20 años con Pearl Jam

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El mes de septiembre fue complicado a nivel compromisos, con muchos cumpleaños de amigos importantes y familiares que me obligaron a estirar un poquito más los tiempos que tenía. Uno de estos cumpleaños fue el de Pearl Jam, banda que me acompaña desde los 16 años, más o menos, cuando la descubrí gracias a uno de mis amigos de la adolescencia.

¿Puedo equiparar el cumpleaños de una banda de desconocidos al de personas que son o que considero de mi familia? Sí y no. Ciertamente no pretendo ser un fanático acosador o un obseso. Pero, por otra parte, es una banda que con su música, sus acciones dentro y fuera del escenario, y todo lo relacionado, me han ayudado a convertirme en quien soy. Su influencia está ahí presente, y por lo tanto, me acompañarán de ahora en más, haga lo que haga. Después de todo, considero que el arte debe tener ese efecto en uno: transformarlo y obligarlo a la evaluación crítica no sólo del arte en sí, sino de la vida y de los valores propios.

¿Cómo celebré el susodicho cumpleaños? Yendo a ver Peal Jam Twenty, el documental filmado por Cameron Crowe sobre la historia de la banda. Y con un amigo seguidor del grupo, para más disfrute.





Todo resultó algo casual, porque creí que la cinta no sería estrenada en Argentina. Me enteré por Facebook y, al hacer cálculos y ver que me resultaba muy caro ir a ver el recital en La Plata, decidí que era la compensación perfecta. Y lo fue.

La cinta es tremendamente recomendable para cualquiera, sea o no conocedor de la banda. Aunque tal vez lo disfrute más alguien que sepa del tema, lo cierto es que su aproximación a la historia de este grupo es todo menos enciclopédica. No se detiene en los discos mucho tiempo (excepto tal vez en los tres primeros, que son importantes por varios motivos), aportando datos de ventas o preguntando el por qué de esta o aquella canción. Tampoco es una suma de datos anecdóticos y curiosidades.

Por el contrario, la cinta es muy equilibrada y si bien ordena este tipo de elementos, los hace desde una complicidad particular, una intimidad difícil de conseguir. No es para menos, ya que Cameron Crowe es fanático y amigo de la banda, y los conoce desde temprano.

Es su historia personal la que desata el documental: él era periodista de espectáculos a finales de los 80s y principio de los 90s, cuando en Seattle se desataba la fiebre grunge.

Fueron tiempos extraños, tal como lo cuenta el documental, y está ahí, creo yo, la respuesta a varias preguntas que siempre me hice acerca del nivel de crítica social y furia que planteó la banda desde sus comienzos, a veces escandalosa, pero nunca involucrada en excesos con las drogas. Y es que Pearl Jam nace de una orfandad: la de Jeff Ament y Stone Gossard, integrantes junto con dos personas más de Mother Love Bone. Encabezada por el histriónico Andy Wood, la banda se disuelve cuando él fallece a causa de la adicción a las drogas.

Este primer golpe, que varios acusan con gran dolor en la pantalla (incluyendo a Chris Cornell, ex vocalista de Soundgarden, parte de la movida de esa época), demolió a muchos, pero con el tiempo las ganas de continuar tocando los llevaron a buscar a otros artistas para formar una banda diferente.

Es ahí donde aparece Eddie Vedder, y el mítico cassette que Crowe le devuelve simbólicamente en la película. Sobre él, Eddie, que vivía en la otra punta de EEUU, surfeando y dedicándose a otras cosas, le pone letra a varias canciones que luego formarán el mítico Ten. No cualquier letra, y no cualquier voz. Los convence y todo sigue adelante.

Pero resumo algo que vale la pena ver y disfrutar. Lo central aquí es que festejar estos 20 años, y ver que sigo comprando sus discos, bajando (legalmente) recitales suyos, rastreando cada cosa que hacen, es lo que me lleva a pensar por qué los sigo después de tanto tiempo.

