Crack Bang Boom (III): Sábado

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Alguien que mirara de afuera hubiera pensado que, después de tanto trajín, íbamos a estar cansados. Pero no; de hecho parecía que cada día estábamos más enchufados.

Así comenzó la tarde del sábado. Por única vez, el grupo (Juan, Lisandro y yo) se dividió, y cada uno fue por separado. Mientras esperaba a que abrieran las puertas, me dediqué a investigar la reparación/remodelación operada sobre el sector de la costanera que se había derrumbado años antes, y que recientemente había sido inaugurado por la Presidente. Quedé muy sorprendido al darme cuenta de que la parte socabada de la barranca fue reemplazada por un armazón de cemento y metal, muy sólido, que pasa completamente desapercibido para cualquier que no se acerque al mismo; incluso para alguien que, como yo, nací en Rosario y he frecuentado toda la vida el CEC y zonas aledañas. Darse una vuelta por esa parte de la costanera, con las olas del río rompiendo literalmente bajo los pies, es una experiencia apasionante. De sólo escuchar el ruido, me vino a la mente una imagen de mí mismo, sentado en una banca cercana y escribiendo con ese sonido atronador y al mismo tiempo sedante.

Me senté al sol, en un banco, de espaldas a la puerta. Al rato apareció Juan, y de a poco comenzaron a llegar viejos amigos de la ADL. Nos quedamos charlando; algunos venían a dejar sus carpetas para otro turno con Will Dennis, y a los que ya habíamos pasado por la experiencia, nos resultaba bastante incómodo tener que sugerir que, por lo que sabíamos, esas carpetas posiblemente no iban a interesarle. Pero perdido por perdido, igualmente se animaron a participar.

El sábado fue, sin lugar a dudas, el día de los faltazos. Al comienzo de la tarde, apenas me acerqué, intermitentemente, a la charla que Juan Sasturain daba sobre la Revista Fierro. La sala estaba colmada, y tuve que esperar un rato para poder sentarme. Juan y Lisandro se quedaron a escuchar un poco, pero apartados, creo que sin mucho interés. De manera que no puedo decir mucho sobre cómo fue la charla, o de qué se trató.


Sasturain rodeado de gente, una de las postales del sábado.

Más o menos al mismo momento debería haberse realizado una charla con Humberto Ramos,
pero sabía desde varios días antes que el notable dibujante mexicano no iba a venir debido a problemas con su agenda. ¡Tenía mucho para dibujar, y estaba atrasado! Lamenté mucho esa ausencia, pero bueno, no se puede tener todo. ¡Ojalá pronto pueda venir!

Tampoco fui a la charla con Brian Azzarello, ni a la de Ariel Olivetti, ni a la de Cacho Mandrafina (las tres simultáneas). ¿Qué hice en ese espacio de tiempo? No lo recuerdo exactamente, pero calculo que fui a dar vueltas, compré varias cosas y pasé un buen rato en el stand de la ADL. También debo haber estado charlando con diversas personas, investigando stands que no había visto con detenimiento, acompañado a amigos que hacían la cola para los autógrafos, etc. Sábado y domingo, de hecho, fueron días especialmente utilizados para charlar con algunos contactos y dejar carpetas y CDs con propuestas editoriales.

Otra cosa que hice fue visitar el Galpón 11, espacio dedicado para el manga, el anime y los fanzines. Si bien ya había saludado a Matías di Stéfano el día anterior, en la charla con Jim Lee, fui a verlo a él y a su grupo para saber cómo estaban instalados.


Con un día tan hermoso,
¡sólo un verdadero freak se metería en un galpón! :)
El resto de la gente normal pasaba caminando,
trotando, haciendo deportes, mirando el río
o a las chicas lindas que hacían patín en la pista.

La cuestión del Galpón 11 merece un buen debate, que excede un poco el objetivo de esta entrada. Lamentablemente, no atrajo a todo el público que uno hubiera pensado y deseado. Con la enorme movida del cosplay, el manga y el anime que tiene Rosario, nacida en una década de Leyendas y madurada por asociaciones como Rosario Anime, el grupo Daruma y varias otros grupos (cada uno organiza eventos al menos una vez al año), uno daba por sentado que el Galpón 11 estaría a reventar. Pero ni el concurso de disfraces, ni el karaoke, ni las bandas de anime invitadas, ni nada hizo que el lugar se llenara. Siempre que fui, estaba, como mucho, lleno a la mitad.

