Es difícil explicar lo que significan para mí ciertas personas. No porque las haya endiosado, sino más que nada porque reconozco su huella en mis experiencias, pero me resulta complicado diferenciar hasta donde llegan. Una de esas personas en Robin Wood.
Los que no estén metidos en el meta no sabrán que este hombre, trabajando para la Editorial Columba (la mayor editorial de comics de la historia argentina) escribió la casi totalidad de las mayores historias de éxito durante las décadas de 1960, 70, 80 y 90, incluyendo Nippur de Lagash, Aquí la Legión, Pepe Sánchez, Mi novia y yo, Savarese, Dago, Dax, Gilgamesh el inmortal, Jackaroe, Denis Martin... Llegó el punto en el cual, como todas las historias de cuatro revistas de la editorial estaban firmadas por él, tuvo que inventarse seudónimos, y de hecho muchos pensábamos, por lo raro del nombre, que el verdadero fuera uno más.
He contado ya como yo crecí leyendo esas historietas, cuando esperaba en la peluquería de mi barrio; cómo con el tiempo comencé a conseguirlas y atesorarlas, y como ahora todavía las colecciono. Es fruto de su labor sin pausa, de su terrible fuerza creativa, que esto se haya tornado una labor casi imposible, no tanto porque Columba se haya fundido y se hayan perdido toneladas de originales, sino porque escribió sobre estos personas durante décadas, y algunos todavía siguen siendo escritos, como es el caso de Dago, o hasta tienen descendencia (como Hiras, el hijo de Nippur).
Robin Wood es un doble ejemplo para mí, tanto como escritor (su prosa, tengo que admitirlo, me ha influenciado) y como guionista; pero tal vez su mayor ejemplo es para mi su dedicación, su incansable amor por la escritura, algo que creo haber descubierto leyendo esas hojas de pobre papel durante años.
Era entonces una cita obligada el conocerlo, sobre todo siendo que no sólo era un invitado a la convención Crack Bang Boom 3, sino que era el homenajeado del año.
Cómo es la vida... hace poco más de un año se nos fue otro grande de las letras argentinas, Carlos Trillo. Y a mí, sin haberlo conocido mucho, fue como si se me fuera un padre de la profesión, una de esas personas que uno admira cuando lee, pero que se alegra de tener en persona para poder aprender de él, tanto en lo técnico como en lo humano. Pero ahora este otro grande aparecía ahí, siendo que antes parecía estar tan lejos...
Ya conté la primera anécdota: lo encontré tomando algo en el bar el día jueves por la tarde, durante la charla de Ervin Rustemagic. Pero no era momento de saludarlo. Este llegó ese mismo día, más tarde, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, cuando pude descubrir que era como uno lo esperaba: atento, ameno, abierto a sus fans.
Como no estaba frente a un dios, la experiencia puede ser puesta en palabras, pero estas no tendrían sentido para nadie más que para mí. No creo poder decir más que esto: era el primer día y ya había cumplido con uno de mis principales objetivos: hablarle.
El viernes me acerqué para charlar un poco más y pedirle su autógrafo. La única fuente de indecisión fue si darle una copia de Merlín, que Enrique Alcatena ya había firmado con su estilo, o una de estas revistas que tanto me habían enriquecido durante mi infancia. Llevé las dos, y en el momento me decidí por esta última.
El sábado me acerqué a su charla en el Bernardino Rivadavia, la cual grabé casi íntegramente. Espero pronto poder ponerla a disposición de todos.
Allí pude nuevamente encontrar a un ejemplo para cualquier persona, y al mismo tiempo un ejemplo para cualquier escritor. No sería justo resumirla, ni matar los detalles y las anécdotas. Lo que puedo decir es esto: es bueno seguir encontrando ejemplos cuando uno ya tiene sus tres décadas y ve que se puede aprender hasta el último segundo de la vida.
Este año la convención estuvo llena de emociones subterráneas. Pocos gritos de asombro y muchas sonrisas de satisfacción personal. Creo que para mí, esta experiencia de conocer a alguien como Robin Wood fue parte del espíritu de estas fechas. Algo que ya parece normal, pero te cambia por dentro. Que sea justo en el momento en el que tu vida cambia, es algo particularmente hermoso.
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