Las bandas se venden, sobre todo si luego del segundo o tercer disco han encontrado algo que las pueda hacer famosas. Pearl Jam no lo hizo. Encontró la gallina de los huevos de oro en su primer disco, pero no se repitió. Un hecho conocido, y comentado en el documental, es que desde el Ten, disco crucial en la historia del rock, casi cada disco que han sacado ha vendido menos que el anterior. De hecho, el éxito tan temprano y tan grande casi fagocita a la banda, la cual buscó siempre alejarse de la exagerada fama que traía aparejado. El documental analiza su relación con Kurt Cobain, vocalista de Nirvana, que se suicidó por algo que ellos conocían muy bien: la tremenda presión de todo el mundo, desde los ejecutivos de las disqueras hasta el mismo público. Fue otro hecho que los hizo apartarse de ese ambiente, y tratando de quedarse con lo que ellos querían hacer. La huida del éxito terminó de alguna manera cuando conocieron a Neil Young, quien tomó bajo sus alas a estos jóvenes artistas que no sabían bien qué hacer con todo lo que tenían.

Esa autenticidad siempre me sedujo, porque cada disco que compro de PJ me resultó siempre algo totalmente inesperado, realmente nuevo. A esto se le suma el enorme trasfondo político y social de muchos de sus temas, que son mucho más que simples reclamos. Como muestra basta un botón:





El documental narra en este punto, con enorme crudeza, lo que había leído previamente. En una de estas presentaciones en donde se burlaban de Bush, dos tercios del público los abucheó durante todo el tema, tras lo cual Eddie siguió como si nada, sin pedir disculpas ni retractarse. La banda confiesa que casi temieron por sus vidas. Es realmente difícil encontrar una banda que pueda hacer algo así. Como nota, comentar que no fue un solo recital. Hicieron esto en incontables actuaciones de la gira, aunque no siempre con tan malos resultados.

Para ellos, el activismo político es intrínseco a lo que hacen. Recuerdo que pasé años recolectando lados B y fragmentos de recitales en la red, antes de que estos fueran compilados, por ejemplo, en el disco Lost Dogs o en bootlegs oficiales. Fue así que empecé a descubrir la gran cantidad de recitales a beneficio que han realizado, solos o con otras bandas, a lo largo y lo ancho de EEUU y el mundo. Y no sólo para causas grandes (como la liberación del Tibet), sino a veces para escuelas y organizaciones poco conocidas. También se han sumado a muchas campañas políticas, apoyando por ejemplo a Vote for Change, una iniciativa para las presidenciales de 2004 que instaba a las personas a registrarse y votar. Han tomado partido activamente por candidatos presidenciales "progresistas" (desde el punto de vista estadounidense) como Ralph Nader, John Kerry y Barak Obama.

Este costado de la banda, como ya he dicho, me parece admirable por diversos motivos. Principalmente por esto: el verdadero arte debe defender sus principios y los de sus creadores, tanto dentro como fuera de sus obras. No eres un artista comprometido si solamente escribes o cantas algo comprometido.

Por si fuera poco, la banda se ha metido con otros gigantes: en este caso, la empresa Ticketmaster, la cual maneja monopólicamente los precios de los conciertos de todos los artistas estadounidenses. Cuando los precios empezaron a subir y los fans a quejarse, Pearl Jam protestó airadamente e incluso llevó a cabo un boicot, al cual invitó a otras bandas a unirse. Los resultados fueron bastante malos, es cierto: la banda se puso a organizar shows que terminaron siendo desastrosos (entradas falsas, etc.), y nadie los acompañó en la protesta. Pero llegaron al Congreso de los Estados Unidos, planteando que ese monopolio tenía que ser atacado como cualquier otro. Lamentablemente, las personas que estaban a cargo o eran tendenciosas o unos verdaderos imbéciles, tal como muestra el documental en breves escenas (lo que daría por ver las audiencias completas).

Stone Gossard se quejaba en esas escenas que ellos habían sido también adolescentes, y que les había costado mucho reunir dinero para ir a los recitales de sus bandas favoritas, y ahora no querían que sus fans tuvieran los mismos problemas. Argumentaban que uno tenía que poder elegir el mejor precio para un recital, al igual que cuando uno compra un disco en este u otro local. Aquí encuentro yo otra razón para quererlos y admirarlos: el afecto sincero por sus fans, a los cuales no dejan de mimar con todo tipo de promociones, sorpresas, regalos, etc.

