Skyfall (2012)

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El poster minimalista de la cinta, un punto que define
algo importante: estilo, puro estilo.
50 años de James Bond, el espías más famoso, amado y odiado del mundo. 50 años de tiros, persecusiones, besos y martinis en todas partes del mundo.

Era inevitable que en un aniversario tan importante surgiera otra edición más de una de las franquicias cinematigráficas más conocidas a nivel mundial. Y por muchas razones, Skyfall resulta la película perfecta, con excelentes protagonistas, un aclamado director, un bien formado grupo de actores secundarios, un villano brillante, una historia interesante pero sencilla y muchos pequeños detalles que pueden hacer las delicias tanto de los fanáticos como de los que comienzan a conocer al personaje.

No por nada se ha anticipado tanto sobre esta cinta: por estar nuevamente Daniel Craig en la piel de 007, por la excelente actuación de Javier Bardem, ayudado por un guión que le proporciona el villano perfecto, por la aparición de elementos tradicionales de la saga, por estar Sam Mendes detrás de las cámaras... Lo cierto es que nos encontramos nuevamente, como sucedió con Casino Royale y Quantum of Solace, con una buena película que no resulta floja en ningún aspecto.

Esta vez, en consonancia con el largo aniversario, tenemos una historia acerca del paso del tiempo. La cinta nos presenta a un Bond curtido, tal vez demasiado. Un Bond roto, dañado física y mentalmente luego de años de correr agentes enemigos y burlar a la muerte. Porque si su negocio es la resurrección, como dice en una parte de la cinta, está claro que esas resurrecciones han tenido su costo.

Pero no es solamente Bond el que sufre de los golpes del tiempo. De hecho toda la cinta está montada sobre el debate entre lo nuevo y lo viejo, entre lo (supuestamente) superador y lo agotado. Así como Bond parece no estar ya para esos trotes, su jefa, M, es atacada brutalmente por alguien de su pasado, que la pone de nuevo frente a sus "pecados"... y al borde del despido y el reemplazo por alguien más joven. El ida y vuelta entre los métodos nuevos y viejos de la inteligencia (la tecnológica y la humana) y otras capas agregan más detalles a la trama.

Esto sucede, incluso, en un meta nivel: no podemos olvidar que al celebrar el 50º aniversario de la franquicia, eran obligatorias ciertas referencias al pasado de la saga.

Es así como, en una película novedosa, con elementos actuales, podemos ver desfilar ciertos cameos: la PPK clásica de Bond, algún Aston Martin famoso, microradios, martinis, etc.

Pero eso no es todo lo que vuelve. Estambul, Shangai, Macao... todo el exotismo de las películas anteriores está allí, pero mostradas por una lente nueva, magistral de Sam Mendes, que hace que incluso Londres, ambiente ya super conocido, nos parezca nuevo y atrapante. También están las bonitas féminas que hacen más agradable, pero también peligroso, el trabajo de Mr. Bond. Lo que falta, con suerte, son los efectos digitales: simplemente porque, como acota alguien en la película, las viejas formas a veces siguen siendo las mejores. Prácticamente todo lo que vemos es real y sigue brindando esa sensación tan particular.

Justamente una de las cuestiones que hacen a ese realismo es la aparición de muchas cuestiones más humanas, por un lado, en los personajes, y más actuales, por el otro, en los temas tratados. Y es que la lealtad (rota o mantenida), la duda, la culpa, la venganza, la obsesión, y muchas otras cuestiones humanas se enquistan en los personajes, haciéndolos más fuertes y más débiles: más humanos.

La fuerza que motiva tanto a Bond como a su némesis, Silva, es tremendamente real y entendible. Los métodos que los enfrentan también plantean paradojas y desafíos en la actualidad del campo de la inteligencia: allí donde 007 es un experto agente según los standares tradicionales, su enemigo explora nuevos tipos de amenazas, más acordes con las nuevas tecnologías.


