una mañana de 35º o más. El primer piso de la casa está sucio, desordenado y varias cosas más.

Hacia el mediodía estoy por ir a comprar el siguiente tomo de la Biblioteca Clarín de Batman. Pero me llama Carlos y me invita a conversar a su casa, con algunos de sus alumnos de la Asociación. Voy sin pensarlo; la verdad es que estoy esquivando el aburrimiento tanto como el calor. Ayer pasé dos horas ordenando y limpiando monedas antiguas.

No nos quedamos mucho, pero charlamos de todo. La verdad es que sigo disfrutando de las conversaciones entre creativos.

Para las tres y algo estoy de nuevo en casa. Mis padres están insufribles. Histéricos, casi diría. Quiero comer en paz pero no puedo. El calor se derrite sobre todo.

Duermo algo en el colchón que está en el piso de su pieza. A eso de las cinco me despierto y recuerdo que tengo que ir al kiosco, pero en cambio me engancho con una serie de detectives en la tele, mientras meriendo jugo y algunas galletitas dulces. El calor es una sustancia que ha reemplazado al aire.

Finalmente compro el quinto tomo de la biblioteca. La experiencia de hacer cuatro cuadras de ida y cuatro cuadras de vuelta es similar a un maratón. De nuevo en casa, me cambio y me tiro de cabeza al agua, girando en el aire como un chico. Hace muchos meses, tal vez años, que no tengo tantas ganas de meterme a la pileta.

Mucho menos agotado, me voy cuando una nube planea un duelo con el sol. Leo algo de Círculo Mortal y noto que me gusta más el dibujo, ha mejorado bastante desde lo que vi en Año Dos. Al poner de nuevo el folio en el libro, lo rompo, pero solo me doy cuenta media hora más tarde. Mi sentido de la prolijidad me insulta: ahora tendré que emparchar el folio con una tosca combinación de nylon y cinta adhesiva.

Mientras critico mi brutalidad al tratar aquel accesorio, escucho que mi padre está por regalar uno de nuestros gatos de pocos meses a los muchachos que están reparando el piso de madera (más precisamente al hijo del encargado, que estará en sus veintes). Hace una hora mi viejo estaba diciendo cómo le gustaba ese gato, blanco, asustadizo, algo enano, tremendamente inquieto pero jugueton y amable. Se la pasa jugando con su "primo", el gato negro de mi otra gata, que tiene solo un mes más de edad pero es un tercio más grande. Son casi hermanos, me digo; incluso duermen uno sobre el otro en este calor de condenados. El negro se llama Otelo, pero el blanco, que mi padre planea regalar, nunca recibió nombre, porque demoramos demasiado el asunto. A esta altura me parece una crueldad separarlos. Pero mis viejos están totalmente histéricos a causa del calor, la suciedad y la demora de la reparación, el desorden, el hecho de que el trabajo parecen no terminar nunca. Prefiero no hacer un escándalo. Cuando mi padre se va, paso unos últimos minutos con ese pequeño trozo de blanca alegía peluda. Se deja acariciar, peleamos cariñosamente con manos y garras; incluso me mordisquea un dedo. Sin saberlo, se despide de mí dándome esos gestos que adoro en los gatos y que Otelo a veces no me prodiga.

Nadando en el calor, miro la pileta en el horizonte, el verde de la enredadera de zapallos, el pasto demasiado crecido, la pared de ladrillos colorados, el tapial que ya nunca saltará. Decido no ahogarme más.

De nuevo en la pieza, acostado en el colchón, escucho la alegría del muchacho cuando recibe el gato y recuerda que tenía uno muy similar hace tiempo. Parece buena gente y su entusiasmo me anima. También estamos contentos porque han hecho un excelente trabajo con el piso, han sido prolijos, han limpiado todo, han llegado a horario. Ya solo por eso se merecen un agradecimiento.

Harto de la histeria de mis padres, empiezo a comer solo. En la cena dejamos de pelear, todo se disipa. El día está un poco más fresco y el drama del piso terminó.

Mientras escribo esto, recuerdo que encontré 5 centavos frente a la farmacia, cuando fui a comprar tarjetas de colectivo para ir a la casa de Carlos. De no haber sido por que él me llamó, no los hubiera encontrado. Hace algo así como una década que no encuentro dinero en el suelo, tal vez más. Frente a esa misma farmacia, cuando era niño, encontré un rollo de billetes que nadie podía reclamar.

No tengo ya esa moneda; se la dí, junto a otras, a un señor con VIH que pedía dinero en el colectivo. La salud pública les dá los cócteles de drogas, pero no consiguen trabajo y algunos tienen hijos. Me queda la duda de si ese hombre no ha usado por demasiado tiempo la excusa de los pañales, pero 20 centavos no matan a nadie. Recuerdo la frase "has el bien sin mirar a quién". Ahora mismo la relaciono con el regalar el gato, aunque regalar vida es algo muy diferente a regalar dinero.

Bajo una capa de cuatro plantas, Tomasa (la madre de Otelo) tiene sus últimas dos crías. Una es atigrada, como ella; otra es gris. El mismo esquema genético que antes, pero ahora sin un Otelo.

Cerati dice "todos tenemos una doble vida" en el parlante. Recuerdo que le dije a mi madre que alquilaríamos una película para ver esta noche. Supongo que iremos en unos minutos, a no ser que, como la otra vez, los dos videoclubs cercanos estén cerrados.

Mañana hay que meter de nuevo todo en la habitación: camas, colchones, la ropa en el ropero, una silla, la mesa de luz y varias cosas más. Y limpiar. Y limpiar más. Y transpirar, tal vez, si es que la lluvia prometida no refresca.

