Como contaba hace unos días, a veces me siento empantanado. Lo que hago no llega a ninguna parte, y tarda, tarda, se demora. En el proceso de escritura eso es así, ya lo sé. Uno pasa dos o tres meses incluso con un cuento, o seis o siete o diez meses con una novela. No me molesta, porque sé que cada segundo invertido es un segundo ganado.
Así que, incluso cuando ese cuento o esa novela no ganan un concurso, me queda la satisfacción de lo aprendido, de lo logrado.
Lo que me faltó explicar ese día era otra cosa. Ahora, desde hace poquito lo veo más claro. Lo que me pone a caminar por las paredes es que se demoran los comics. Y lo peor es que no es culpa de nadie. Los dibujantes con los que trabajo cumplen con sus compromisos, le ponen ganas y hacen todo lo que pueden. Pero tienen una vida, no como yo. Se enferman, se mudan, se les terminan las vacaciones, les cambian los horarios. Tienen excusas verdaderas, no de las otras.
Y así, lo que iba a durar dos o tres semanas dura un mes o un mes y medio. Los proyectos más largos, y complejos, se toman muchos meses, a pesar de todos los esfuerzos. Los proyectos medianos o chicos no salen a la luz, simplemente porque, con tan pocos dibujantes, no puedo pretender que cada uno dibuje tres cosas, ni es bueno ilusionarlos con ideas que luego se tomarán un año. A lo cual se suma que no todos tienen el mismo estilo o las mismas aspiraciones y deseos.
La solución sería buscar más dibujantes, claro. Sigo en eso, aunque no sé cómo sería coordinar la creación y presentación de un comic por Internet. Supongo que tengo que tener menos miedos y sospechas.
Otra forma de atacar el problema se me antoja más radical. Y es aprender a dibujar.
¿Puedo? No sé. De chico dibujaba: con mi hermano nos mandaban a un instituto bastante grande. El método era sencillo: copiar. Recuerdo haber hecho muchas vasijas con frutas, con lápiz y tiza de color. También copiaba animales, algo que me gustaba mucho y que, según recuerdo, me salía muy bien. En esa época tenía muchas revistas infantiles y enciclopedias de animales, era boy-scout y ecologista; todo iba de la mano. También copiaba personajes de caricaturas, y pintábamos óleos sobre cuadros de madera. Mi hermano incluso pintó varios óleos sobre tela que eran bastante buenos.
¿Qué me pasó? Llegó la figura humana. Los resultados fueron atroces; según recuerdo ahora, acometí esa parte con gran inseguridad. Habíamos dejado ese instituto, íbamos a una profesora particular o algo así. Sin nadie que me insistiera en la necesidad de ser paciente y emprendedor, y tal vez porque mi hermano por esa fecha también dejaba de dibujar (y uno cuando es chico, copia todo), simplemente me alejé con una conclusión: no sirvo para dibujar.
Montones de años después, me pregunto si esa verdad no será tan contundente como parece. Y ya que voy a caminar por las paredes, ¿qué diferencia hay si camino con las manos?
Lo irónico es que soy el único guionista en la ADL (y el único que admite que no sabe dibujar ni un cuadrado). Por lo menos voy a tener un montón de gente que me puede guiar el día de mañana.
Mañana empiezo a probar. Prometo que, si para fin de mes sale algo potable, lo pego acá. Y si no, seguiré tratando en la clandestinidad.
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3 comentarios:
Como dibujante yo siempre he tenido la teoría que la mayor diferencia entre alguien que dibuja bien y alguien que no dibuja, es que el segundo en algún momento de su vida "decidió" que no servía para eso.
Es decir, los que dibujan bien no es porque tengan algún "secreto oculto". Habla con ellos. El secreto no es tal. Práctica. Mucha mucha práctica. Literalmente años de práctica.
¿Y los demás? Se quedaron en ese momento de cuando eran chicos, que alguien más (o, muchas veces, ellos mismos) les dijo "tú no dibujas bien". Y entonces desistieron. (Y por eso la gran mayoría de las personas tiene las habilidades de dibujo "de un niño", bastante más literal de lo que suena en primer lugar.)
Al principio apestarás. Es un hecho. No entenderás, no te gustarán los resultados. Pero es mucho más similar a tus experiencias al escribir de lo que uno pensaría. Acostúmbrate a "dibujar por dibujar", y no te preocupes por los resultados. Esos vendrán poco a poco con la práctica, hasta que comiences a lograr lo que querías.
Y entonces vendrá la tortura de querer lograr ahora algo mucho mejor, más complicado, más interesante, más estético... Y habrá que volver a practicar más para lograr ese nuevo objetivo. Y así sucesivamente. Porque en el arte siempre se puede lograr algo mejor.
Pues sí, es parecido a escribir en ese sentido.
La gran diferencia que veo en mi caso es que no se NADA de dibujo. Sé algo de carpintería, algo de electricidad o de jardinería (y arreglo cosas a veces en casa), pero el dibujo es como la matemática (en el sentido de que no sé nada, no en el sentido de que la ODIO :D ). Es un universo totalmente diferente y por eso también el desafío es interesante. Sé que quiero se escritor desde pequeño, y siempre escribí, pero nunca me planteé ser dibujante y esa es la única gran diferencia que veo.
En todo caso, es una solución a largo plazo: para mis proyectos necesito encontrar dibujantes AHORA.
Sé que no voy a hacerme "bueno" en pocos días, ni en dos meses ni en cinco. Pero trataré todos los días de dibujar algo. La cuestión de "perder el miedo" es fundamental. Lo que dibujé ayer no se lo mostraría a nadie :/ pero de a poco creo que, si dibujo todos los días, se va soltando la mano y las cosas salen mejor.
Ya veremos, ya veremos... ¿Qué opina el resto?
Yo opino:
Cuando arranque a dibujar al año pasado, para mejorar, empecé en un taller.
Lo que me dio mucho impulso fue siempre la inspiración tomada de los trabajos de otros. Descubrí a Andrew Kawasaki y sus pinturas sobre madera, con un estilo muy particular (féminas de entrecejo amplio y labios delgados) que quize imitar. Me gustaron los pocos resultados que tuve, y estoy seguro que de haber seguido profundizándolo, podría haber adoptado muchas de las cualidades de su dibujo.
No sé si puedo darte un mejor consejo en algo tan ajeno a mí. Lo que te recomiendo es, en pocas palabras, inspirarte en el trabajo de otros en todo momento. La impronta propia surgirá con el tiempo y el delirio (nuevamente una analogía con la escritura)
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