Si esto ya de por sí fue negativo, la cuestión le pegó especialmente a los fanzines. Los stands de productos relacionados a la cultura oriental (que vendían desde katanas hasta sopas enlatadas, comprendiendo un enorme y colorido etc.), deben haber vendido razonablemente bien, ya que el público al que apuntaban, si bien no era mucho, existía y estaba allí. Sin embargo, los fanzines, generalmente más relacionados con el comic occidental, y con una "subcultura" (por usar un palabro poco adecuado) muy diferente, se vieron bastante perjudicados. Por lo que sé se vendió poco y nada. Se comentó mucho el tema entre algunos allegados, y también he visto que en ciertos blogs los afectados y algunos miembros de la organización han intercambiado opiniones. Es bueno saber que estos organizadores no descartaron esas impresiones, que tenían una idea acerca de por qué poner a los fanzines en el Galpón 11, y que se dieron cuenta de que no fue lo más adecuado. Es uno de los puntos que con seguridad se reverá en la siguiente edición (a estas alturas, es casi casi casi seguro que habrá otra).


Hermano menor del CEC, el Galpón 11 es justamente eso:
otro galpón de puerto remodelado para un uso cultural.
Mientras el CEC se hizo más "políticamente correcto"
y alberga exposiciones de fotos, Leyendas y cosas más "mainstream",
el Galpón 11 se quedó con la parte de las "subculturas",
funcionando como lugar de bandas de punk y rock,
pista de skaters y otras mal llamadas "tribus urbanas".
Y me cansé de usar comillas: lo cierto es que ediliciamente
está como el CEC estaba hace varios años, y todavía le falta
para lograr ser un espacio decente. Su mera existencia,
sin embargo, es más que positiva.


El stand de los fanáticos de Wonder Woman,
con un poco de todo, incluyendo posters y figuras de acción.



El stand de los fanáticos de Star Wars,
con mucho de todo.
Los disfrazados de personajes
de la saga fueron los más vistosos de todos,
sobre todo porque iban en grupo.



El stand de L.A. Comics, con Matías en el centro.


Por otra parte, no fue culpa de ellos. El hecho fue que poca gente se aventuró al Galpón 11; las causas de estos son desconocidas, aunque hay algunas teorías. Una de las que mantengo es que la publicidad (tanto la de radio como la de televisión y gráfica) enfatizaba tanto la presencia de Jim Lee y de otros personajes del comic occidental, que no atrajo a los muchos otakus que existen en la ciudad y alrededores. Sorprende, de todas maneras, que la propuesta del cosplay y del concurso de disfraces no surtiera efecto, siendo que ambos elementos, con fuerte presencia en las últimas ediciones de Leyendas, la convirtieron en una convención muy vistosa y llamativa. Era realmente difícil encontrar a alguien disfrazado, y casi ninguno de los trajes atraía por lo atrevido, lo bien logrado, lo vistoso o lo ingenioso.

Pero mientras iba viendo, en cada viaje al Galpón 11, que la cosa no pintaba bien por ese lado, lo demás seguía saliendo bien por otras partes. A las 1830 tuvo lugar la charla sobre edición de comics, con un lleno total.


Esto no era nada raro: hablaban Jim Lee y Will Dennis!!! Así como, en la charla del sábado, la gran mayoría de los asistentes seguía viendo a Lee como dibujante y no como editor, en este momento la mayoría de las preguntas se dirigieron a Will Dennis; aunque luego la cosa se equilibró un poco.

Accorsi, ahora con un nuevo estilo de moderación de charla.
Entre Lee y Dennis, el traductor.

Durante la charla, Dennis comentó cómo la labor del editor era bastante intuitiva, remarcando que era algo que no dependía de recetas armadas. Los dibujantes eran elegidos no sólo por su capacidad de trabajo, sino por tener un "algo" especial, que no siempre era lo mismo.

También se suavizó un poco la figura del "editor-ogro" que cancela serie "porque no venden". Dennis comentó muy positivamente su tiempo de editor en Vertigo, comentando que eso no solía hacerse, y que él nunca lo había hecho. Según dijo, todos saben que las series tardan un tiempo en madurar, y que no ha visto ningún nº 1 o 2 que fuera lo mejor de una serie: los mejores números surgían hacia el año más o menos, cuando tanto la historia se acentaba y el grupo creativo se amoldaban a la misma, a los personajes y a la labor conjunta. En ese sentido, comentó que preferían cerrar las series cuando estas vendían bien, justamente para no apresurar los finales ni dejar a los fanáticos con una mala impresión. El conocer esta curva de desarrollo artístico, editorial y comercial de las series era entonces un punto muy importante en la labor de editor.