Peal Jam fue una de las primeras, sino la primera, banda que atacó el tema de la piratería de conciertos. Muchos fans buscaban e intercambiaban canciones en vivo o recitales enteros, tanto porque no habían podido ir o porque tenían buenos recuerdos de ellos. Lamentablemente a veces caían en manos de especuladores e inescrupulosos que grababan los recitales, en dudosa calidad, y luegos vendían copias de los mismos. La banda mantuvo generalmente una benigna conducta al respecto, permitiendo que los fans llevaran grabadores (yo lo hice en 2005) a los recitales.

Sin embargo, desde el año 2000, al salir de gira con el disco Binaural, revolucionaron el mercado. A partir de entonces la mayoría de sus shows son grabados en vivo desde la consola junto al escenario, y se venden a un módico precio (tanto en MP3 como en FLAC, para los fanáticos de la calidad, como yo) por Internet. Hasta se realiza arte de tapa, de manera que uno baja el CD, imprime las tapas y se arma un disco casi profesional. Otra opción que han hecho es brindar descargas gratuitas o promociones; por ejemplo, con la compra de su último disco, Backspacer, podías bajarte gratuitamente dos recitales a tu elección.

¿Pues qué más? ¡Qué menos! Noto ahora que he hablado poco de lo que los reunió: la música. ¿Qué puedo decir? La tremenda voz de Eddie Vedder, capaz de unos graves que te llegan al corazón, secundada por una garra que he visto en muy pocos cantantes. La batería del ex-Soundgarden Matt Cameron, considerado por muchos músicos uno de los mejores de su época en lo que hace. Jeff Ament, quien sorprende cada tanto con su uso del contrabajo (sí, contrabajo en una banda de rock!) y es el responsable de algunos de los temás más conocidos y emblemáticos de la banda. Stone Gossard, guitarrista y uno de los principales impulsores de la banda en sus inicios, responsable como artista gráfico de muchas de las tapas e interiores de los CDs (Pearl Jam no suele dejar esas cosas en manos de otros) y de la gran mayoría de las canciones del Ten. Finalmente, Mike McCready, quien nos deleita cada tanto tocando con la guitarra en la nuca y planteando un estilo agresivo e innovador. Como nota de color, algo que me encanta, y que marca a las buenas bandas: todos manejan varios instrumentos; por ejemplo Eddie toca una tercera guitarra en muchas canciones, el ukelele, y sabe tocar la batería.

Por si fuera poco, cada uno atravesó una, digamos, tortuosa carrera antes de unirse al grupo definitivamente. Lo cual no les impide realizar discos con bandas propias, colaboraciones en solitario, o cuestiones similares.


¿Qué más me queda por decir? ¡Ya dije mucho! Tal vez es que todavía me dura la alegría, y realmente es una de las pocas bandas que predigo a lo largo y a lo ancho de mis contactos. Escuchen varios CDs, no solamente el Ten, el primero y más conocido. Pregunten a los fans porque hay de todo; incluso si no te gusta todo lo que hacen, seguramente hay muchos temas que pueden interesarte, o albums completos. Y no viene mal aprender también de la historia de una banda que no se vendió, y que pelea por los ideales que el rock verdadero (ese que lamentablemente está casi muerto) siempre defendió y debería defender. No hace falta mucho volumen ni romper guitarras. Hacen falta buenas melodías, buenas letras y gente comprometida a hacerlas cumplir fuera del escenario.

Por otros veinte años de Pearl  Jam.

Personajes del cuento/colectivo

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Nueva iteración. El 101 se demora unos minutos más, desde hace ya unas semanas. Me quita preciosos minutos de previsión, minutos de caminar un poco más despacio para llegar. Pero no hay otra. El 146 llega justo antes, pero uno viaja colgado.

Subo con un grupo mediano de colegiales. Me llama la atención la estética que usan: las chicas con pantalones ajustados, y bien vestidas: los chicos como si estuvieran usando lo mismo que anteayer, gorra y capucha. Tal vez porque siempre fui a escuela privada, con uniforme bien reglamentado, no me parece correcto verlos así. Tengo un problema con las adolescentes que usan ropa provocativa. Mi hija nunca se vestirá así.

Afortunadamente son respetuosos y no hacen escándalo, o tal vez están demasiado cansados. A las pocas cuadras suben unos más. Uno habla a los gritos, con voz deforme, sobre sus peripecias con malas compañías: ha sido interceptado por la policía varias veces o ha tenido tratos con gente pesada del barrio. Lo ve como una aventura. Pobre idiota.