No sé qué voy a hacer. Tal vez consolar a Otelo, que ha perdido su familia. Tomasa todavía lo espanta, supongo que por el tema de instinto maternal. Pero él ya se enseñorea con esos ojos ambar. Es la personificación de la Esfinge y de todo lo felino. Sin duda sería un dios en el Antiguo Egipto.

Buscando las costas de Avalon

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Como otras veces, varios acontecimientos se conjugan para que las ideas caigan, por su propio peso o por el de otras ideas.

Por leer algunas cosas recuerdo que una forma de ver el arte es como la búsqueda de la perfección. Eso que no está ahí, ni en ninguna parte. La perfección no existe, aunque digamos que ese cuadro, esa canción, ese comic, esa novela lo es. Porque en el fondo, ningún artista estará conforme con su obra. Un verdadero artista no se detiene nunca, ni llega jamás a la perfección. Los demás verán un destello de ella, producto de la búsqueda, pero él sabe esa verdad íntima.

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Un grupo de colegas creativos creen, muy errados, que como artistas que desean ser, lo mejor es ensayar todo mil veces, para luego mostrar el fruto, supuestamente maduro, de tamaña tarea. Pero no se puede. He intentado hacérselo saber no desde mi filosofía, sino desde la realidad pura y dura del mercado cultural. Allí, lo importante es publicar, aparecer. No importa si no eras nadie antes, si tu trabajo es todavía mediocre o si se ven las semillas de un genio. Ya tendrás tiempo de crecer. Tu primer obra publicada es tu certificado de nacimiento.

Claro que hay una enorme cantidad de hijos naturales que no tienen documentos. Pero ellos encajan en otro tipo de mercado cultural, que no requiere papeles. Ni mejor ni peor; sin embargo hay que saber la diferencia y estar dispuesto a estar en uno, en otro o en los dos, y saber qué se necesita en cada caso.

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Me comenta un amigo sobre un gran dibujante argentino: "dice que el 80% de lo que hace no le gusta, pero igual lo vende". ¿Es el artista un estafador? No si avisa, no si el público cree que de todas maneras es genial (por convicción y no por moda, ahí está la cuestión). Lo cierto es que aquí y allá, en los comics y en la literatura, en mayor o menor medida, los que permanecen no son solamente los mejores. No son los que se acercan más a la perfección, sino los que saben equilibrar esa búsqueda con el hecho de que, una vez en el camino, también hay que comer. Uno sale a encontrar las costas de Avalon en su hermoso galeón de velas de seda, pero la travesía es larga y hay que detenerse a echar las redes y ver que pasa.

¿Acaso Leonardo da Vinci y tantos otros de su época eran impolutos artistas que hacían lo que hacían por que sí? Pues no, mira de cerca. Pintaban y hacían lo suyo por encargo, porque un mecenas les daba todo lo necesario; de otra manera poco probable hubieran sido la Última cena, la Mona Lisa y tantas otras cosas. ¿Mercenarios? No, personas como tú y yo que tienen que comer y dar de comer. El único arte que gratis fue el de las cavernas.

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¿Así que hago un dibujito y vendo millones? Pues no, no te hace artista. Pero a veces es necesario. El profundo error de mis colegas creativos es pensar que se puede alcanzar dicha perfección en una vida humana. El intento de siglos de artistas ha demostrado lo contrario. Y sin embargo, su arte brilla más por eso.

Lo veo ahora más claro, luego de conocer a varios profesionales del ramo de comic. Uno madura, evoluciona, y nunca hace dos veces lo mismo. Pifia, erra, a veces se atasca. Pero atascarse implica atrasarse. Alguien más seguirá de largo y te pasará, no en calidad, pero sí demostrará que ha repetido mejor ese lento ritual de comenzar todo de cero, de nuevo, otra vez.

Y si no, mira la segunda parte de Año Dos, de Todd McFarlane. No hay una sola página de la misma calidad. Empieza mal, ¿cómo diablos logró este tipo que lo eligieran para hacer Año Dos? ¡Es Batman! Pero página a página, incluso para mis ojos no-dibujantes, mejora y termina haciendo algo bueno. El secreto es que no hizo y rehizo las páginas mil veces, sino que apostó lo mejor de su voluntad y su arte en cada una de ellas por separado. Y aprendió.

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Claro que a veces uno quiere repetir. Las historias evolucionan, los trazos, los diseños, los personajes. Crecen de la nada y uno los quiere como hijos. Pero cuando va a mostrárselos, orgullosos, a los parientes y amigos, han crecido tan rápido que la ropa ya no les queda, necesitan nuevos zapatos y tienen la voz gruesa. ¿Qué ha pasado? Y sin embargo, como los niños, tal vez pierdan la inocencia o el carisma infantil, pero uno los quiere igual, porque han ganado otra cosa. Ahora son adolescentes y quieren ser adultos: tienen más firmeza, ya no se caen ni hay que hacerles sana-sana. El orgullo pasa por otro lugar.

La verdad es que no se puede vivir en el pasado. O te condenas a ti y condenas a tus obras. Tienes que tener en claro cuando alejarte, saber cuando tu obra ha cumplido 18 y ya puede elegir si fuma o no. Y luego te tendrás que aguantar que salga con esa mosquita muerta que vive frente a tu casa, y que se desengañe solo.

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Claro que puedes volver al pasado y visitarlo para ver cómo han cambiado las cosas. Es el camino del héroe, ¿no? El artista es una especie de héroe desdichado y trágico, si tenemos en cuenta que busca algo que nunca encontrará (y para colmo lo descubre en un punto u otro del viaje, pero no claudica).

