Vengo de verla. Por lo general, cuando una película ME ENCANTA, hago su reseña el mismo día o el siguiente, cuando todavía está fresca.
¿Qué puedo decir? En castellano: que es una obra maestra. En criollo: es un peliculón de la reconcha de la lora. Otros pondrás otras calificaciones, seguramente similares, pero en su propio idioma.
Sutileza en cada trazo
Creo que esta es la clave de la película (basada en la novela casi homónima "La pregunta de sus ojos", de Eduardo Sacheri). Es la causa de su lento pero inevitable correr, como el río de la historia, personal y nacional, que puede servirle de metáfora.
El secreto de sus ojos tiene algo de humor, pero es un policial. Un policial sin policías, claro, porque los protagonistas son funcionarios judiciales. Tiene aire de película de época, porque parte de la trama transcurre en los meses previos a los Años de Plomo. Pero no es una película de época. Tiene algo de sutil romance, pero es más bien trágica que otra cosa. En todo caso, hay parte de la tragedia con la cual es mejor reír, algo a lo cual estamos acostumbrados los argentinos. Porque se me olvida esto. Es una película netamente argentina, en su historia, en su lenguaje, en sus personajes y sus anécdotas. Pero al mismo tiempo es una película universal, que se puede ver en cualquier país sin perderse casi nada.
Las razones de la perfección
Esta suma de raros contrasentidos puede marear, así que vayamos a lo de siempre: desmenuzarla.
Por un lado, tenemos evidentemente un buen guión, lleno de idas y venidas del presente al pasado. Esto está apoyado en una buena edición y rodaje; el espectador siempre sabe donde está parado, y no pierde el hilo de la historia. A diferencia de una enorme cantidad de películas que supuestamente intentan sorprender al espectador mil veces (en realidad, aburriéndolo), acá es todo lo contrario. Se lo deja ver todo, y lentamente armar el rompecabezas, al cual súbitamente se le agregan más y más piezas, hasta que el final resulta ser una lluvia de piezas que encajan solas, de manera rápida, lógica y creíble. Nada sobra, ni hay que limar bordes. Todo cierra perfectamente. Tal vez se deba a que los guionistas son el director, Juan José Campanella, y el autor de la novela en la cual se basa la película, Eduardo Sacheri.
Por otra parte, tenemos a un grupo de excelentes actores y actrices. Ricardo Darín ya es palabra mayor; lo secunda una muy expresiva Soledad Villamil, que descubrí gratamente hace tiempo en la tira Vulnerables. El argumento requería actores de este calibre, porque las expresiones, los gestos y las miradas lo son todo; ninguno defrauda. Pablo Rago, lejos de sus años juveniles en tiras ligeras y en su papel de galancito, demuestra finalmente que es un actor tremendo, intenso, centrado, que puede con un papel muy particular. Finalmente, un irreconocible Guillermo Francella, quien sin el mostacho es otra persona, aporta el toque de humor, pero esta vez lejos de los papeles chabacanos y mujeriegos, y mucho más cercano a lo tragicómico, demostrando que también puede con estos roles.
Y volvemos a la historia, sin decir mucho de la misma. Pero sí de su estructura. Como decía antes, lejos de ser una película cargada de giros sorpresivos, conspiraciones absurdas o continuos intentos por marear innecesariamente al espectador para que este, al final, diga "no entendí nada" o "ahh....", y se quede pensando en mil detalles mientras se rasca la cabeza, poco convencido, la cinta propone algo diferente. Nos habla del pasado, del recuerdo, y particularmente de los recuerdos que nos marcan el presente, esos que no nos podemos despegar. Esos recuerdos que a veces son sombras del recuerdo original, pero que siguen definiendo nuestras vidas, atándonos en un círculo viciosos conciente, del que no podemos escapar. Esa parte del pasado que, durante la película, vuelve a acosar el presente de todos los personajes, arrojándolos hacia los cabos que nunca se atrevieron a atar.
Allí la historia tiene su mayor fortaleza: en su humanidad, en su intimidad con el espectador al presentar personajes llenos de (vuelvo a remarcar) sutiles dudas, temores, amores, fallos, silencios, repeticiones. Para cerrar con las contradicciones: es un policial en donde el misterio del asesino no es lo principal, ni la investigación, ni los entresijos judiciales ni nada de eso, sino todo lo anterior, al expresarse este conjunto en una historia viva, lamentablemente todavía muy argentina, lamentablemente muy creíble y posible.
Los amplios salones de justicia llenos de mármol blanco, las pilas de expedientes cosidos a mano, las salidas a los cafés de barrio y la corrupción jurídica y policial que termina en servidumbre política son los ingredientes bien argentinos que tiñen la historia, que también está plagada de elementos universales: el miedo al rechazo, las vidas vacías de los que no se animaron en el momento justo, las vidas destrozadas de los que soportaron la tragedia. Por un lado, una reflexión sobre la justicia, no desde los altos ojos de los conceptos e ideas abstractos, sino desde lo humano; por otra parte, una reflexión sobre los riesgos que uno corre al arrojarse al río de la vida, que nos lleva por lugares inesperados en los que tenemos que tomar decisiones que nunca sabemos sin acertadas o no... hasta que puede ser demasiado tarde.
Repercusión
A nivel nacional, la película ya se convirtió en la más vista de Argentina, superando hace unos días los 2 millones de espectadores (más de uno seguramente la fue a ver dos veces). Eso por sí ya es una señal, teniendo en cuenta que destronó a Manuelita, una película animada para niños (la cual, obviamente, tiene el tirón de los padres). Por una vez, la calidad y el éxito en taquilla vienen de la mano.
La película ya fue seleccionada como candidata oficial por Argentina a los Oscars. Si lo gana o no, me tiene sin mucho cuidado (aunque obviamente me gustaría que ganara). De todas maneras ya sé que es perfecta. En todo caso, sí me gustaría que tuviera repercusión en otros países, en donde el cine argentino es más apreciado que aquí mismo (nos hemos quemado con cada cosa...).
Los dejo con el trailer, el cual les dirá algunos detalles más de la trama. Pero no esperen. Vayan a verla. Ya. Ahora. Sí.
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2 comentarios:
De verdad se me antoja la película.
Al leer que era tan argentina me preocupó un poco. Pero cuando mencionas algunas de las cosas que le dan ese sabor... Bueno, digamos que en algunos aspectos México y Argentina son más parecidos que diferentes.
Sólo espero que por acá se animen a traerla (aunque sea en los cines de arte, que en los comerciales no salen de los churros de Holywood).
Lo bueno de estas películas argentinas (las que son, digamos, de exportación, y tienen actores muy conocidos en España, este caso, Darín) es que tienen aportes económicos españoles (en este caso de Canal + y otros). Eso ayuda a la calidad artística y mejora la distribución, al menos en tierras ibéricas, y les da más pretigio, lo que hace que a veces sea más fácil encontrarlas más tarde en DVD o en el cine.
Sí, es argentina, pero la historia argentina sólo tiene particularidades que la despegan de una historia latinoamericana lamentablemente muy similar. Más allá de algún regionalismo en la forma de hablar, no vas a notar problemas en entenderla.
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