A veces, sube uno que pone cumbia villera en el celular. Dos veces, en días muy malos, estuve pensando en decirle que la apague. Ahora no ha subido, o tal vez ha subido pero no pone música. Da igual.

A las siete cuadras sube Sonrisitas, una colegiala que le da nuevo nombre a la angustia adolescente. NUNCA sonríe; de hecho, nunca tiene en sus labios, siquiera, una expresión neutra. Parece a punto de morir de dolor existencial, todos los días. No se da con nadie del colectivo; a diferencia de los individuos anteriores, que confluyen en el mismo colegio, ella sí tiene uniforme y va hacia otro lado. O tal vez hacia el mismo, pero no lo sabe.

Apenas dobla el colectivo por una callejuela, luego de cruzar la vía, sube el Gordobolú. Lo apodé así luego de escucharlo inventar apodos idiotas para sus compañeros, haciéndose el vivo, el más groso de todos. Se parece enormemente al gordo Casero. Sin embargo, hace meses que ya no lo escucho decir nada, ni charlar con su sidekick, un chico mucho más petiso y flaco que parecía su amigo del alma. No sé qué habrá pasado.

En la siguiente parada, siguiendo con los meandros del recorrido, sube la Rubia. La acompañan cinco o seis albañiles, amables y a veces conversadores, buena gente. Ella, siempre con botas altas, chaqueta de algún tipo, buena vestimenta, y una carpeta que la dibuja como estudiante de algo. Nunca se sienta en asientos simples, algo que observé hace meses, cuando el colectivo tenía otro horario y frecuencia, y llegaba a esa esquina sin pasajeros a pie. La única vez que se sentó en uno de esos asientos fue, justamente, frente a mí. No sé qué me seduce de ella; tal vez sea una cuota de misterio. A veces es fría; a veces habla y saluda; a veces muestra felicidad. Creo que la sigo con los ojos solamente para ver en ella algo diferente, para que ese viaje no sea idéntico al anterior.
  
El otro día la vi correr el colectivo. Y entonces me di cuenta de por qué llama tanto la atención: vive al lado de la villa, tal vez en una de esas casas lindas que nadie puede vender por su locación. Este hecho me había descologado sutilmente, y nunca lo había advertido hasta entonces.

En esa parada también sube Jopito, una adolescente bastante bonita, siempre impecablemente peinada. Ahora se le ha sumado una compañera más, extremadamente alta, flaca y cachetona. En las siguientes cuadras, suben otras compañeras del colegio. La última es la Rubita, una chica con un rostro bonito pero que parece haber estado chupando limones. A veces se reúnen y charlan en voz alta, se cargan, se pasan datos. A diferencia del primer grupo, parecen chicos y chicas más sanos. Por lo menos no hablan de boliches raros, agresiones por Facebook o roces con las fuerzas del orden.

Pasan unas cuadras en donde nadie sube ni baja. Luego el Viaducto, luego me bajo. Si no he podido sentarme al fondo, tengo que recorrer un colectivo lleno, y puedo ver más de cerca a algunos de estos personajes. Les deseo un buen día, y me despido mentalmente. ¿Quién seré para ellos? ¿Qué personaje habrán construido, si acaso alguno? Nunca he de saberlo.

Barrileteando con la ADL

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El domingo pasado (11 de septiembre de 2011) asistí a la Barrileteada anual que organiza la Municipalidad de Rosario, una hermosa iniciativa por plantearle a la familia una salida sana, gratuita y gratificante al aire libre, centrada particularmente en el arte de hacer y volar barriletes. Como en otras oportunidades, la Asociación de Dibujantes del Litoral tuvo su espacio.

Nuestra participación fue la de ofrecer dibujos a los asistentes, aprovechando también para promocionar nuestros talleres y actividades. Afortunadamente la tarde fue hermosa con mucho sol y ninguna nube, lo cual hizo que el parque Scalabrini Ortíz estuviera lleno de público.