Mucho se ha dicho del mérito de Javier Bardem al interpretar a este tremendo personaje, aparentemente inofensivo en su aspecto, pero lleno de oscuridad y peligro. Creo que no conviene decir nada sobre el mismo, ni seguir hablando más acerca de lo logrado por el actor español: temo predisponer demasiado al lector, algo que, creo, me sucedió en parte. Baste decir que es su trabajo es sublime, pero poco podría haber hecho si el personaje hubiera sido más plano. Lleno de texturas y riqueza, el guión le permite personificar a uno de los mejores villanos del género.


Poco más puedo decir, pues ya dije suficiente. Skyfall, con sus reflexiones sobre el paso del tiempo, con sus personajes llenos de dudas, odios y amores muy humanos, con sus contrasentidos; con sus méritos técnicos (hay que ver las persecusiones, que siguen dejando sin aliento), con sus méritos artísticos (sin olvidar un reparto de secundarios que más de una película envidiaría), y con sus homenajes y sus innovaciones frente al género de espionaje y a las cintas anteriores el personaje, es una de esas películas que no nos dejarán indiferentes y que casi con seguridad gustarán a la mayoría.

¿Qué vendrá luego? Tendremos que esperar unos años más para saberlo. A mí me intriga mucho saber si Daniel Craig seguirá en el personaje, porque me encanta su actuación y el estilo que le pone al mismo. Sin embargo, algo de cierto tiene la cinta: el tiempo pasa. Y cada tanto, hay que hacer cambios. Aunque lo bueno deba quedar, justamente porque es bueno.



Como muestra de la grandeza de la apuesta visual, una de mis partes favoritas, con lo mejor del estilo Bond: la secuencia de apertura con los créditos.


Argo (2012)

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Hace tiempo, uno veía Good Will Hunting y tenía que reconocer el buen trabajo de Ben Affleck como ladero de su gran amigo en la vida real, Matt Damon. Pero mirando las cosas desde más lejos, podía parecer que el rol en esa película (la cual ambos escribieron) no iba del todo de la mano de sus capacidades. Lo vimos hacer muy buenos papeles en films de Kevin Smith, pero después solamente apareció en películas poco conocidas o en otras que fueron chascos de crítica o que, aunque vendieron bien, no aprovecharon totalmente sus capacidades. La lista está ahí: Armageddon, Pearl Harbor, Paycheck (¡herejía!, la odié), Daredevil...

Pero sin quitar ni poner mérito a todas sus obras anteriores, lo cierto es que Argo funciona como un perfecto punto de inflexión en lo que podríamos llamar una segunda parte de la carrera de Affleck. Un poco como Damon, que dejó de lado las cintas de acción como la trilogía Bourne (más que nada, según él mismo, debido a su edad y las exigencias físicas del papel), ahora Affleck toma otros caminos, tanto como actor, en un papel en el que casi lo desconocemos, y como director (aunque no es la primera cinta que dirige).

Sin estridencias ni exageraciones, Argo resulta una película relativamente pequeña en algunos aspectos, pero enorme en cuanto a la historia y lo que representa para EEUU y para la geopolítica mundial. Es una de esas cintas que tal vez no sean clásicos, ni sean muy recordadas, pero que funciona perfectamente en muchos niveles.

Parte de esta característica parte, tal vez, del hecho de que Argo cuenta una historia pequeña, desconocida, dentro de una historia enorme, casi sabida de memoria para un estadounidense promedio: la crisis de los rehenes detenidos en Irán luego del golpe de estado de 1979.

EEUU había recibido en asilo al depuesto Sha de Irán, un dictador puesto a dedo por ellos mismos. Luego del golpe, que trocó un gobierno de terror por un otro fundamentalista, los manifestantes, organizados por grupos extremistas anti-occidentales, comenzaron a protestar airadamente frente a la embajada de EEUU. Exigían la devolución del Sha para que pudiera ser juzgado por sus crímenes.

En un punto la situación se desbordó, los manifestantes (muy posiblemente alentados por las autoridades fundamentalistas) asaltaron la embajada y tomaron prisioneros a todos sus trabajadores, acusándolos posteriormente de ser espías y exponiéndolos a la violencia que vivía el resto del país, con ejecusiones y detenciones sin juicio previo.