Pero solo puedes volver al pasado cuando ya eres alguien. Cuando te has destacado. Tal vez no has matado a dragón pero sí has salvado a un par de damiselas en peligro. Te espera tu princesa, pero un par de caballeros negros han mordido ya el polvo bajo tu lanza.

Te has divorciado de tu disquera de origen, te has peleado con tu editorial de siempre, te ha traicionado tu Judas (tu editor, claro, el muy turro) y has visto crecer a tu prole. Algunos de estos hijos e hijas te reclaman. Tal vez una edición recopilatoria, una edición ampliada, una en tapa dura con otro prólogo, un libro de bocetos, una versión a color o sin fe de erratas (las has eliminado a las muy cretinas).

Dirán que es por el dinero. Sí, dirán que lo haces por el dinero, porque esas ediciones recopilatorias y demás suelen ser solo para eso. Y es que muchos artistas que han ido no tienen lo suficiente como para volver. Y entonces tienden las redes allí donde ya han pescado antes, porque esa chispa se ha ido.

Puedes visitar el pasado para ver los cambios, pero no te quedes viviendo en él.

Hace poco leía que Pearl Jam va a sacar una re-edición especial de su primer disco, Ten, que sacudió el mercado de la música allá por inicios de los 90s. Ese disco que ni nombre de tapa tenía, porque ellos no se ponían de acuerdo. Y no van a hacerlo así nomás. Trabaja todo el equipo original que participó en ese momento, incluyendo los que diseñaron el arte de tapa. No solo será un CD, no. Según las versiones puedes comprar también el LP (a Pearl Jam les fascina el vinilo), e incluso la versión definitiva incluye un facsimil del cuaderno de notas de Eddie Veder y del ya mítico cassette que él envió a Seattle, con su canto solapado a las canciones de los otros tres miembros de la banda, que estaban buscando vocalista.

Ah, pero no termina la cosa. Se han tomado la molestia de incluir la versión origial del Ten y una remixada por el productor Brendan O’Brien, una especie de jammer en las sombras que los acompaña desde hace muchos años. Porque lo original sigue siendo bueno, y no necesariamente se acerca más a la perfección que lo que haces ahora. A veces es divertido y creativo avanzar haciendo círculos.

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Y es que algo fundamental es saber la diferencia entre ir en círculos y girar sobre un punto. En el primer caso avanzas despacio pero recorres mucho terreno; puede ser un buen modo de buscar las costas de Avalon. En el segundo caso solo te quedas ahí, mirando pasar el tiempo y creyendo que eres bueno porque llegaste a alta mar. Giras en el agua como tu mente gira sobre tu ombligo. No es algo muy productivo que digamos, pero el mareo que le produce a algunos es suficiente como para creer que son los mejores artistas del presente y del futuro.

Porque, en definitiva, todo esto se trata de saber qué y quién eres. Un artista. Recuerdo que, en primero segundo año de la universidad, una profesora muy desagradable, pero ciertamente inteligente, nos preguntó: "¿Ustedes saben que vienen aquí a ser científicos? ¿Quiénes se consideran científicos?" Solo yo intenté levantar la mano, pero el saber que era el único en casi cien personas me dio algo de vergüenza.

Pero tenía razón. No te conviertes en científico, en artista o en algo así de la noche a la mañana. Debes trabajar en eso. Debes ser uno aunque realmente no lo seas.

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Pearl Jam también va a reeditar su discografía completa, de cara a su 20º aniversario en 2011. De nuevo, ¿solo buscan dinero? Difícil de una banda que reitera una y otra vez su participación en cuanto recital benéfico serio se haga en EEUU. Más bien es que han alcanzado otra cima.

Se han divorciado de su disquera original (Sony), se han peleado con varios bateristas, han cambiado esto y aquello, han puteado a Bush y han apoyado a este y otro político, se han calmado y no han parado de sacar discos muy diferentes entre sí. Desde la furia adolescente del Ten y el Versus, hasta la locura del Vitalogy, el rock loco del No Code o del Yield, la misteriosa locura sonora del Binaural o el manifiesto político del Riot Act.

Recién su octavo disco de estudio se llama Pearl Jam. La tapa es medio aguacate con semilla. En la contratapa está el aguacate sin semilla. Adentro está la semilla.

Aparentemente, "Ed estaba al final del proceso y dijo, por lo que a mí me importa ahora, hemos hecho un trabajo tan bueno en este disco, y estamos un poco cansados de él. Tiremos un aguacate en la portada". (1) ¿Para qué esforzarse más? Pearl Jam ya estaba allí, y no hacía falta quemarse los sesos pensando. El artista respira su identidad, su arte.

Muchos años más tarde, ese grupo de chicos que no sabían cómo llamarse, ni quienes eran, encuentran su identidad en ese conjunto de canciones. ¿Quién puede culparlos por querer rehacer su opera prima? "Estaba sobrerrokeado, éramos novatos en el estudio y gastamos demasiado tiempo grabando, haciendo diferentes tomas, y matando el vibe y retocando demasiado toneladas de guitarras. Hay un montón de reverberación en el disco." (2)




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La búsqueda de Avalon tiene como objetivo la búsqueda de Avalon.

Transitar por ese sendero de búsqueda es la tarea máxima, definitoria, del artista. Es difícil arrancar y es fácil detenerse a pensar demasiado, mirar demasiado, buscar demasiado. En el fondo, también hay que saber abandonar: lo que dejamos volverá a estar allí cuando decidamos volver. Porque siempre, aunque no queramos, deberemos volver.

Lo esencial es no detenerse. Tal vez la perfección sería el estar en todo el camino a la vez, el milagro de la ubicuidad. Pero a falta de él, solo queda caminar, recorrer, descubrir y redescubrir (a otros y a nosotros mismos). No habrá un sentido porque no hay meta fija, pero el sentido estará cuantos pasos demos.