En esta oportunidad, si bien la charla fue muy divertida y amena, con los dos editores interactuando y retroalimentándose chistes y anécdotas, fue en general más "seria" que la del viernes.

Terminada la charla, regresamos al CEC, nos quedamos dando vuelta un rato más, y, como siempre, nos fuimos más tarde que el horario oficial de cierre. Había cuentas pendientes que saldar el domingo, y para eso había que descansar un poco.


Crack Bang Boom (II): Viernes

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El segundo día de la convención arrancaba con una cuestión cargada de ansiedad y nerviosismo. Iban a dar los resultados de las carpetas que Will Dennis había estado observando.

Hablamos de eso un buen rato con Juan y Lisandro, tanto en la noche del jueves como en la mañana del viernes. Creo que hasta yo estaba nervioso, y eso que la cosa no me involucraba directamente. Pero tenía a muchos amigos que se habían lanzado al tema, en búsqueda de una supuesta "última oportunidad", que Marcelo Frusín nos había matizado como una más, pero en fin...

Así que fuimos al CEC ya por tercera vez, y nos dieron las buenas y malas noticias. Juan no lo logró, pero sí Lisandro y Kiro. Tampoco lo logró Fernando Kern, con quien compartíamos uno más de tantos proyectos, y había hecho sus páginas de muestra en base a uno de mis guiones.

Fue algo realmente extraño, porque si bien nos alegrábamos porque alguien a nuestro lado lo había conseguido, por cada elegido podíamos contar tres, cuatro, cinco o más amigos y conocidos que no habían tenido tanta suerte. De todas maneras, eso no empañó la experiencia de la convención. Después de charlar un buen rato, nos dispersamos y seguimos haciendo lo de siempre: mirar comics, comprar alguno, conversar, ir a escuchar alguna charla, etc. etc. Creo que todos lo superamos con cierta rapidez; claro que algunos más que otros.

A las 15 horas había tres actividades en paralelo: una charla de café con Marcelo Frusín, Leandro Fernández y Francisco Paronzini, una presentación de editoriales independientes en el Parque España (la cual se canceló), y (a las 1530) la charla de Jim Lee.

De izquierda a derecha, Francisco Paronzini, Marcelo Frusín,
Leo Fernandez y Diego París, moderador de las charlas de café.

Muy a mi pesar no podía estar en ambas charlas, de manera que, teniendo en cuenta que a Marcelo y al resto los encuentro cada tanto en alguna convención local, y vivo un poco lejos de EEUU, luego de un rato en la primera charla salí disparado hacia la segunda.

Así que a las 1530 estaba en el principal evento del día: la charla con Jim Lee en el auditorio Príncipe de Asturias, para la cual había que sacar una entrada gratuita el día anterior. Esto era para asegurarse de que no hubiera más personas de las que permitían las instalaciones; en realidad el lugar no se llenó, y quedaron unas cuantas butacas vacías. No por falta de interés, sino porque era día de semana y todavía no había llegado el grueso de los visitantes de otras ciudades.


El auditorio, con sus cómodas y amplias instalaciones,
era el lugar perfecto para una charla de este calibre.



Cada segundo de la charla valió la pena. Coordinada y traducida para el público por Andrés Accorsi, reseñó toda la vida de Jim Lee, desde su infancia en Corea del Sur hasta su posición actual como editor de DC Entertainment. Sin duda alguna, la parte más jugosa fue la que abarcaba la fundación de la editorial Image, y las hilarantes descripciones, medio en broma medio en serio, de cómo eran las cosas dentro de la empresa.



Lo que contaba Lee era realmente cómico, más allá de que uno calculaba una cierta exageración tendiente, justamente, a entretener y no solamente a informar. Las historias de cómo dibujantes casi adolescentes eran traidos a los cuarteles de la Image por una simple llamada de teléfono, procedentes del interior agrario de EEUU ("algunos venían con su almohada favorita, o eran llevados en auto por sus abuelos"), para luego pagarles sueldos absurdamente altos por dibujar un solo comic de 24 páginas, "que luego gastaban en autos deportivos que chocaban... porque no sabían conducir", generaron grandes cantidades de risas. Lee contó que esta búsqueda incesante de nuevos talentos (según él, a diario revisaba enormes cajas llenas de fotocopias con trabajos enviados de todo EEUU) se debía a que ninguno de los artistas de Marvel o DC querían pasarse a Image por temor a quedar marcados en una lista negra, y luego no poder volver a sus empleos anteriores en caso de que la empresa no funcionara.