Sin embargo, seis diplomáticos estadounidenses lograron escapar antes del asalto, huyendo a la residencia del embajador canadiense y hospedándose en ella.

Es entonces cuando las autoridades estadounidenses, imposibilitado de hacer algo por las decenas de rehenes detenidos en la embajada, deciden hacer algo por estas personas, que los iraníes todavía no han descubierto. El problema surge cuando todas las ideas para la extracción resultan débiles, ya que Occidente ha cortado todo tipo de lazo, incluso humanitario, con Irán. Es entonces cuando el personaje de Affleck, un operativo de la CIA, tiene la "mejor peor idea" de todas: hacerse pasar por un productor de Hollywood que busca escenarios exóticos para una película de ciencia ficción. Una vez adentro, intentará sacar a los diplomáticos haciéndolos pasar por personal afectado directamente a la película.

Claro que todo el engaño implica hacerle creer al mundo que la película, titulada Argo, es real, por lo que el experto de la CIA acude a un conocido, John Chambers, quien había trabajado en Battle for the Planet of the Apes disfrazando a humanos como simios, además de haber trabajado antes para la CIA. Junto a un productor veterano y experto en el movie business, deben hacer todo lo posible para convencer tanto a la CIA de que la idea es viable, así como a los iraníes de que el engaño es real.

La película nos traslada perfectamente al ambiente de la época, no sólo por lo visual y lo obvio, como vestuario y lo demás, sino a la convulsión nacional e internacional que la toma de la embajada produjo. Los protagonistas están atrapados entre el odio mutuo de los iraníes y los estadounidenses, entre las intrigas de la diplomacia y los servicios secretos y los pequeños gestos humanitarios, como los del embajador canadiense, que se juega la vida hospedando a los diplomáticos estadounidenses. El espectador realmente siente la presión del agente de la CIA al introducirse en un país extranjero y quedar totalmente aislado de todo tipo de ayuda, jugándose la vida por salvar a otros.

Como decía antes, la película es relativamente pequeña, sin estridencias. No posee ningún sentimentalismo ni patriotismo: es una obra bastante pura, fiel a los hechos (en los créditos vemos escenas de la época junto a partes de la película, como para asegurarle al espectador la realidad detrás de la ficción). Cuenta sin perder neutralidad las malas maniobras de EEUU al poner en el poder a un sangriento y odiado dictador, lo cual justifica la revolución, pero también muestra sin exageración el nuevo orden de terror impuesto por las autoridades islamismas. Ayuda que los hechos están bien documentados, pero también que el trabajo de los realizadores, con Ben Affleck a la cabeza, sea muy bueno.

Affleck reluce entonces como actor, en un papel que lo torna casi irreconocible, como un agente de la CIA a los que no estamos acostumbrados: separado momentáneamente, preocupado por su hijo, pero profesional y dedicado. Lejos de un espía asesino despiadado, es un hombre preocupado por hacer su trabajo bien, no por buscar medallas sino simplemente porque de él dependen la vida de otros.

Por si fuera poco, está respaldado por estrellas como John Goodman y Alan Arkins, y por un reparto de actores ya actrices secundarios que realizan un trabajo fino, casi de relojería. El resultado es una película sin fallas, sin fugas ni puntos ciegos, con algunos toques rayanos en el absurdo (hay que reconocer lo cómico de la propuesta, dentro de un mar de tragedia y tensión), pero con algo de acción y mucho, mucho suspenso real. No solo porque sabemos que esas personas existieron y sufrieron lo aquí expuesto, sino porque la película se convierte en un buen reflejo de la realidad. Y eso ya de por sí es raro de lograr en muchas cintas, que parecieran buscar superarla. Tal vez uno de los mejores méritos de Argo es justamente ese: demostrarnos una vez más que no hay que buscar historias rebuscadas y vueltas de tuerca extrañas, porque la realidad superará siempre a la ficción, aunque parezca imposible.


