20 años con Pearl Jam


El mes de septiembre fue complicado a nivel compromisos, con muchos cumpleaños de amigos importantes y familiares que me obligaron a estirar un poquito más los tiempos que tenía. Uno de estos cumpleaños fue el de Pearl Jam, banda que me acompaña desde los 16 años, más o menos, cuando la descubrí gracias a uno de mis amigos de la adolescencia.

¿Puedo equiparar el cumpleaños de una banda de desconocidos al de personas que son o que considero de mi familia? Sí y no. Ciertamente no pretendo ser un fanático acosador o un obseso. Pero, por otra parte, es una banda que con su música, sus acciones dentro y fuera del escenario, y todo lo relacionado, me han ayudado a convertirme en quien soy. Su influencia está ahí presente, y por lo tanto, me acompañarán de ahora en más, haga lo que haga. Después de todo, considero que el arte debe tener ese efecto en uno: transformarlo y obligarlo a la evaluación crítica no sólo del arte en sí, sino de la vida y de los valores propios.

¿Cómo celebré el susodicho cumpleaños? Yendo a ver Peal Jam Twenty, el documental filmado por Cameron Crowe sobre la historia de la banda. Y con un amigo seguidor del grupo, para más disfrute.





Todo resultó algo casual, porque creí que la cinta no sería estrenada en Argentina. Me enteré por Facebook y, al hacer cálculos y ver que me resultaba muy caro ir a ver el recital en La Plata, decidí que era la compensación perfecta. Y lo fue.

La cinta es tremendamente recomendable para cualquiera, sea o no conocedor de la banda. Aunque tal vez lo disfrute más alguien que sepa del tema, lo cierto es que su aproximación a la historia de este grupo es todo menos enciclopédica. No se detiene en los discos mucho tiempo (excepto tal vez en los tres primeros, que son importantes por varios motivos), aportando datos de ventas o preguntando el por qué de esta o aquella canción. Tampoco es una suma de datos anecdóticos y curiosidades.

Por el contrario, la cinta es muy equilibrada y si bien ordena este tipo de elementos, los hace desde una complicidad particular, una intimidad difícil de conseguir. No es para menos, ya que Cameron Crowe es fanático y amigo de la banda, y los conoce desde temprano.

Es su historia personal la que desata el documental: él era periodista de espectáculos a finales de los 80s y principio de los 90s, cuando en Seattle se desataba la fiebre grunge.

Fueron tiempos extraños, tal como lo cuenta el documental, y está ahí, creo yo, la respuesta a varias preguntas que siempre me hice acerca del nivel de crítica social y furia que planteó la banda desde sus comienzos, a veces escandalosa, pero nunca involucrada en excesos con las drogas. Y es que Pearl Jam nace de una orfandad: la de Jeff Ament y Stone Gossard, integrantes junto con dos personas más de Mother Love Bone. Encabezada por el histriónico Andy Wood, la banda se disuelve cuando él fallece a causa de la adicción a las drogas.

Este primer golpe, que varios acusan con gran dolor en la pantalla (incluyendo a Chris Cornell, ex vocalista de Soundgarden, parte de la movida de esa época), demolió a muchos, pero con el tiempo las ganas de continuar tocando los llevaron a buscar a otros artistas para formar una banda diferente.

Es ahí donde aparece Eddie Vedder, y el mítico cassette que Crowe le devuelve simbólicamente en la película. Sobre él, Eddie, que vivía en la otra punta de EEUU, surfeando y dedicándose a otras cosas, le pone letra a varias canciones que luego formarán el mítico Ten. No cualquier letra, y no cualquier voz. Los convence y todo sigue adelante.

Pero resumo algo que vale la pena ver y disfrutar. Lo central aquí es que festejar estos 20 años, y ver que sigo comprando sus discos, bajando (legalmente) recitales suyos, rastreando cada cosa que hacen, es lo que me lleva a pensar por qué los sigo después de tanto tiempo.