Como resultado, cuenta Lee, él y sus camaradas en editorial tenían que hacer de niñeras de estos jovencísimos artistas, enseñándoles a conducir (para que no chocaran sus nuevos autos deportivos), a manejarse en una gran ciudad y todo ese tipo de cosas.


Jim Lee imitando el gesto de teléfono que Accorsi usaba
para graficar sus conversaciones con colegas y empleados.


La charla, en suma, además de darnos un profundo pantallazo a la historia este artista fundamental del comic del siglo XX y XXI, resultó muy amena y entretenida, a veces incluso cómica. Se nota que Lee tiene el don de gentes y muchas convenciones encima, ya que sabía qué decir en cada momento, cómo abordar al público e improvisar sobre la marcha al responder una pregunta o hacer un comentario.

Luego de este repaso por su carrera, que concluyó con su movida a DC y su nuevo puesto como editor, se pasó a la clásica ronda de preguntas del público. Un poco para mi disgusto, todas involucraban preguntas sobre su trabajo como dibujante. Algunas eran muy buenas y otras muy malas (como el que, infantilmente y de mala manera, le reprochó que vendiera Wildstorm a DC y que ahora estuvieran por cerrar el sello). Me hubiera interesado escuchar preguntas dirigidas hacia él como editor, y de hecho tenía pensado hacerle una, pero el tiempo se terminó y no me cedieron el micrófono. De todas maneras fue una experiencia extremadamente positiva y no hay nada que reprochar: salió perfecta.

Luego de esa charla, salí a dar una vuelta por el CEC. Hacia el final de la charla anterior, Will Dennis tenía una reunión con los elegidos del primer turno, así que me interesaba mucho saber cómo le había ido a mis amigos seleccionados. Charlé con ellos, en grupo o por separado, por una media hora, intercambiando opiniones y escuchando varias veces lo mismo desde diferentes ángulos.

Por lo que vi, fue una experiencia extremadamente enriquecedora, corta en tiempo pero muy intensa, que puso a prueba los nervios de más de uno. El no saber qué hacer/decir frente a un editor es una de las grandes deficiencias de cualquier artista de comics (y, me atrevo a decir, de cualquier artista en general), porque es algo que no se enseña en ninguna parte. Lo he hablado infinidad de veces con decenas de personas con diferente background: el hecho es que si eres autodidacta, no tienes a nadie que te enseñe eso, y si has hecho una carrera (por ejemplo, Bellas Artes), muchas veces tus profesores han vivido toda su vida de la docencia y no tienen la más pálida idea de qué aconsejarte, o son tan elitistas que creen que saben del tema y te dan lecciones inútiles. Sin lugar a dudas, es una de las cosas que impide que muchos jóvenes talentos obtengan un trabajo, tanto en Argentina como en el extranjero. El proceso de prueba y error es largo y lento, arruinando inevitablemente las pocas opciones que tenemos cada año para presentar nuestros proyectos.

Pero en fin, había otra charla más que me interesaba, a la cual llegué un poco tarde. En el mismo auditorio Príncipe de Asturias, Trillo y Mandrafina (moderados por Esteban Tolj) hablaban sobre sus trabajos en conjunto, y sobre las diferentes realidades que la historieta argentina había atravesado durante su carrera profesional.

De izquierda a derecha:
Esteban Tolj, Carlos Trillo y Cacho Mandrafina.



El tiempo, los malos ratos y los litros de alcohol que han pasado por mi cuerpo me han hecho olvidar buena parte de lo que se dijo en la charla, de la cual me perdí una buena parte. Ambos se concentraron en hablar, más que de sus obras realizadas en conjunto, de cuestiones generales del mercado editorial y de la realización de comics. Recuerdo de todas maneras que fue muy amena.

El resto de la tarde/noche fue un poco de todo. El viernes falté a muchas charlas. En parte porque se suporponían, en parte porque opté por dejarlas. Después de la charla de Trillo y Mandrafina había tres opciones más, pero decidí quedarme al menos media hora conversando con ellos, pidiéndoles autógrafos y todo eso, para luego regresar lentamente al CEC y seguir charlando, comprando, mirando, etc. etc. La gran pérdida del día fue la charla de Will Dennis, Brian Azzarello y Eduardo Risso sobre 100 balas. Por un lado, al no haber leído nada del comic, me parecía que no tenía mucho sentido; por otra parte, estab a inquieto y tenía ganas de caminar. No me arrepiento de la decisión que tomé, aunque cuando después me enteré de que hicieron un anuncio sorpresa exclusivo del evento, primicia mundial, como que sentí un poco de culpa.