Mucho es decir poco

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Demasiado, demasiado, demasiado rápido pasan los días. De pronto es mitad de noviembre, y no puedo creer que la última entrada sea de hace más de una semana.

Y es que esta semana fue infernal, y me alegro que termine. Tanto por su ritmo como por algunos de sus resultados, merece desaparecer de la historia. Después de muchos días de buen trabajo y resultados, de pronto me choco con tantas barreras que termino desmotivado, confundido, mareado.

Todo arrancó bien, ordenado, casi cronometrado. Estaba fresco el recuerdo de mi graduación, de la reunión que organizamos. Estaba con asuntos de la revista Términus, corrigiendo guiones a último momento y escribiendo algunos nuevos (de los cuales estoy bastante orgulloso), y dándole a las teclas con algunas nuevas cosas relativas a los juegos de rol. Poco tiempo, pero bien aprovechado.

Y luego las cosas de último momento borraron todos los planes. Cuando quise darme cuenta era miércoles, jueves, y todo era diferente. Tuve que renegar días enteros con mal acceso a Internet, intermitente o nulo. Cuatro días seguidos sin poder dormir bien, ni siquiera las siestas. Para el jueves era un harapo. Y por si fuera poco, cierro la semana con un mal broche, con idas y vueltas, trámites a medio hacer y mucha bronca, que por suerte he aprendido a alejar, porque de otra manera...

En definitiva, que por todo lo que ha salido mal, además del mal sabor termino con más trámites para la semana que viene. Y realmente poca motivación para algunas cosas... hace tres días que no toco un guión o alguno de mis proyectos de mediano/largo plazo, y eso es grabe. Mañana no podré, y tampoco el domingo. Y el lunes no creo, y el martes, quién sabe.

Mejor lo dejo acá, para no enroscarme más.

Revista Términus en la calle... y yo también

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Estos días he visto cómo mi rutina se daba vuelta constantemente, sumando apuros, contratiempos y cambios de ritmo insospechados. En gran medida, gracias a la revista y la promoción necesaria para llevarla adelante.

Sabíamos que lo más complicado y costoso en tiempo llegaba ahora, pero no lo habíamos podido dimensionar por falta de experiencia y comparación. Una hora de intercambio constante de mensajes entre miembros de la revista pueden ser realmente agotador. Doy gracias de que nos llevamos bien a nivel personal y profesional, que si no... Pero después está todo lo referente a los medios de comunicación.

Comenzó así, a mitad de la semana pasada, cuando pautamos rápidamente una entrevista para un programa local de Radio Universidad (de la Universidad Nacional de Rosario). Damián, Bruno, Maxi y yo fuimos a los estudios de La Linterna Mágica y nos quedamos casi 20 minutos. El resultado se puede escuchar aquí. El desenlace: una revista de Planet of the Apes, cortesía de Damián Couceiro (todavía no puedo creer que esté dibujando un guión mío un artista de esa altura) y una (media)cena con el grupo y Marcelo Frusín, además de algunos de sus alumnos.


Esta semana tuve que salir a alguna entrevista de trabajo, el martes estuve toda la mañana sin luz, lo cual atrasó totalmente ciertos temas, como escrituras y trámites online. Al volver el fluido eléctrico (curiosa expresión, que me hace acordar al famoso éter del siglo XIX), me encuentro con que tenemos que acordar una cita para una sesión fotográfica para una nota en el diario Rosario/12, también acerca de la revista. Así que ahora me preparo a partir para una nueva aventura periodística. Y otra vez, del otro lado.

Y como si fuera poco, en el horizonte hay otra entrevista radial más, sin concretar. Y hoy también habrá cena, con la mayoría de los integrantes del primer número. Para que no digan que el trabajo es demasiado pesado :D

PD: mañana por la noche está el acto de graduación del profesorado, que espero con ansias para volver a ver a mis amigas. Hoy estuve inscribiéndome online a las suplencias. ¿Escribir? ¿Qué es eso? Apenas pude corregir los dos guiones que tengo asignados para el segundo número de la revista. Creo que recién la semana que viene podré volver como me gustaría a la prosa.