Mis gracias al señor M. C. Escher
(y mis disculpas por reinterpretar su genialidad poniéndola de cabeza)

Con profesores así... (II)

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En Leeds, y luego en Oxford, demostró que era un buen profesor. [...] ...siempre conseguía que el tema pareciese algo vivo, demostrando de ese modo lo importante que era.

El ejemplo más famoso, recordado por todos sus alumnos, se refiere al inicio de su serie de conferencias sobre Beowulf. Llegaba al aula en silencio, miraba al auditorio, y empezaba de pronto a recitar con una voz sonora las primeras líneas del poema en el anglosajón original, comenzando con un violento grito, Hwæt! (la primera palabra de este y otros poemas en inglés antiguo), que algunos estudiantes interpretaban como "Quiet!", es decir, "¡silencio!". No era una lectura, era una representación conmovedora, la personificación de un bardo anglosajón, e impresionó a generaciones de estudiantes porque les hizo comprender que Beowulf no era simplemente un texto que se debía leer para aprobar un examen, sino un poderoso poema dramático. Un antiguo discípulo de Tolkien, el escritor J. I. M. Stewart, lo expresaba así: "Podía convertir un aula en una posada donde se bebía hidromiel, y donde él era el bardo y nosotros los huéspedes atentos." También asistió a sus clases W. A. Auden, quien le escribió muchos años más tarde: "Nunca le he dicho, creo, qué experiencia inolvidable fue, en mis días de estudiante, escucharle cuando recitaba Beowulf. La voz era la de Gandalf."


Humphrey Carpenter, en J. R. R. Tolkien, una biografía,
Minotauro, febrero de 2008, páginas 150 y 151

Con profesores así...

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...cualquiera puede alcanzar el éxito:
E. V. Gordon compartía el sentido del humor de Tolkien. Ambos ayudaron a crear un Viking Club entre los estudiantes, que se reunían allí para beber grandes cantidades de cerveza, leer sagas y entonar canciones humorísticas. Éstas eran en su mayoría escritas por Tolkien y Gordon, quienes componían toscos poemas acerca de los estudiantes, traducían versos infantiles al anglosajón y cantaban canciones de bebedores en noruego antiguo. [...] El Viking Club hizo populares como profesores a Tolkien y a Gordon, y esto, unido a la excelencia de su enseñanza, atrajo cada vez más alumnos a la sección de lenguaje del Departamento de Inglés [de la Universidad de Leeds]. En 1925 había veinte especialistas en lingüística entre los estudiantes, más de un tercio del total del Departamento, y una proporción mucho mayor de la que seguía, en Oxford, el curso equivalente.
Humphrey Carpenter, en J. R. R. Tolkien, una biografía,
Minotauro, febrero de 2008, página 122

Vemos que había un extraña dicotomía: por un lado, Tolkien era muy afecto a los clubes, a quedarse hasta cualquier hora tomando cerveza y fumando pipa, mientras charlaba de poesía, lenguas muertas y otras cosas, usualmente frente a una chimenea. Esto perjudicó los primeros años de su andadura universitaria, pero una vez corregidos los excesos, se dedicó en cuerpo y alma a lo que le apasionaba: la filología y la literatura medieval. Sin dejar de lado lo que tanto le gustaba: parrandear con los amigos (universitarios como él, dispuestos a debatir en latín o ponerse a charlar en lenguas muertas sobre cerveza), pero también investigar y enseñar filología.

En 1924, Tolkien se convertía en el profesor de Lengua Inglesa más joven de Inglaterra, con 32 años. Algo totalmente inaudito para la época, habida cuenta de todas las credenciales que uno tenía que apilar para lograr esos puestos. Por lo que puedo leer en su biografía, a él le sobraban.

Y no fue solo eso. Un año más tarde fue elegido por Oxford para su cátedra de Anglosajón, dejando atrás a su antiguo tutor, Keneth Sisam.

Cada vez que leo sobre este hombre, más se me antoja como un verdadero ejemplo de constancia a través de la adversidad, de luchar por lo que uno ama hacer. No por nada está primero en mi lista de "Personas con las cuales lamento nunca haber tenido una noche de conversación".

Battlestar Galactica

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Ayer a la mañana tenía mucho tiempo libre luego de que se pospusiera una reunión que tenía. Así que como ya conté, me puse a ordenar y hacer otras cosas varias.

También pensé. El otro día terminé de ver los últimos episodios de la 4º temporada de Battlestar Galactica, y por algo me puse a pensar en que era la mejor serie de ciencia ficción de todos los tiempos. Y pensé en todas las cosas que la diferencian de las demás, lo cual la harían netamente superior.

En primer lugar está el tema de la aventura. Todas las series de ciencia-ficción siguen pegadas, al menos un poco, al space-opera. En todas (como siempre, hay excepciones parciales) hay héroes jóvenes y buenmozos, romances castos, tiros y persecusiones en los que nadie muere, a lo sumo tienen un raspón. Lo excitante es el tirotearse con los malos (que son malos malos), el desenmascarar al traidor, el tomar decisiones del tipo "salva a tu hija o a tu esposa" que siempre se resuelve de otra manera gracias al infinito ingenio de los buenos, y todos están contentos y felices al final.

Bueno, conocemos el significado general de aventura: acción sin demasiadas consecuencias negativas (al menos no para los buenos).

No, Galactica no. ¿Qué tenemos aquí? A toda la raza humana enlatada en un grupo de naves chatarra, que se escapan del Armagedon provocado por los cylon, robots humanoides creados por ellos, que se rebelaron hace años.