Pero en fin, como con otros detalles, no me podía quejar. El viernes también fue una jornada tremendamente positiva.

Crack Bang Boom (I): Jueves

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Llegamos al CEC completamente llenos de energía, esperanzas, ansiedad, ganas de hacer mil cosas, y fuimos recompensados con mucho más.

Nada más entrar con nuestros abonos, pudimos ver cómo llegaban las estrellas del evento.


A contraluz: Will Dennis, Brian Azzarello y Eduardo Risso, ingresando al CEC.


A partir de entonces me dediqué a recorrer todo el lugar y sacar fotos de los espacios, todavía vacíos, ya que llegamos a primerísima hora. Mientras mis bolsillo lloraban y se me hacía agua la boca frente a los enormes stands de editoriales y comiquerías, recordé cómo, por 10 años, ese mismo lugar había albergado a Leyendas, y cómo la infraestructura había mejorado enormemente hacia el final de esa década de convenciones. Antes había baños químicos, los techos se llovían y todo era gris y oscuro. Ahora había baños, salones anexos, los techos estaban pintados de negro e impermeabilizados, las puertas eran de varios colores y las secciones vidriadas tenían decoraciones.

Parte de la muestra de la revista Fierro.


Guastavino quiso, pero no se pudo escapar.


Recién abiertas las puertas. Pueden apreciarse las dos hileras dobles de stands, separadas por las columnas y los paneles con parte de la muestra de la Fierro, para ordenar un poco más el espacio interno.
La organización espacial fue muy buena.



La distribución de los lugares resultó acertada: a la derecha de la entrada, dos hileras dobles de stands, que concluían en el local de Puro Comic y el escenario en donde los autores se sentaban a dibujar y autografiar. A la izquierda, la ENORME muestra de la revista Fierro, con paneles de varios metros de altura y reproducciones gigantes, algunas de las cuales estaban pegadas en las columnas que dividían los pasillos entre los stands. En la extrema izquierda, como siempre, el bufet, el escenario para las charlas de cafe y los baños.

Sí sí, charlas de café. Este concepto muy interesante floreció en el mismo lugar en el que antes se celebraron muchas charlas durante Leyendas. La diferencia era que en este espacio, separado casi completamente del resto de la convención por una pared vidriada, había una gran cantidad de mesas para tomar o comer algo, mientras uno escuchaba a diversos autores conversar con el locutor sobre temas no siempre comiqueros: las mujeres, el fútbol, algo de actualidad nacional, sus vidas, etc.

La idea era que los diversos temas fluyeran, intercalándose espacios para preguntas del público con comentarios o preguntas del locutor. Esta dinámica dio resultados muy entretenidos, sobre todo teniendo en cuenta que los autores involucrados tenían buena onda y mucha química con el público.

La primera de las charlas no podía ser más interesante: Eduardo Risso y Carlos Trillo hablándonos de sus proyectos pasados, presentes y futuros. Tuve la suerte de poder ver completa la charla e incluso de hacerle una pregunta a Trillo, sobre los proyectos que ambos tenían en el tintero desde hace tiempo y clamaban por salir. Después de la charla aproveché para dejarle unos guiones, para que me diera una opinión, y sacarme una fotografía con él, de cholulo nomás.

La charla de café con Trillo y Risso. A no confundirse,
el fondo de la sala estaba repleto de personas, muchas de ellas paradas.


Trillo y quien escribe.

Terminada la charla, me dediqué a vagar un poco, viendo precios y conversando aquí y allá con recién conocidos y amigos de varios años. Finalmente, formamos un pequeño grupo y nos movilizamos hacia el Centro Cultural Parque de España, para la charla en homenaje a Juan Arancio.

Dejando el CEC, hacia el Parque España.
El día estaba frío y nublado,
pero agradable; por suerte no llovió.


Allí comenzamos a sufrir un poco el carne propia el tema de la movilidad: el ir y venir entre las dos sedes podía ser un poco molesto, teniendo en cuenta el viento, la cantidad variable de gente y otros factores, como el apuro. Por suerte esa parte de la costanera fue recientemente restaurada y reinaugurada, el suelo estaba en perfecto estado y nada estaba fuera de lugar, pero no dejaba de ser apenas un poco incómodo cuando uno tenía que ir a un lugar, se olvidaba de algo o de alguien, o se arrepentía, etc. etc.