También hubo espacio para otras actividades, ya que estuvieron visitando el evento el gobernador saliente de Santa Fe, Hermes Binner, actualmente candidato a presidente de la Nación, y la intendente electa de Rosario, Mónica Fein. Ya acostumbrados a los políticos que preparan actos para besar bebés, tengo que recalcar que aquí se dio todo en el ámbito de la completa improvisación. Sin guardaespaldas ni nada parecido (cosa que candidatos de otros partidos han tenido que utilizar en más de una ocasión para evitar malos momentos), ambos eran abordados amablemente por personas y familias para sacarse una foto o conversar unos minutos. Por eso costó mucho sacar esta foto: siempre había gente en el medio :D


En resumen, la pasamos muy bien con la gente de la ADL, yo cebando mate y ayudando en pequeñas cosas porque soy un negado para el dibujo. Aproveché para charlar con personas que hacía muchos meses que no veía e intercambiar novedades (además de recuperar valiosos comics que había prestado!!).

De yapa, les dejo la actuación del "pulpo volador", artilugio que he decidido usaré algún día para jugarle una buena broma nocturna a algún amigo o conocido. A que no se lo imaginan apareciendo sobre uno en una esquina desolada.



Aceleración y adaptación

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Uf, ya una semana sin decir nada...

En un mes lleno de cumpleaños (seis si contamos el de Pearl Jam: ya compré la entrada para el documental que pasan en el cine, ya que no tengo el dinero para ir al recital), apenas tengo tiempo para cualquier otra actividad social. Ocupo lo que queda en estudiar y relajarme, particularmente escuchar música (gracias a mis parlantes nuevos) y a ver algo de anime (más que recomendable: Ghost in the Shell: Stand Alone Complex).

Y escribir, claro. Lo bueno es que han pasado varias semanas en las que pude acumular muchos guiones cortos, sin tener que dejar de lado otras actividades. Tengo ideas para varios más, y recién me han solicitado uno en particular. Así que tampoco me puedo quejar por ese lado.

¿Y de qué me puedo quejar? Yendo al caso, de los mosquitos que comienzan a pulular por estas pampas húmedas, pero nada más. La facultad me da una energía increíble. Este semestre, con una materia menos que el anterior y una menor presión de estudio, se perfila muy interesante. Si bien algunas materias arrancaron más rápido que otras y ahora hay que saber empalmar los ritmos, de nuevo me adelanté a ciertos contenidos, que puedo estudiar antes de darlos en clase. Pasada la pesadilla de la fotocopiadora maldita, que nos obliga a peregrinar en búsqueda de los apuntes correctos, todo marcha sobre rieles.

Lo único que no siempre me agrada es que todo esto me obliga a hacer constantes ajustes diarios. Soy una rara mezcla de planificación e impulsividad. Planeo cada día lo que voy a hacer en los dos siguientes, pero después me encuentro con algo inesperado y cambio la mitad del plan. Y tengo que tener cuidado de no perder de vista los objetivos inmediatos y a corto plazo.

Mientras escribo esto, recuerdo algo más que debo hacer urgentemente. Nos vemos en unos días.

Dos experiencias con Citadels

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Como ya conté previamente, el domingo luego de RJR2011 jugué una partida trunca de Citadels. La misma, tal como nos habían pronosticado, arrancó lentamente pero se aceleró en cada turno, mientras íbamos aprendiendo y recordando las reglas.

El juego se desarrolló así de manera algo caótica, por la festividad del momento, y por las diferentes aproximaciones al mismo. Yo, por una parte, traté de desarrollar una estrategia, siguiendo los consejos de los que nos estaban enseñando el juego. Mientras tanto, otros jugadores hacían un juego mucho más aleatorio, no por descuido sino adrede. En más de una ocasión hice una jugada muy planeada (incluso aplaudida por nuestros invitados porteños) que no obtuvo ningún resultado.

Hacia la mitad de la partida comencé a liderarla con varios edificios de muchos puntos, llegando a tener algo así como 18 cuando los dos que me seguían tenían 14 o 15. En ese momento uno de nuestros invitados decidió, después de muchos turnos, sacrificar su Armory para destruir una estructura que costaba 6 oros para construir pero valía por 8 puntos (no recuerdo su nombre). Esto emparejó el juego y me hundió en una serie de fracasos continuados, de los que no pude levantarme hasta que decidí irme porque era ya muy tarde.

El juego me dejó una muy buena impresión, aunque comencé a ver una realidad: el tiempo máximo indicado en la caja no era muy exacto, porque aunque habíamos perdido mucho tiempo explicándolo, luego de casi hora y media de juego no estabamos ni a la mitad de las posibilidades de la partida (a lo sumo había jugadores con cuatro distritos, pero eran tres de ocho).