Claro, si lo leemos así y reco
rdamos la vieja serie, parece que estoy hablando de space-opera. Pero si bien esta reescritura toma nombres y diseños y la situación de inicio general, todo lo demás es diferente.

Recapitulemos la historia. En los primeros episodios los cylon eliminan al 99% de la especie humana con un ataque coordinado a todas las colonias. Solamente quedan menos de 40.000 personas que han podido escapar milagrosamente de un planeta en lo primero que encontraron. A esta variopinta flota se le agrega la Galactica, una Battlestar que pasa a ser la única nave militar que puede defenderla de los cylon. Pero, pero, también pasa que los cylon ya no son solamente esas cosas tipo Terminator que se ven venir a la legua. No no. Hay infiltrados que parecen humanos...

A grandes rasgos, una de las premisas de la serie, que tiene profundas consecuencias a lo largo de todos los capítulos, es justamente esa. Quién es el enemigo. Porque los cylons de antes, metálicos, son siempre "malos", pero los que se parecen a los humanos se parecen demasiado: no son malos, sino que son falibles. Y los verdaderos humanos, sin ser cylon, pueden llegar a ser los peores enemigos de la Humanidad.

Enfocada desde el punto de vista de los mandos militares y civiles de la flota de la Galactica, la serie es AGOBIANTE. Lo digo de nuevo: AGOBIANTE. La vida es una mierda y nada está donde debe estar. La gente se apiña en las naves en condiciones infrahumanas, mientras no hay voluntarios para ser pilotos y las únicas naves de combate que sirven no son gran cosa (¿mencioné que la Galactica estaba a punto de ser convertida en museo porque era obsoleta?). No hay comida ni medicinas suficientes. Al comienzo no hay gobierno porque todos los políticos han muerto (jeje). La estructura militar también está cortada, y no hay municiones, combustible ni repuestos. Nadie sabe qué hacer, ni como.

¿Que sale de allí? Todo lo opuesto a la aventura: la loca carrera por sobrevivir e imponer algo de orden para salvar a la Humanidad, incluso pisando lo poco que queda de la misma. ¿Un poco negro, no?

Battlestar Galactica es un drama de ciencia ficción, no una de aventuras como las demás. Allí reside, en mi opinión, gran parte de su perfección. Pero hay más, porque de esta cuestión nacen otras muchas. Si no hay aventuras, no hay héroes. Si no hay héroes, no hay caminos perfectos. Si no hay caminos perfectos, todo puede irse al diablo enseguida... y esa es la esencia del drama.

Si las situaciones que enfrentan los personajes son muy diferentes a las de cualquier serie ci-fi típica (raciono las medicinas y salvo a mis pilotos que defienden la flota, pero dejo que mueran niños inocentes), ni qué decir de los supuestos héroes. No hay nadie que se las sepa todas, ni que sea invulnerable por guión, ni que sea santo. Ser bueno con el gatillo no sirve de nada, y siempre hay alguien más astuto o traicionero que tú. Entre alcohólicos, maniáticos, gente con delirios mesiánicos o serios problemas de actitud, violentos y todo eso, ninguno pasa ni de lejos por el concepto de héroe. Todos son personas que cargan un pasado complejo y doloroso, ya sea en forma de una enfermedad, la culpa por la muerte de alguien, o cosas mucho peores que se descubren más adelante.

De mejor o peor manera, cada uno de ellos tratará de tomar las decisiones que lo acerquen a la felicidad, sea pisando o no la felicidad del resto de los personajes. De mejor o peor manera, tendrán que aceptar sus errores y malas decisiones: encubrimientos, traiciones, mentiras, muertes y todo lo que uno se pueda imaginar. De mejor o peor manera, actuarán como lo haría cualquier ser humano que está apelotonado en una caja de metal en medio de la nada, con enemigos por todas partes, que ha perdido toda esperanza de que la cosa pueda mejorar.

Por eso me encanta Battlestar Galactica. Es cruda como la vida misma. Es ciencia ficción de la posible, dura no en el sentido tecnológico, sino en el sentido humano.

Dejemos por un tiempo la cuestión de los personajes falibles. Hace tiempo que reflexiono sobre la excelente análisis entre el poder militar y el poder político civil que tiene la serie. Creo que cualquier científico social debería verla solo por dos cosas.

En primer lugar, muestra desde dentro qué tipo de decisiones toman los militares en momentos de crisis y tensión extrema, y cómo lo hacen desde su lógica, aunque humanamente sean concientes de sus consecuencias y se arrepientan de ellas más adelante. Es decir, humaniza de alguna manera la parte autoritaria de todo gobierno humano, la milicia, que siempre es más o menos necesaria pero en ciertos casos se hace imprescindible (y hay que confiar en ella, porque saben, aunque por otra parte...)

En segundo lugar, por que también humaniza al poder político, creando líderes que no son ni santos ni demonios, sino que, en esta situación tan extrema, tienen que luchar para mantener a la Humanidad y los derechos humanos mientras al mismo tiempo tienen que cagarse en ellos de alguna manera, porque todo no se puede.

La serie tiene enorme fuerza argumental justamente cuando pone a sus frágiles personajes, que ya cargan una serie de malas decisiones, en el camino entre elegir el mal menor (que no es muy menor) y el mal mayor. Y cuando eligen un mal todavía mayor, uno ya no sabe qué pensar.

Y si ya teníamos bastante con política y los militares, llegó la religión!!! Porque el fanatismo y las creencias sinceras de los personajes agregan todavía más sabor al caldo. Las discuciones, las repentinas conversiones o las crisis de fe y los debates filosóficos están a la orden del día, y son parte importante de las motivaciones de los personajes, a través de las cuales tomarán buenas o malas decisiones.