Las bandas se venden, sobre todo si luego del segundo o tercer disco han encontrado algo que las pueda hacer famosas. Pearl Jam no lo hizo. Encontró la gallina de los huevos de oro en su primer disco, pero no se repitió. Un hecho conocido, y comentado en el documental, es que desde el Ten, disco crucial en la historia del rock, casi cada disco que han sacado ha vendido menos que el anterior. De hecho, el éxito tan temprano y tan grande casi fagocita a la banda, la cual buscó siempre alejarse de la exagerada fama que traía aparejado. El documental analiza su relación con Kurt Cobain, vocalista de Nirvana, que se suicidó por algo que ellos conocían muy bien: la tremenda presión de todo el mundo, desde los ejecutivos de las disqueras hasta el mismo público. Fue otro hecho que los hizo apartarse de ese ambiente, y tratando de quedarse con lo que ellos querían hacer. La huida del éxito terminó de alguna manera cuando conocieron a Neil Young, quien tomó bajo sus alas a estos jóvenes artistas que no sabían bien qué hacer con todo lo que tenían.

Esa autenticidad siempre me sedujo, porque cada disco que compro de PJ me resultó siempre algo totalmente inesperado, realmente nuevo. A esto se le suma el enorme trasfondo político y social de muchos de sus temas, que son mucho más que simples reclamos. Como muestra basta un botón:





El documental narra en este punto, con enorme crudeza, lo que había leído previamente. En una de estas presentaciones en donde se burlaban de Bush, dos tercios del público los abucheó durante todo el tema, tras lo cual Eddie siguió como si nada, sin pedir disculpas ni retractarse. La banda confiesa que casi temieron por sus vidas. Es realmente difícil encontrar una banda que pueda hacer algo así. Como nota, comentar que no fue un solo recital. Hicieron esto en incontables actuaciones de la gira, aunque no siempre con tan malos resultados.

Para ellos, el activismo político es intrínseco a lo que hacen. Recuerdo que pasé años recolectando lados B y fragmentos de recitales en la red, antes de que estos fueran compilados, por ejemplo, en el disco Lost Dogs o en bootlegs oficiales. Fue así que empecé a descubrir la gran cantidad de recitales a beneficio que han realizado, solos o con otras bandas, a lo largo y lo ancho de EEUU y el mundo. Y no sólo para causas grandes (como la liberación del Tibet), sino a veces para escuelas y organizaciones poco conocidas. También se han sumado a muchas campañas políticas, apoyando por ejemplo a Vote for Change, una iniciativa para las presidenciales de 2004 que instaba a las personas a registrarse y votar. Han tomado partido activamente por candidatos presidenciales "progresistas" (desde el punto de vista estadounidense) como Ralph Nader, John Kerry y Barak Obama.

Este costado de la banda, como ya he dicho, me parece admirable por diversos motivos. Principalmente por esto: el verdadero arte debe defender sus principios y los de sus creadores, tanto dentro como fuera de sus obras. No eres un artista comprometido si solamente escribes o cantas algo comprometido.

Por si fuera poco, la banda se ha metido con otros gigantes: en este caso, la empresa Ticketmaster, la cual maneja monopólicamente los precios de los conciertos de todos los artistas estadounidenses. Cuando los precios empezaron a subir y los fans a quejarse, Pearl Jam protestó airadamente e incluso llevó a cabo un boicot, al cual invitó a otras bandas a unirse. Los resultados fueron bastante malos, es cierto: la banda se puso a organizar shows que terminaron siendo desastrosos (entradas falsas, etc.), y nadie los acompañó en la protesta. Pero llegaron al Congreso de los Estados Unidos, planteando que ese monopolio tenía que ser atacado como cualquier otro. Lamentablemente, las personas que estaban a cargo o eran tendenciosas o unos verdaderos imbéciles, tal como muestra el documental en breves escenas (lo que daría por ver las audiencias completas).