Días más tarde, en una reunión con compañeros roleros, muy pasada la medianoche, dimos rienda suelta a las ganas por hacer otra partida. Utilizamos una versión más novedosa, que incluía el Dark City Pack, aunque no hicimos uso de estas cartas para no complicarnos.

Éramos cuatro, de manera que redujimos mucho la cantidad de cartas de personajes. Pensando en acortar el tiempo de juego, decidimos eliminar al Warlord, para que lo construido no pudiera ser destruido fácilmente, y también al Bishop, que es un poco su contraparte.

Sin embargo, de nuevo nos encontramos con un juego que duraba más de una hora.

Para decir la verdad, los cuatro estábamos muy cansados y alguno (no diré quién) con alguna copita de jerez de más, pero eso no influyó mucho en la velocidad de aprendizaje del juego. El comienzo fue lento en cuanto a levantar cartas y tomar oros, pero luego de tres o cuatro turnos ya nos estábamos sacando los ojos.

Creo que así el juego es mucho más divertido, porque las estrategias son mucho más efectivas ya que hay menos cartas, y el cambio más seguro del rey plantea constantes sobresaltos. Experimenté varias veces la ventaja de ser el último en elegir carta de personaje, sobre todo porque mis compañeros una y otra vez dejaban de lado al asesino o al ladrón. O viceversa, tomar primero alguna de esas, perdiendo cartas u oros extras para asegurarme inmunidad.

Nos hicimos la vida imposible más de una vez, como cuando yo robé a uno y otro mató al segundo, haciendo que la ronda se cortara por la mitad (casi lo hicimos de nuevo una vez). O cuando arriesgué a robar al arquitecto (viendo que era una carta que alguno de mis compañeros tomaría, y todos tenían oros), y justo le pegué al que tenía muchos oros. Esta jugada de ingenio y de suerte, de hecho, me permitió tener el dinero para dar mi último golpe maestro.

Tomé la delantera, seguido de cerca, hasta que otra vez la maldita Armory significó la destrucción de una estructura especial que me daba oro cada vez que el rey cambiaba de manos. Sin embargo me recuperé y con un poco de astucia y suerte logré construir una estructura de similar importancia.

Finalmente otro jugador construyó los ocho distritos y me obligó a construir uno de poca importancia para sumar al menos tres puntos más, sin que me quedara tiempo de concluir mi estrategia. De todas maneras, al hacer el recuento de puntos, terminé ganando 33 a 31.

Terminamos de jugar a las 6 de la madrugada. Calculamos que la partida duró algo así como hora y media.

Realmente es un juego muy bueno, y tal vez lo compre en un futuro. Aunque amedrenta un poco (a los primeros minutos de explicación uno no entiende mucho), rápidamente se pierde esa sensación y la cosa fluye. Es tremendamente adictivo y crea una competencia constante, divertida y llena de estrategias, fallos y éxitos. Veo que lo que me dijeron es cierto: se puede rejugar mil y una veces, lo cual no hace más que agregarle valor.

Próxima parada, Mad Zeppelin.

Green Lantern (2011)

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A veces me tomo el tiempo para leer reseñas de las películas que sí o sí voy a ver, sobre todo si no tienen spoilers. La idea es comparar lo que se dijo y lo que yo percibí, y evitar posibles sorpresas desagradables.

En dos reseñas previas a esta película tuve sendas alarmas. Y sin embargo la fui a ver, porque las reseñas, si bien no eran muy positivas, tampoco eran muy negativas, y no quería quedarme sin haberla visto.

Como resultado, tengo que admitir que lo que había escuchado aquí y allá (no logro ubicar las reseñas, pero también era algo leído en foros y otros lugares), es cierto. Green Lantern se queda a medio camino de todo, y lamentablemente esta es la razón por la cual ha resultado un fracaso a nivel económico. Lo cual seguramente impedirá o dificultará, al menos, la aparición de una secuela.

¿Cuáles son las causas? Pues varias. Las analizo punto por punto, comenzando por la más importante.


Ante todo, el guión
En un mundo en donde los efectos especiales cuestan fortunas pero pueden lograr casi cualquier cosa, lo menos que podíamos esperar era que fueran espectaculares, alucinantes y memorables. Lo son. Lamentablemente, como siempre digo, un buen guión sale muchísimo más barato que los fuegos artificiales y puede hacer la diferencia entre una película del montón y una excelente, allí donde a nivel visual todas descollan.