Una vez en el auditorio Príncipe de Asturias, nos quedamos a escuchar la presentación general, de Eduardo Risso, y algunas palabras de Esteban Tolj sobre Juan Arancio, el cual era el principal homenajeado del evento. Lamentablemente no pudo asistir por cuestiones de salud, pero allí estuvieron presentes sus hijas para leernos una carta suya agradeciéndonos el agasajo, entre otras cosas. Después nos quedamos a ver un pequeño documental sobre su vida y obra, y cómo trabaja este reputado ilustrador litoraleño.

Inmediatamente después venía la apertura de la muestra, ¡flor de muestra! Quienes conozcan los túneles del Centro Cultural Parque de España (muchos los descubrieron por primera vez en esos días) sabrán que hay un gran espacio para este tipo de eventos. Así, las largas paredes subterráneas fueron completamente tapizadas con arte de Eduardo Risso, Marcelo Frusín, Jim Lee, Ariel Olivetti, ... y la estrella: incontables originales de Horacio Altuna, que el maestro accedió a traer desde España específicamente para la convención.


Eduardo Risso, junto a autoridades municipales y del Parque España, inaugurando la muestra.


El público atestaba las galerías subterráneas del centro cultural antes de la inauguración, pero al abrirse los otros túneles, la cosa se descomprimió y se podía circular sin problemas. Algunas imágenes del evento.






Dos postales de la muestra: Will Dennis hablando con Horacio Altuna,
y mirando algunas de las obras expuestas. Los túneles estaban llenos de luminarias.



Como podrán imaginar, fue un momento muy especial, ya que teníamos a gente como Jim Lee pasando a un costado, podíamos hablar con Marcelo Frusín o saludar a Altuna, etc. etc. Fue muy gratificante ver también que no hubo ningún desubicado/cholulo que molestara a ninguna de estas personas, que cordialmente accedían a sacarse fotos con los asistentes o intercambiar algunas palabras.

Con Juan y Lisandro nos separamos varias veces, estuvimos charlando sobre cuestiones técnicas y de la carrera de varios de estos dibujantes, hasta que se fue haciendo la hora de cierre y nos volvimos unos minutos al CEC.



A pesar de ser jueves, hubo bastante gente, lo cual nos daba la pauta de que el fin de semana el evento iba a a E-X-P-L-O-T-A-R, como decían en el poster de Akira.

Pasada la hora de cierre (como siempre, nadie quiere irse al primer llamado), nos fuimos cada uno por su lado, nosotros hacia mi casa. Un poco cansados, pero extremadamente satisfechos y contentos con lo obtenido de esa primera jornada.



Crack Bang Boom (0): Preparativos

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Semanas, meses de expectativa. Terminó Dibujantes 2010 y ya estábamos en la antesala de otro de los grandes eventos del año, y posiblemente de una vida completa.

Después de muchas negociaciones, habíamos acordado con Lisandro Estherren y Juan Fioramonti que vendrían a pasar esos días en mi casa, ahorrándose unos pesos de alojamiento en el proceso y haciendo catarsis sobre lo difícil que era encontrar un lugar en el mundo, entre otras cosas.

Como el primer turno para presentar carpetas para Will Dennis era el jueves a la mañana, los dos insistieron en llegar temprano a Rosario. Fue así que Juan llegó el miércoles de noche y Lisandro, venciendo su ansiedad, se atrevió postergar un poco más su llegada y estar en el CEC apenas a las 10 de la mañana.

Lo que muchos habían temido sería una carnicería entre dibujantes fue totalmente lo contrario. Un pequeño grupo de dibujantes de diferentes partes del país se fue armando con el correr de los minutos: Córdoba, Mar del Plata, Paraná, Santa Fe, Rosario... De lo más federal, y de lo más cordial. De las chanzas pasamos a las anécdotas y de ahí a los relatos de vida, a lo que nos había llevado al evento, a mirar carpetas, a intercambiar mails, blogs y tarjetas personales. Tanta fue la energía que compartimos en ese momento bajo el sol que decidimos, de la nada, ir a tomarnos algo a un bar cercano.

En el trayecto un par de los aspirantes a trabajar en Vertigo se animó a acosar a Will Dennis en la tienda de muebles antiguos que está en la Bajada Sargento Cabral... pero esa es otra historia. Terminamos tomando unas cervezas en un bar frente a la Aduana. Como no tenía cámara, tomo prestada esta foto de Lisandro.


Algunos de los participantes de la reunión, cuando yo me estaba yendo.
Detrás mío están Juan y Lisandro, y alguien más creo que no salió tampoco.