Por esto también pensaba ayer que la serie tiene innumerable cantidad de capas. Está la capa política/militar, la capa religión/fanatismo, la capa meramente humana, la capa de la acción... Todas ellas están entrelazadas, se separan y se vuelven a unir cada tanto.

Esta es otra gran diferencia, porque las series de ciencia ficción tradicionales suelen estructurarse en episodios aislados (a veces con segundas partes que solo forman capítulos largos). Existen recetas ya clásicas como los episodios/escenarios (el "estamos atrapados en una trampa mortal", el "hay que salvar a un grupo de inocentes a costa de nuestras vidas", el "una cultura alienígena que sale de la nada quiere comernos y hay que ser más astutos que ellos", etc. etc. etc.) La acción, que generalmente empieza y termina en estos episodios cuando todos regresan a casa sanos y salvos, tiene también arcos argumentales más amplios. Pero en definitiva, se resume en "hoy pasará esto y mañana lo otro, que no tienen mucho que ver entre sí".

En BSG esto no existe. Sea que los episodios se continúan día con día, o que saltan algunos meses, TODO lo que ha sucedido tiene consecuencias a largo plazo. No es raro que en los adelantos del capítulo actual inserten escenas del episodio anterior con otras de diez episodios atrás, solo para no desorientarte demasiado. Las capas de cada personaje son importantísimas, porque sus secretos o temores terminan relacionándose de maneras totalmente impensadas. Lo que empezó hace veinte capítulos regresa para tratar de matarte nuevamente. Y no va a darte un aviso.

Termino de escribir esto y me da la impresión de que se parece a Lost (pero no veo Lost, nunca vi nada). Pero no. Acá el guión ya está armado, lleva a alguna parte, y no se perpetúa solo por rizar el rizo una y otra vez. Se nota que las cosas tienen su peso y los guionistas no hacen malabares excesivos: siempre tienen el ojo sobre la bola.

Después de alabar tanto la trama y los guiones, tengo que decir algo sobre lo técnico. El cast es muy bueno, y con el tiempo los personajes le dan mucho espacio a los actores para lucirse, con todo tipo de momentos tiernos, duros, de locura, de acción, de drama, etc. Hay que ser un actor muy polifacético para estar ahí y no desentonar, ya que la serie explota todos los ángulos de los personajes: como militares o políticos, como padres, como esposos o esposas, como hijos, como traidores (arrepentidos o no), etc.

Ah, y llego a lo más técnico. Recuerdo que de chico veía la vieja serie y las naves y los centuriones cylon (con sus ojitos rojos que iban y venían) me encantaban. Puedo decir sin dudarlo que influyeron mucho por mi locura sobre la ci-fi y lo bélico. Los realizadores han dado en la tecla al dejar los Vipers (las naves de combate humanas) igualitas, y han hecho a los centurions todavía más mortales y aterradores, ahora que no son hombres metidos en trajes sino que están hechos totalmente en CGI.

Y hablando de la parte visual, no podría estar mejor lograda. La atmósfera de opresión, de calor, de personas trabajando siempre al extremo, de poca luz, de sudor y óxido, de precariedad, es incesante y le da un ritmo especial a la serie. Y cuando llega la parte de los tiros, estos son mortales y efectivos, sin piruetas y cosas raras. Los combates espaciales, con armamento nuclear y voleas de misiles y todo tipo de cositas lindas, animan cada tanto la trama. La calidad de la animación por computadora es muy buena, y las tomas espaciales son muy convincentes. Incluso cuando interactúan los actores con elementos digitales, se ve que usan trucos de cámaras muy astutos que no dejan marca.

Bueno, hablé de todo esto, la verdad es que hace tiempo que tendría que haberlo escrito porque la serie es obligatoria para todo aquél que guste de la buena televisión. Pero resulta que lo más raro es esto. Ayer, después de ponerme a pensar sobre qué diferenciaba a BSG de otras series de ciencia-ficción, paso casualmente por uno de mis sitios favoritos y me encuentro con este artículo.

Me atrevo a rescatar un solo pedacito, por si todavía están dudando en leerlo:

La gente se afeita, se emborracha, se equivoca (y mucho), se enamora y engaña. ¡Los protagonistas mueren! No hay cómo no sentirse parte de esa caravana desgarrada que atraviesa el espacio, porque todos de alguna manera hacemos un viaje similar a través de nuestra vida, buscando desesperadamente algo que quizá ni siquiera exista.

La verdad, que tiene toda la razón. Muy que me pese, tengo que decir que Babylon 5 (*) en mi opinión queda en un muy honroso segundo lugar en mi lista de mejores series de ciencia-ficción. Sobre todo después de ver los últimos episodios de la primera mitad de la 4º temporada (¿what the frak?)

Corran a verla. Es ya un clásico en movimiento, surcando los cielos de una nueva forma de entender la ciencia-ficción en la pantalla. Esperemos que haya pronto otras estrellas (nada fugaces) que la imiten.


(*) En su defensa, digo que queda en un honroso segundo lugar porque B5 mantiene esas estructuras y estereotipos de las series de ciencia-ficción clásica, pero solo en parte. Está en ella también la cuestión del otro, de la (in)tolerancia, de la religión y de la fe, de los dilemas morales de la política y de las decisiones militares complicadas. También tiene personajes muy elaborados y entrañables. Solamente peca, como digo, en que sigue manteniendo esa cosa de aventuras, de space opera, que gracias a Galactica deberíamos dejar como recuerdo.