EDITADO-AGREGADO: por escribir esta entrada perdí la noción del tiempo y terminé llegando tarde a un compromiso previo a la sesión de fotos :(

X-Men (2011)

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Esta es la última de las series Marvel en versión anime que pude ver, y tengo que decir que me encontré con una experiencia bastante interesante.

Infinitamente superior a la muy mediocre Wolverine, y más en la línea de Iron Man, esta versión de los X-Men tiene una estructura argumental similar. Algo atrae a los protagonistas a cierta zona de Japón, en donde se ven involucrados en una serie de eventos extraños, que involucran a su vez a otros mutantes o humanos de origen japonés, enganche para la serie en tierras niponas. Esto, sumado a alguna que otra invención dentro del universo ficticio, con respecto al comic, aunque siempre de naturaleza menor, para no entrar en conflicto con él.

Esta serie tiene doble ventaja y doble talón de Aquiles. Por un lado, puede servir de introducción del anime a fanáticos de Marvel, mientras a su vez puede servir de introducción a Marvel a los fanáticos del anime. Es decir, tiene el potencial para difundir y expandir una afición con respecto a personas que no conocen ciertos géneros o estilos.

Lamentablemente, a los puristas esto posiblemente les resulte una aberración, pues no es ni chicha ni limonada. Algunos verán los vicios del anime y los vicios del comic, reunidos, o simplemente considerarán que la unión de ambas cosas no funcionan (como la conocida metáfora de la mayonesa y la mermelada). Esto en todo caso es cosa de gustos, aunque yo no comparto estas opiniones.

Lo cierto es que, como digo, resulta una experiencia interesante, que queda abierta para una segunda vuelta y de hecho, pide por más.

A los más habituales al anime, hay que avisarles que nos encontramos ante una estética bastante más "realista" que la que acostumbra el género, justamente como reflejo de un comic de origen estadounidense. La animación y diseño de personaje son impecables, y nos encontramos con los personajes exactos que podemos ver en cualquier comic, o incluso en las películas actuadas (las cuales, de hecho, son inspiración en muchos puntos).

Pero esta coincidencia no es solamente visual.
A los más habituales al cómic de superhéroes, hay que avisarles que la historia y personalidad de los protagonistas es bastante fiel a lo que están acostumbrados. La historia comienza en un momento crítico y bien conocido: Jean Grey siendo consumida por Fenix. Esto ayuda a explotar las consecuencias que tiene su pérdida en el grupo. Además, Wolverine es el tipo retacón y musculoso de siempre, y no el estilizado y alto de la pifia que constituyó su serie en solitario. Ni hablar de su carácter encantador de siempre. Por otra parte, Ciclops está más en la línea del comic actual, en el cual es un líder nato (aunque tenga graves problemas de conciencia a causa de la pérdida de su amada), y no como en la película, en la que era un idiota de aquellos.


En cuanto a selección de personajes, tenemos una interesante gama: Ciclops, Wolverine, Storm, Beast, Professor X y una bien aprovechada Emma Frost, que intenta unirse al grupo a pesar de haber estado del otro lado en muchas ocasiones. ¿Será de confiar? A su vez, la historia plantea la incorporación de una nueva recluta, la adolescente Hisako Ichiki. Mi desconocimiento del comic me hizo pensar que se trataba del típico personaje japonés agregado para sumar público nipón y para colmo, adolescente, pero rápidamente me di cuenta de que era bien usado y está lejos de ser la típica colegiala idiota que solamente trae problemas. Esto tal vez se da porque, justamente, el personaje sí existe en los comics y por lo tanto se pudo tomar su personalidad para la historia, al igual que con sus compañeros de mayor edad.