Al ponernos a mirar carpetas, rápidamente notamos una constante: el nivel en todas era muy alto, cualquiera fuera la técnica, el género o temática encarado.

Fue una manera perfecta de comenzar la convención: haciendo contactos, charlando sobre cosas que nos hermanaban rápidamente, y demostrando lo que sabíamos hacer, sin tapujos, porque todos queríamos lo mismo: trabajar de eso que tanto amábamos.

Lamentablemente yo tenía que regresar a casa para comer y tomar mis cosas, además de que Lisandro tenía que hacer lo inverso, dejando en mi casa su equipaje. Juan decidió quedarse y la reunión se dispersó.

Una vez más, contarlo no resume lo vivido. Fue una manera hermosa de comenzar la convención, recordando que no éramos enemigos, no éramos competidores por un Premio que nos pedía que nos decapitáramos entre nosotros. Éramos artistas y nos gustaba mostrar lo que hacíamos. Nada más que eso.


Dibujantes 2010 (y III): Domingo

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Recuperado gracias a una noche de buen sueño, y después de festejar el Día de la Madre en familia, llegué nuevamente con lo justo, o más bien un poco tarde, a la segunda jornada de Dibujantes 2010.


Seminario
Me había anotado para un solo seminario esa tarde, el que dictaría Rubén Meriggi sobre arte fantástico, género que domina desde hace años. Por diversas cuestiones el mismo se demoró un rato, que aproveché para charlar y recorrer los stands nuevamente.

Una vez dentro me encontré con una charla amena, en la que el conocido dibujante argentino comentó toda su obra, desde sus inicios en Editorial Columba, siendo apenas un adolescente, hasta las obras actuales, en un ambiente laboral y tecnológico completamente diferente.

Una de sus anécdotas refleja que no ha cambiado nada en su cuidado por el detalle y las tramas: según comentó, sus primeras páginas fueron pagadas, pero nunca publicadas, por un sencillo problema. ¡Se había esmerado tanto en el dibujo que no había dejado espacio para el texto! En esas épocas, el aprendizaje del oficio era improvisado y a veces más que autodidacta, si bien las editoriales apoyaban a los autores y les daban muchas facilidades para mejorar.

Como en muchos otros casos, el seminario concluyó con algunas preguntas por parte del público, y una serie de consejos técnicos para los que se inician en la ilustración y el arte de las viñetas. En resumen, una experiencia muy entretenida, además de enriquecedora.


La tarde
Terminado el seminario, me dediqué a sacar fotos y ponerme al día con ciertas personas a las que había perdido de vista en las horas anteriores. Por suerte, las opciones seguían siendo muchas: había stands para ver cosas, y el haber conocido a nuevas personas aumentaba las posibilidades de encontrar a alguien para intercambiar ideas, comentarios y experiencias.






Más tarde, me colé para ver el final de la charla de presentación de Juan Moreyra, de José Massaroli. Resultó muy educativa, y lamenté sinceramente no haber llegado antes, pero no se podía estar en todas partes al mismo tiempo.

El domingo se cerró con una charla igualmente interesante. Carlos Barocelli y Claudio Morhain hablaron largo y tendido sobre su proyecto conjunto: la adaptación a comic de la novela inconclusa de El Eternauta, escrita por Oesterheld.

Por su parte, Morhain contó muchas anécdotas sobre su relación con la obra del genial guionista argentino, repasando, con la ayuda de Leandro Arteaga, la larga lista de pseudo continuaciones y remakes que tuvo en comics. Morhain comentó cómo pudo conseguir el gran honor tanto de terminar la novela como de adaptarla al comic, siendo que ya tenía experiencia adaptando El Eternauta al teatro y debido a la buena relación que mantiene con los familiares de Oesterheld.

Por su parte, Carlos comentó cómo fue elegido por el mismo Solano López para realizar esta continuación tan esperada, que nos llega muchos años después de la muerte del autor original. También comentó cómo se eligió la técnica de aguada que utilizó para todas las páginas del comic, siendo sin lugar a dudas uno de los puntos fuertes del artista rosarino.

Así mismo ambos dejaron entrever algunos de los puntos argumentales de la historia, sus diferencias con el primer Eternauta y también sus puntos de coincidencia. Fue una charla larga pero amena, y que agotó casi todos los puntos que los aficionados queríamos tocar.

