Trabajaciones de invierno 2016 (y II)

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Así que, ¿en qué estuve trabajando todos estos días? ¿Y donde está mi dinero?

En primer lugar, mi prioridad era terminar de corregir cierto libro que cierta editorial quiere publicar. Libro que no tiene una fecha fija de publicación pero que quiero enviar a la imprenta lo más pronto posible, porque hace años que trabajo en el mismo y ya ha crecido más de la cuenta, es más que adulto y, espero, sabrá defenderse solo. Quiero ocuparme de otros de sus hermanos.

Pero la lista era larga, desde reparar unas zapatillas (sí, también soy aprendiz de zapatero) hasta terminar de armar una repisa que yo mismo diseñé (y que me di muchas satisfacciones, hasta ahora, porque me despeja mucho la mente crear ese tipo de cosas). En el medio había también cuestiones relacionadas a la docencia, como planificar clases y trabajos prácticos, ordenar la pieza, como ya comenté, y alguna que otra cosita más.

Pero lo que más me emocionaba, lejos, era lo relacionado a los comics. Eso no quiere decir que no haya disfrutado escribir y revisar los últimos capítulos del libro (sobre el que hablaré más adelante). Lo que sucede es que ya todos los comiqueros de Argentina olemos la proximidad de la Crack Bang Boom 7, y eso pesa. Este año, por partida doble.










Actualmente, ocho de mis doce tareas de Hércules están terminadas. Dos, espero, terminarán en estos días que vienen (no eran tan urgentes, como la estantería, de la que solo quedan detalles). Las otras dos quedarán para estas semanas, porque otra no quedó. Y no tengo nada que lamentar.

Trabajaciones de invierno 2016 (I)

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La imagen es solo ilustrativa: no fui a una playa,
no tengo barba ni reposera. Ni dinero para comprarla.
Las llamé así, trabajaciones, porque en estas dos semanas de descanso invernal que me otorga el calendario escolar tenía que hacer mucho. Y me resultó difícil, al principio, equilibrar el descanso con estas obligaciones.

Digo esto después de pasar tres horas seguidas sentado frente a la computadora, escribiendo o leyendo (para investigación). Solamente me tomé unos pocos minutos para reordenar el cajón de uno de mi escritorio: una de las tareas indeseadas de estos días fue la limpieza general y el reordenamiento de mi habitación, que necesitaba bastante trabajo.

Doce eran las tareas principales, como las de Hércules, que me anoté para no olvidar; doce las que debía superar. Hasta ahora, de la lista solo puedo tachar completamente cuatro, aunque avancé casi hasta finalizar tres más. Hay dos (ambas importantes) que ni comencé, y otras dos o tres que tengo bastante avanzadas. Recién terminé una, con mucho esfuerzo y cansancio mental; ¿podré con alguna más, hoy?

La verdad es que soy ansioso y también una persona que gusta de cumplir compromisos, siempre que sean razonables. Y me pareció razonable hacer todo esto en dos semanas. Lamentablemente surgieron cuestiones inesperadas (por ejemplo, cosas que no había planeado tener que hacer, o que se demoraron más de la cuenta). Pero también surgió la conciencia de que eran vacaciones, después de todo. No tiene sentido volverse loco por ciertos temas. Sobre todo cuando uno de mis mejores amigos está demostrándome en primera persona que, por preocuparse demasiado, uno puede tener serios problemas de salud.

Así que después de algunos días apresurados, la primera semana, decidí bajar un cambio y seguir con la inercia, sin acelerar a fondo. Seguí levantándome todos los días temprano, pero no me sentí culpable cuando el frío ("de cagarse", como decimos aquí) me dejaba media hora más en la cama, o cuando quería dormir un poco más de siesta.

De esta manera afronté la segunda semana y pude avanzar mucho sin quemarme la cabeza. Ahora queda, técnicamente, un día y medio de trabajaciones, así que mentalmente la cosa quema un poco. Pero no demasiado.

¿Qué estuve haciendo? Bueno, se me terminó el tiempo, así que se los contaré en la segunda parte, dentro de unos días.