De hecho, hay que admitir que la serie, si bien es anime, no tiene casi ninguno de los cliché típicos de este estilo, ni en lo visual ni en lo argumental. Por lo tanto, sería bueno que los puristas la tuvieran en cuenta sin prejuicios. No hay estilizaciones exageradas, ni fondos parpadeantes llenos de rayos ni nada similar. No hay repeticiones de frases para explicar lo evidente ni situaciones tiradas de los pelos. A lo sumo, podemos considerar la voluptuosa anatomía de todas las mujeres del grupo como algo reiterativo, pero no creo que eso provoque desagrado en la mitad del público potencial.

De manera que nos encontramos frente a una serie entretenida, que tal vez no sea brillante pero cumple su objetivo de sorprendernos razonablemente, darnos respuestas lógicas en la trama (no como esos anime que hay que ver tres veces para captar algo) y presentar conflictos y personajes atractivos e interesantes, sin caer en estereotipos ni exageraciones. Doce episodios que valen la pena.


Revista Terminus nº1, ya en la calle

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Es extraña la forma en que se dan muchas cosas. Cuando uno pone mucho esfuerzo en algo, durante una buena cantidad de tiempo, y de pronto todo se cumple. Y en ese momento, el mismo hecho de que eso se cumpla se da sin estridencias, como algo trivial, cotidiano. Uno ya ha convivido tanto con el proyecto que es parte de uno. Es como ponerse un pantalón o peinarse.

Terminus, repelente de mosquitos, y todo
lo necesario para la parrilada. Asado no fue
porque está carísimo y era fin de mes.

Algo así ha sucedido estos días. El primer número de la revista salió de la imprenta el miércoles pasado, 24 de octubre. En esos días ya estábamos en tratativas con el distribuidor nacional. El viernes a la noche nos reunimos con los responsables a comer unas hamburguesas en un club de la costa. El sábado a la mañana llevé un número de obsequio a una de las comiquerías auspiciantes, donde un reconocido dibujante que estaba presente me quiso comprar una copia a toda costa (copia que no tenía, lamentablemente). El lunes otras personas del staff llevó ejemplares a todas las comiquerías para la venta (hoy, a menos de una semana, una de ellas ya venció la mitad, y otra nos ha pedido reposición urgente). El martes ya teníamos todo arreglado con el distribuidor y las primeras copias para la venta nacional estaban en una encomienda. Hoy, jueves, ya el catálogo debe estar llegando a comiquerías de todo el país, desde donde se empezarán a tomar pedidos.

Finalmente nuestros ansiosos futuros lectores ya podrán importunar a los dueños de las comiquerías pidiendo la revista.

Tal vez lo que más me sorprendió fue el grosor de la
revista. Aquí lo vemos comparado con tres monedas
de un peso. Y para colmo la encuadernación se la aguanta.

El viernes, cuando volvía a casa con varias copias, sí lo podía creer. La revista se había materializado en mi cabeza durante tanto tiempo que ahora solamente me asombraba algún detalle, como la casual división en páginas con borde negro y blanco, que la dejó marmolada como una torta de dos pisos (una casualidad de la maquetación).

En resumen, en una semana se han conseguido todas las etapas finales. Ahora empezamos un nuevo mes con un enorme pero alcanzable desafío.

Justamente este mes arranca con dos convenciones paralelas, en Mendoza (Unicomix) y Santiago del Estero (Imaginario). Vamos a estar presente en ambas, gracias al distribuidor y a uno de los integrantes del staff, German Peralta, colaborador y alumno de Eduardo Risso y colorista de la tapa del primer número.

Para el viernes entre las 21 y las 23 hs. ya tenemos confirmada una pequeña entrevista radial en el programa La Linterna Mágica, que se transmite en Rosario por Radio Universidad (FM 103.3).

¿Cómo no voy a tener ganas de escribir guiones, con tanto barullo lindo? Estoy repasando todos los que nunca me cerraron, los que quedaron cortos, los prometidos y no entregados, los que necesitaban reescritura y los que no. Aunque tenga que esperar un tiempito para el segundo número, que está ya bastante cerrado.

Nos vemos en unos días, seguramente con más novedades.