Stone Gossard se quejaba en esas escenas que ellos habían sido también adolescentes, y que les había costado mucho reunir dinero para ir a los recitales de sus bandas favoritas, y ahora no querían que sus fans tuvieran los mismos problemas. Argumentaban que uno tenía que poder elegir el mejor precio para un recital, al igual que cuando uno compra un disco en este u otro local. Aquí encuentro yo otra razón para quererlos y admirarlos: el afecto sincero por sus fans, a los cuales no dejan de mimar con todo tipo de promociones, sorpresas, regalos, etc.

Peal Jam fue una de las primeras, sino la primera, banda que atacó el tema de la piratería de conciertos. Muchos fans buscaban e intercambiaban canciones en vivo o recitales enteros, tanto porque no habían podido ir o porque tenían buenos recuerdos de ellos. Lamentablemente a veces caían en manos de especuladores e inescrupulosos que grababan los recitales, en dudosa calidad, y luegos vendían copias de los mismos. La banda mantuvo generalmente una benigna conducta al respecto, permitiendo que los fans llevaran grabadores (yo lo hice en 2005) a los recitales.

Sin embargo, desde el año 2000, al salir de gira con el disco Binaural, revolucionaron el mercado. A partir de entonces la mayoría de sus shows son grabados en vivo desde la consola junto al escenario, y se venden a un módico precio (tanto en MP3 como en FLAC, para los fanáticos de la calidad, como yo) por Internet. Hasta se realiza arte de tapa, de manera que uno baja el CD, imprime las tapas y se arma un disco casi profesional. Otra opción que han hecho es brindar descargas gratuitas o promociones; por ejemplo, con la compra de su último disco, Backspacer, podías bajarte gratuitamente dos recitales a tu elección.

¿Pues qué más? ¡Qué menos! Noto ahora que he hablado poco de lo que los reunió: la música. ¿Qué puedo decir? La tremenda voz de Eddie Vedder, capaz de unos graves que te llegan al corazón, secundada por una garra que he visto en muy pocos cantantes. La batería del ex-Soundgarden Matt Cameron, considerado por muchos músicos uno de los mejores de su época en lo que hace. Jeff Ament, quien sorprende cada tanto con su uso del contrabajo (sí, contrabajo en una banda de rock!) y es el responsable de algunos de los temás más conocidos y emblemáticos de la banda. Stone Gossard, guitarrista y uno de los principales impulsores de la banda en sus inicios, responsable como artista gráfico de muchas de las tapas e interiores de los CDs (Pearl Jam no suele dejar esas cosas en manos de otros) y de la gran mayoría de las canciones del Ten. Finalmente, Mike McCready, quien nos deleita cada tanto tocando con la guitarra en la nuca y planteando un estilo agresivo e innovador. Como nota de color, algo que me encanta, y que marca a las buenas bandas: todos manejan varios instrumentos; por ejemplo Eddie toca una tercera guitarra en muchas canciones, el ukelele, y sabe tocar la batería.

Por si fuera poco, cada uno atravesó una, digamos, tortuosa carrera antes de unirse al grupo definitivamente. Lo cual no les impide realizar discos con bandas propias, colaboraciones en solitario, o cuestiones similares.


¿Qué más me queda por decir? ¡Ya dije mucho! Tal vez es que todavía me dura la alegría, y realmente es una de las pocas bandas que predigo a lo largo y a lo ancho de mis contactos. Escuchen varios CDs, no solamente el Ten, el primero y más conocido. Pregunten a los fans porque hay de todo; incluso si no te gusta todo lo que hacen, seguramente hay muchos temas que pueden interesarte, o albums completos. Y no viene mal aprender también de la historia de una banda que no se vendió, y que pelea por los ideales que el rock verdadero (ese que lamentablemente está casi muerto) siempre defendió y debería defender. No hace falta mucho volumen ni romper guitarras. Hacen falta buenas melodías, buenas letras y gente comprometida a hacerlas cumplir fuera del escenario.

Por otros veinte años de Pearl  Jam.

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