Un rayo de luz en un cielo claro


Como casi siempre, estas cosas suceden de forma casual, aleatoria. Parece que uno fue ciego toda una vida, hasta que encontramos un nuevo significado para la luz.

Hace un par de meses, en una entrevista de trabajo para un colegio, el director me preguntaba por qué había estudiado Comunicación Social, si lo mío, evidentemente, eran las letras. De haber sido así, me decía, fácilmente podría conseguir un cargo, sobre todo teniendo en cuenta que el título docente agrega poco sobre una licenciatura o similar, en cuanto a años de estudio.

En verdad, mi curriculum acumula bastante experiencia más o menos informal en la docencia, pero su núcleo es la escritura. Una tesis con 10, dos artículos publicados en el Anuario de la Escuela de Comunicación, 17 meses escribiendo cien artículos para un portal ya desaparecido, una pasantía de varios años en un periódico digital de la UNR...

Y no le respondí nada. No supe qué decir. Cuando salí, como siempre, revisé mis respuestas y lo que había dicho bien y mal. Me dije que tendría que haber respondido algo, pero seguía sin saber qué.

Ahora, después de un buen tiempo y de más desiluciones y separaciones, me hago la misma pregunta. ¿Por qué no estudié otra cosa?

Desde hace años, estoy vagando en mis intentos por conseguir un trabajo en algunas de las áreas que ocuparon mi vida. Caminé mucho la universidad pública, que no da dinero ni para un chicle. Allí con un título no eres nadie, y tienes que rebotar durante años para obtener algún cargo menor, en donde se te paga mal o en situaciones irregulares, tan indignas como tener que ir a mendigar (lo he visto). Después de varios años, decidí alejarme. Mi escaso entusiasmo se había evaporado, y ahora veo que, en realidad, tampoco me interesaba mucho seguir con esa línea profesional. Me interesó superficialmente la investigación, pero tampoco encontré lugar para mis tibios intentos en ese campo, porque no había nadie que los publicara o les prestara atención. Muchos de mis camaradas finalmente lograron insertarse, generalmente con alguna beca del CONICET, pero ellos ya tenían trabajo de antes. A mí eso no me servía. ¿Cómo puedo plantear un buen proyecto de estudio si ni siquiera tengo dinero para comprar los libros que debo leer para dicho proyecto?

Después probé con la docencia primaria. En donde encontré también algunos éxitos, pero principalmente el fracaso de ver que, sin tu título docente, tampoco eres nadie (aunque eso tiene mucho más sentido). Meses de llevar curriculums y entrevistarme acá y allá me convencieron de que tanpoco tengo futuro allí.

Ciertamente, no puedo decir que con un título en Letras estaría nadando en dinero. En realidad, el tema de si hay o no una carrera que me hubiera dado un trabajo con relativa facilidad y también una buena cantidad de satisfacción personal no es tan importante. Creo que no, porque lo mío es la creatividad, el arte, y ese es un terreno pantanoso en cuanto a lo económico. Especialmente viendo en qué país vivo, el paraíso de la inestabilidad.

El tema más bien es saber por qué causa estás dispuesto a morirte de hambre. En mi caso, no es la docencia ni la investigación. Tengo compañeros y compañeras que han tomado ese camino y, supongo, serán más o menos felices (o no, quien sabe si ahora se cuestionan la vida como yo). Yo no hubiera sido realmente feliz con ello, y ahora lo sé con total seguridad.

En fin, todo esto me hizo recapacitar. Tal vez equivoqué mi elección, tal vez no. Poco o nada puedo hacer ahora al respecto. La verdad es que me cansé de estudiar, y nunca pretendí nada más (lo confieso: esos dos intentos de una beca doctoral eran por el dinero, y no tanto por el título).
Por años, traté de pensar que podía ser bueno en otras cosas: la docencia, principalmente. Y la verdad es que tal vez pudiera serlo. Tal vez incluso soy bueno haciendo eso y otras cosas, como la investigación y la redacción de tesis y teorías poco ortodoxas sobre los sentidos y cómo son afectados por la tecnología.

Pero esos "tal vez" no me importan demasiado. Después de tantos años de buscarlos, no creo que aparezcan de la nada. Si es así, los tomaría, pero sólo como un camino hacia algo más. Mientras tanto, el tramo final de la revelación es otro. Soy escritor. Soy lo que escribo.

Durante muchos años recordé una frase que algún visionario pintó en la pared principal del patio de mi secundaria: "Serás lo que debas ser, o no serás nada". Es de San Martín, y nunca dejó de llegarme al corazón. Siempre quise ser alguien. Supongo que a esas alturas lo intuía, y por eso en tercer o cuarto año decidí mi carrera sin pensarlo mucho. Tal vez tenía la seguridad de que finalmente lo lograría, de una forma u otra. Ahora esa seguridad es más fuerte que nunca, y recuerdo esa frase. No vale de nada traicionarse. Soy escritor. Tal vez no sea bueno, o no sea excelente. Pero es todo lo que soy, y a mí me alcanza y sobra.

Por estos meses seguiré muriéndome de hambre, pero mucho más feliz ahora que sé la verdad. Mientras tanto, mis esfuerzos irán hacia los trabajos que no sólo me darán dinero, sino que me harán felices. Leer y escribir. ¿Qué más puedo pedir?

1 comentario:

Drake dijo...

"Leer y escribir. ¿Qué más puedo pedir?"


Todo lo que quieras compañero. El soñar, el deseo, son el motor de la existencia. Pedí, pedite, y disfrutá el recorrido.