Este es el caso de Green Lantern. Soy de los que piensan que, cuando una película comienza con un narrador en off, es porque ha fallado. Comienza con el pie izquierdo, sobre todo si ese narrador no es un personaje protagonista sino un simple parche para contar algo que nadie sabía como decir.

La cinta comienza narrando nada más ni nada menos que quiénes son los Guardianes de Oa, por qué existen los Anillos y qué es el Green Lantern Corps. Un fallo enorme, sobre todo porque no hace falta esta información al comienzo de la historia, y porque en el resto de la película estos datos se repiten en pequeñas dosis. No costaba nada, de hecho, profundizar esa información e integrarla en la narración de la historia, mejorando así su solidez y eliminando la introducción acartonada, deslucida.

Por otra parte, si íbamos a explicar los orígenes de las cosas en los títulos de inicio, hay dos grandes ejemplos que me vienen a la mente. Dos películas que, si bien no me gustaron en general, tienen comienzos perfectos que dan cuenta de mucha historia previa: X-Men Origins: Wolverine y Watchmen. Sin mencionar The Incredible Hulk, que hace lo mismo para evitar repetir la historia rebooteada. No costaba nada armar una introducción visual para la película.

Desde este paso en falso, la película nunca se levanta. Tal como lo mencionaba una reseña, hay saltos en la acción, una aceleración que hace que uno tenga que llenar huecos de personajes y situaciones ya que no son evidentes, nunca se nos dicen ni se nos revelan explícitamente. No siempre es malo que tengamos que imaginar cosas dichas sutilmente; el problema es que aquí no se dan ni siquiera entre líneas.

En definitiva, y para no entrar en spoilers, el guión está precocido y le falta mucho impacto. Tiene altibajos muy grandes. No es una película para recordar, lamentablemente, salvo por pequeños pedazos.

Por si esto fuera poco, la historia es simple y lineal, no sale de plantearnos al típico héroe de capa caída que es la única esperanza de mundos enteros y que triunfa allí donde todos los demás fallan, solamente porque es humano. Sí, estamos ante una película de superhéroes, pero hace rato que estas, por suerte, dan algo más que papilla mental, y no estaría de más que se hiciera un trabajo un poquito, al menos un poquito, más elaborado.



Lo visual
Como dije antes, se da por sentado y no defrauda. Los alienínenas como Tomar-Re y Kilowog están perfectamente hechos e interactúan de maravillas con los protagonistas. La visualización de Oa y de lo creado por los Guardianes es excelente, y nos mete de lleno, rápidamente, en un mundo muy rico.

Mención aparte para los constructos del anillo, tanto los que crea Hal (como la famosa Gatling que se ve en el trailer): son muy creíbles tanto en lo visual como en lo argumental, manifestando a la perfección la personalidad del protagonista. El uso de un traje totalmente creado en CGI, si bien levantó controversia y críticas apresuradas, demostró que no había nada que temer. Está bien hecho y hasta hace más creíble toda la historia.




Lo demás
Sí, no mencioné los actores... sinceramente, ninguno hace su trabajo demasiado bien, tal vez, en parte, porque el guión no los ayuda. Pero sólo en parte. Como tuve que ver, DE NUEVO, la película doblada, sin subtítulos, no pude apreciar la voz de Jeffrey Rush (como Tomar-Re). Lamentablemente varios actores secundarios, como Angela Bassett y Tim Robbins, si bien cumplen con su papel, no tienen el suficiente espacio como para levantar el nivel general.


El resultado
No es una película mala, ni fea, ni poco recomendable. En todo caso la cuestión sería ir a verla, porque tiene momentos muy buenos, y porque no está mal a veces desconectarse sin pedir mucho. La cuestión, en todo caso, es esa: estar advertidos de que no es la gran cosa, y que de hecho, está por debajo de lo que Marvel está haciendo con sus personajes. Bastante más abajo, lamentablemente.

Espero que DC levante cabeza y pronto nos presente mejores películas. No estaría nada mal que aprendan de los errores de esta y se planteen una secuela (obviamente, se dejó plantada una escena propicia, pero horrorosamente mal enfocada desde lo narrativo, sin ton ni son). La capacidad bruta está, ahora solamente les queda afinar el lápiz.