Claro que las comparaciones, en ese sentido, son algo odiosas, porque B5 fue de la década del 90. Y ha contribuido mucho, creo yo, a pensar en una forma de hacer ci-fi que sea más que robotitos y alienígenas raros.

Recuento

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Acabo de solucionar en gran medida la Crisis de los Libros No Apilados. El estante con comics está por estallar, y tuve que mudar parte de Batman a otro lado, con mis libros sobre la Edad Media y las armas de fuego. También ordené algunos papeles viejos, dejando más limpio los demás estantes de la biblioteca.

Ayer terminé un guión de 11 páginas, que hacía meses y meses que quería escribir. Me costó mucho sacar algunas cosas y no estoy totalmente conforme, pero sé que mejor no puede estar, porque ya lo removí demasiado. Mejor dejarlo asentar.

Me siento un escritor de esos de las películas, mientras tomo gaseosa de la botella, sentado frente a la pantalla. A veces también como acá. Soy como un hobbit: suelo tener seis comidas al día. Menos mal que hay testigos de mi delgadez.

Estos días he escrito entre 10 y 5 páginas por día de mi novela principal, interrumpido por el guión y otras cosas. Es de fantasía oscura. Va muy bien, ya lleva 105 páginas y ayer terminé de cubrir en mi mente los principales huecos de la segunda mitad. Me siento el arquitecto de una catedral.

Me maravillo ante los diseños de Range Murata. Son exquisitamente simples y retro. Empecé por Masamune Shirow (había poca cosa técnica, pero muchas muchachas extrañamente morenas) y terminé seducido por las féminas de los demás autores que aparecen en el sitio (ojo, no todas). Pero Murata es estrictamente tierno, dulce. Y es un verdadero diseñador, como lo había visto en la tele. Muero de ganas de hacer algo de esa manera, con alguien que diseñe hasta lo último de los personajes, el vestuario, el mobiliario, los vehículos. Y que sean todos tan tiernos y retro...

Me preocupa la novela secundaria. No es nada fantástica y la escribo para un público que nunca fui. De adolescente no pasé por las novelas para adolescentes: estaba ocupado leyendo ciencia ficción y algo de Tolkien (por cierto, releo su biografía ahora, antes de empezar por las Cartas). ¿Qué saldrá? No sé, pero lo intento.

Reempecé la Narn i Chîn Húrin. Pensé que habría perdido el hilo, pero no. Me doy cuenta de que ya en la página 100, ha pasado de todo. Y recién se están encontrando con Mîm el Enano. Que linda prosa.

Mañana tengo reunión sobre comics. La cosa sigue andando.

Hoy dejé a J. S. Bach. Demasiado clavicordio, bajé demasiada de su música y la escuché demasiado rápido. Me acompañó para el guión de comics, que va de terror en el siglo XIX. Pero como dice el chiste (ya no recuerdo de donde lo saqué): tiene demasiadas notas. Hoy lo reemplacé por el motor rugiente de A Pain That I'm Used To, del Playing the Angel de Depeche Mode. Y dejé el resto del disco.

Una raza aparte

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Acabo de volver de la casa del señor Barocelli, quien se está encargando de ilustrar (=iluminar) la continuación oficial del Eternauta.

Si antes me había dado impresión sostener y hojear el guión de la obra, ¿qué puedo decir sobre observar una docena de páginas terminadas?

Claro, primero tuve que ser aceptado por su "perrito", quien me bautizó a lenguetazos según la ocasión. Menos mal que no me molestan los animales cariñosos, aunque lo mío sean los gatos :D

Charla va, charla viene, pude ver cómo iba terminando dos hojas!!! Hmmm... parezco re-cholulo. Se me fue al caño la seriedad y este post no tiene nada de vivencial, de poético, de sublime...

Pero no, a ver si sale algo...

El otro día pensaba sobre esta dicotomía que te dan ciertas experiencias. Porque por un lado, Carlos es un verdadero profesional que, desde un campo distinto al mío, me está permitiendo ver muchas cosas que me hacen falta a la hora de encarar mi profesión. Es una mano amiga, alguien que da consejos sin que los pida, y te llegan "desde arriba" (siendo el arriba los años de experiencia y no los años de vanidad).

Pero si hay personas que como él son grandes profesionales en lo que hacen, y parecen semidioses frente a novatos como yo, la otra parte de la dicotomía es verlos como personas comunes y corrientes, cercanas y, como le comentaba a él hoy, buenas, cordiales, amables. Ya he comentado el caso de Horacio Lalia y Carlos Trillo y la impresión muy favorable que me dio conocerlos en Leyendas 2008.

Es decir, por un lado ves a un grande, pero en la otra mitad no ves a un agrandado. Sino por lo contrario, a un tipo que se sienta enfrente tuyo a tomar gaseosa mientras llena un pedazo de papel con trazos de estilógrafo y tinta chica aguada. (Técnica que, por otra parte, no había visto nunca en acción.)

Hasta ahora sigo revalidando la conclusión de que los dibujantes (y supongo que los guionistas) suelen ser buena gente. Pero me da algo de miedo ver si pasa lo mismo con los editores :D

Finalmente, sobre lo que vi en las hojas, ante todo mucho cariño por el detalle. Ver las viñetas sin texto es siempre un desafío para los creadores, y creo que tanto el guión como lo que hizo Carlos han contribuido a crear una narración muy buena, que no salta en ninguna parte y cuenta un buen pedazo de la historia incluso sin tener los globos.

Y no escribo más porque no sé qué decir :D

Un abrazo al artista que es un orgullo de Rosario, y que espero sea pronto descubierto por la gente de acá, entendida o no en el tema de los comics y la ilustración. Y otro abrazo al tipo que me sacó al perro de encima, me convidó gaseosa y me abrió las puertas de su casa de par en par.