Como siempre, desalojar el lugar se hizo largo, ya que nadie quería irse sin charlar un poco más. Fuimos saludando a los invitados, ayudándolos a llegar a sus hoteles para emprender el regreso, o cualquier otra cosa que necesitaran. Cada uno a su casa, porque el otro día teníamos que trabajar.


Conclusión
Termino de escribir esta reseña y siento que, al menos esta tercera parte, no refleja totalmente lo que yo y muchos otros sentimos en ese momento.

Dibujantes 2010 se hizo con MUCHO esfuerzo, mucho más incluso que el del año anterior, que por ser el primero resultaba un desafío de lo más interesante. Muchas cosas pasaron en el largo proceso de organización, la mayoría de las cuales conozco sólo superficialmente ya que mi trabajo me impedía muchas veces brindar ayuda o asistir a las reuniones en días de semana. Sin embargo, conociendo sólo esa superficie, puedo decir que lo hecho fue casi titánico, es bueno saber que convivo en una asociación con gente tan dedicada, capaz e ingeniosa. Espero un día de estos darle a la asociación al menos la mitad de lo que ellos han brindado para este evento.

Hubo varios cambios entre las dos ediciones: de espacios (se usaron alas del Distrito Sur que antes no tuvimos en cuenta); de contenidos (no hubo proyecciones, que el año pasado tuvieron gran relevancia); de formatos (se instaló la modalidad de seminarios por los cuales se daba un certificado, en lugar de las "simples charlas", dando así un marco más profesional al evento).

En conjunto, creo que el resultado no puede calificarse de mejor o peor, sino de diferente. La desigual afluencia de público e invitados (en parte por el día de la madre, en gran medida porque todos esperaban a Crack Bang Boom para venir a Rosario), en todo caso podemos decir que fue un rasgo para nada deseado, pero que tuvo que enfrentarse. La primera Dibujantes tal vez picó demasiado alto, trayendo a toneladas de invitados y público, y no siempre se puede imitar lo que ha salido tan bien.

Dibujantes continúa siendo un caso especial, de convención íntima, grande pero chica a la vez, un poco como Rosario. Poder sentarse a comer y a charlar con grandes artistas argentinos, poder pedirles un autógrafo en cualquier momento, o mostrarles una carpeta con guiones o dibujos, no es algo que se pueda hacer siempre en una convención más multitudinaria. Si bien los espacios del Distrito Sur son amplios, tienen lo justo como para que la gente se amontone sin molestarse, y fluya sin crear fricciones.

Lo bueno siguió estando; en todo caso, lo único negativo fue la menor concurrencia de público e invitados, por los motivos ya señalados. Y si, con todos los obstáculos que surgieron en el camino, a veces en los momentos menos oportunos, se pudo lograr algo así, es por algo especial.

Y ese "algo" especial es la tremenda energía que se junta en estos eventos. Como en muchas otras ramas del arte o de las cosas humanas, tendemos a pensar que los "maestros", los "mostros" y afines, son seres superhumanos que nos miran desde arriba, no recordarán nuestros nombres ni nos saludarán al día siguiente de que nos firmaron un autógrafo. Pero en esta industria, tan chica y tan concentrada, hay lugar para lo mejor del ser humano, y esos "mostros" no dejan de ser gente excelente, que se toma su tiempo para darte un consejo, hace lo posible por recordar tu nombre o lo que hacías, y a veces no tienen problema en tomarse un café con vos.

Como somos humanos, todos estamos atados a lo mismo. La buena onda se transmite, y tanto un "mostro" como un principiante sale con unas ganas tremendas de seguir dibujando, escribiendo y mostrando lo suyo, buscando su camino en el mercado aunque parezca cerrado, tratando de corregir lo malo aunque le hayan dicho que apesta. Eso es el principal aporte que hace Dibujantes, año a año: nos recarga las pilas.

En este sentido, Dibujantes y Crack Bang Boom, si bien están alimentadas por el mismo público y el mismo tipo de invitados (con ciertas variaciones, más o menos grandes), se me ocurren como dos extremos de lo mismo. Una, pequeña e íntima, pensada más para la gente del ramo que quiere ser profesional; otra, más grande y "comercial" (en el buen sentido de la palabra!!!), pensada para un público más amplio, principalmente porque es casi gratuita y ofrece un poco de todo.

La iniciativa de unir ambos eventos (y muchas muestras que no reseño porque no asistí a las mismas) en un gigantesco Mes de la Historieta fue genial, pero habría que encontrar la manera de que los extremos no se junten demasiado, perjudicando tanto a público como a invitados, que no siempre pueden costearse dos viajes, o una estadía muy larga.