Extranjería

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Mi patria es la escritura. Desde el lunes estoy como fuera de casa. Soy un extranjero.

Cierto, no fui expulsado. Me tuve que ir de viaje, porque hasta ahora esa patria no me da todo lo suficiente para subsistir. Tengo que cruzar de frontera para ir a mis otros trabajos. Y hay días en los que esos trabajos, aunque generalmente interesantes y bonitos, duelen, o saben a cenizas. Hubo varios, recientemente. Tal vez eso refuerza la sensación de extranjería.

El año empezó mucho más fuerte de lo pensado. Mucho, mucho trabajo. Mucho cruzar la frontera, todos los días. Y si bien le agarré el ritmo, también hubo momentos no tan fáciles de sacudir. Y muchos, muchos viajes diarios, y cansancio, y mal sueño, y poco sueño, y algo de fastidio.

Debería estar escribiendo. Incluso ahora mismo, debería estar revisando un libro, corrigiendo, reescribiendo. Desistí; tengo medio cerebro encendido y la otra mitad disperso por mil proyectos.

Debería estar guionando. No uno, sino tres guiones. Uno muy breve pero también muy urgente; los otros dos no tanto, pero más largo. Y también buscando otras alternativas. Y también viendo cómo expandir otras iniciativas, como mis talleres de guión. Mientras voy construyendo, con un amigo, un sitio, mientras mantengo los blogs, mientras...

Mientras escribo esto leo, al mismo tiempo, artículos de diarios. Y no es procrastinación. Es la necesidad de atender a un poco de todo: el despejar la mente, el ordenar archivos o papeles, el anotarme las cosas importantes para hacer (las que no vale la pena olvidar), el mandar mensajes que involucran a alguno de los cinco proyectos de comics o de escritura en los que estoy metido para este año, el leer algo para informarme y algo para inspirarme, el preparar material para la docencia, el atender cuestiones familiares... Ya ni tiempo tengo para visitar amistades o familia, y aunque todas las semanas desocupo cosas de la lista, sigue habiendo ahí cosas para hacer.

Y la escritura sigue lejos, detrás de la frontera.

Desde hace semanas, escribo solamente dos días a la semana: lunes y viernes, con algunas esporádicas rachas los martes y los jueves, por la tarde, cuando los ratos sueltos no se ocupan con otras cosas. Además, las mañanas son las que realmente rinden, y de esas solamente tengo las dos ya mencionadas en primer lugar. Por la tarde y sobre todo por la noche, el cansancio me baja los ojos o me satura la mente. Demasiadas cosas para hacer.

Y los guiones sin escribir, y los textos sin revisar.

Es algo contra lo que ya luchaba, pero ahora amplificado. Demasiados proyectos, demasiados caminos para ir saltando de uno a otro. Pero son caminos que yo construir, no se pueden dinamitar. No son imposiciones. Son necesidades. Sería menos yo si los abandonara. Otra no queda, más que apretar el acelerador cuando se pueda.

Así que no, hoy no voy a escribir un guión, ni a revisar un libro. No me da el cerebro para eso; de hecho son las 23 y ya me duermo. Pero si alcanza para esta entrada, me puedo considerar satisfecho. Quiere decir que el pago en cuotas sigue funcionando.

Mañana será otro día. Y hay una cosa menos en la lista.