Cambio de marcha

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Habiendo decidido oficialmente dejar de ver Justice League Unlimited (episodio 78: Epílogo) hasta no haber visto al menos dos de las tres temporadas de Batman Beyond, veo que tengo DEMASIADAS cosas para ver y leer.



En primer lugar, tengo que dejar de lado momentáneamente Macross (la serie original). La tenía agendada para estas fechas, pero prefiero terminar estos asuntos pendientes con el Timmverso. Después planeo regresar al anime; acabo de recordar que tengo los 95 episodios de Rurouni Kenshin esperando. Y pensar que quería traducir los subtítulos al castellano...

Recién empecé a releer Superman Rojo, que he decidido será el último de esta serie de lecturas de comics. A partir de ahora volveré a los libros, particularmente a la Narn I Chîn Húrin, La Historia de los Hijos de Húrin, que empecé a leer hace tiempo y dejé abandonada no por falta de interés, sino porque empecé a trabajar y tuve mil otras ocupaciones.

Mientras tanto espero poder volver a mi dieta de un libro en el colectivo y otro en casa. Para después de la Narn tengo en vista uno sobre guerra submarina de la Gran Guerra, un libro vejete de 193algo que cruje y se rompe un poco más cada vez que lo abro. Para el colectivo no sé, supongo que seguiré con la Biblioteca Tolkien. Debería releer su bibliografía oficial o empezar con sus Cartas, como introducción.

Puf, es mucho.

Me despido escuchando el Stabat Mater de Pergolesi. No me pueden decir que no tengo gustos amplios.


El opening de Batman Beyond va dedicado a JMO, así no tiene que depender de la pobre descripción que le di el otro día.

Work in progress

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"A ver, pibe, ¿te podrías apurar? Acá tu amigo se está partiendo el mate pensando en personajes, escribiendo guiones y todo eso. Y tu compañero de aventuras está trabajando una banda también. Hace casi dos semanas me bocetó, mirá que lindo trabajo que hizo, y ya empezó con las páginas.

No te digo que dejes de dormir como hace tu amigo el escritor, que está medio enfermo, pero mandale un mail o algo!!! Está preocupado el pobre. Te dejó sus hijos a cargo y no aparecés. Yo también me sentiría mal, teniendo que criar sola a un pibe y dos gemelas hermosas.

Pero me voy de tema. La cosa es que por lo menos le mandes bocetos, ¿viste? Para que se tranquilice y se ponga contento. Después de todo, nos conviene que el guionista está contento, ¿no?"


boceto made in Sebastián Zalazar.

Problema habitacional

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Me pasó el otro día. Saqué un libro de mi mochila, estaba apurado y quise dejarlo a un lado. No podía.

No había otro lado.

Todos los anaqueles de la biblioteca están llenos. Tengo libros acostados sobre los libros puestos en fila. Gran parte de la Biblioteca Tolkien está en el espacio libre que queda entre los libros y el final de los anaqueles, bloqueando así muchos otros libros. Los comics que compré recientemente están sobre esos mismos libros.

El libro que quería dejar está ahora apoyado sobre la computadora. Es lo único que pude encontrar.

Finalmente pasó. No tengo más espacio para libros ni para nada. Tampoco me puedo cambiar a la música o a las películas, porque en ese caso estoy en la misma desde hace tiempo.

Supongo que es tiempo de leer, leer, leer... pero los libros no desaparecen al leerlos (por suerte). Así que por ahora, a dieta.

Estrellita estrellita

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Amanece frío y lluvioso, gris, ventoso. Justo lo que quería, sin haberlo deseado.

Ayer rompí una tradición de años. En realidad, no recuerdo si la rompí el año pasado. Pero lo cierto es que no me subí a la escalera que da a la terraza para mirar el cielo, estrellado o no. No pensé en el año que viene, ni hice proyectos, ni calculé plazos.

Fue más o menos un día normal, con fiesta familiar.

Da la casualidad de que también es el cumpleaños de mi abuelo. 85 diciembres. Así que la reunión estaba asegurada. Pero dio igual. La comida ya no sabe igual, y no había nada diferente.

2008 se suponía que iba a ser EL año. Fue mixto, hay que reconocer. Tuve problemas de diverso tipo, totalmente inesperados, y aprendí a equivocarme hasta la rodilla. Supongo que es bueno cuando uno teme ser tímido y teme estar haciendo las cosas hasta la mitad.

Tampoco fue malo, porque hubo muchas cosas que, mejor o peor, se lograron. Algunas a último tiempo, pero eso es otro tema.

Desde 2005, más o menos, que se supone que será EL año. A lo mejor es cansancio.

Me quedo con una sensación agridulce, de que hice todo lo posible pero podría haber hecho más. Pero en realidad, creo yo, todos esos años confié demasiado en mi suerte, en un destino supuestamente preescrito que en realidad tenía que escribir yo. Decenas de veces me defraudaron promesas de trabajo seguro, de éxito sin esfuerzo. Promesas creíbles, que venían de todas partes. Todo se queda en promesas, en chispas, en intentos. Nada se concreta. La sensación es la de esas bebidas dulces en la boca, pero amargas cuando uno las traga.

Pero lo que sí he aprendido es que no hay éxito espontáneo. Las cosas crecen en la oscuridad, como esa papa que una vez olvidamos en un cajón por tres meses, cuando era boy-scout. Encontramos una planta. 2008 fue un año de siembra, de experiencias, algunas malas. Fue un año de aprender a intentar. Por eso no puedo pensar que 2009 será EL año, pero sí sigo trabajando para que lo sea. Supongo que es lo único que puedo hacer.