2º Feria de Librerías de Viejo


También podríamos titular esta entrada "Cómo decidí no comprar este mes el Absolute de Kingdom Come", pero eso sería demasiado egocéntrico, me parece.

No tenía conciencia de la existencia de esta Feria, lo cual de por sí ya constituía un pecado horrendo para un amante de los libros y un amante de los libros antiguos. Mi hermano intentó hacérmela conocer por un aviso en Facebook, que ni siquiera ví debido a las preocupaciones que plagan estos días, pero por suerte lo vi y me avisó personalmente.

Así que dejé mis planes de ir al cine a ver Avengers nuevamente y dije: voy un rato. Horita que se hizo algo así como hora y media, horita que disfruté mucho y que hubiera extendido de haber tenido más tiempo y dinero.


Tuve la suerte mágica de encontrarme con dos personas que hacía tiempo MUY largo que no veía, porque siempre supe que iba a encontrarme con amigos y conocidos en un lugar como ese. Era algo cantado, después de todo muchas de las personas de mis círculos son muy amantes de los libros, de una u otra manera.

La feria tuvo lugar en el Club Español, lugar que me da orgullo como rosarino y con el que tengo una historia personal: allí se casaron mis padres y celebré mi graduación del secundario. Lugar que, creo, le daría orgullo también a cualquier español, pero ese ya es otro tema. No hay tiempo para historia arquitectónica ni urbanística.

Lo primero que me llamó la atención al entrar en el amplio salón fue la gran, gran cantidad de concurrentes. Era sábado, el último día, y eso lo explicaba en parte. Para que lo imaginen, el público era como abejas trabajando sobre la miel: lenta, escrupulosamente, desgajaban cada caja, cada estante, cada pila de libros, la procesaban y la volvían a ordenar, cada tanto preguntando algo al vendedor o consultándose entre sí esto y aquello.
 
Tuve una pequeña sensación de ahogo. Pronto comprendí que no podía ir puesto por puesto (había 9 librerías de la ciudad), porque apenas había huecos en cada uno de ellos. Si me quedaba en uno solo, perdería mucho tiempo esperando que los demás asistentes se fueran corriendo. Así que apelé a mi buena memoria visual y empecé a mirar acá y allá, donde había un hueco.

Sin ganas de desesperarme y comprar lo primero que apareciera, apunté mentalmente algunos libros acá y allá, mientras descartaba uno de los puestos, que vendía revistas deportivas antiguas casi en exclusividad. De pronto, la primera joya: un libro sobre el Graf Spee, uno de los pocos en castellano que no tengo, y que compré al instante. No era una una de esas cosas que iba a dejar escapar.

Seguí vagando de acá para allá, y entonces noté algo muy positivo: el promedio de edad de los numerosos asistentes era de unos treinta y pocos, habiendo muchos jóvenes en los primeros años de la universidad (buscando material sobre comunismo, varios de ellos, espero que pronto se desilucionen), Tomé algunas fotografías y volví a intentar en otros puestos.

Marqué un libro, marqué otro libro, pero no me decidía. Había cosas interesantes en materia  de filosofía, pero no nada imprescindible o muy relevante.

Entonces, en la bendita tienda El Pez Volador, encontré algo que estaba en mi lista: El Unicornio, libro del que ya hablé en su momento. Una edición aberrante, con tapas blandas amarillo limón y hojas pegadas. Pero qué diablos, era el libro que pensé que nunca encontraría nuevamente. Lo tomé y seguí mirando. Sabía que iba a encontrar algo más en ese lugar y no quiera comprar cada libro por separado.

Así que seguí mirando y cuál fue mi sorpresa cuando encontré el mismo libro, pero en la majestuosa edición de tapa dura que RBA hizo hace años, de la cual tengo El Nombre de la rosa y Sobre héroes y tumbas. Esa misma edición en la que mi amigo JMO me había prestado el libro. El precio era irrisorio así que dejé un libro por otro y de nuevo me llevé una enorme sorpresa al descubrir una caja llena de libros de ciencia ficción, de la colección de Hispamérica, sí, esos mágicos libros azules y plateados. Ya con el bolsillo herido, me llevé dos de ellos, aunque había un par más que me interesaban.

Al poco tiempo descarté la idea de comprar un libro de Wittgenstein, filósofo que conocí el año pasado en el profesorado, y abracé la idea de comprar un libro sobre Wittgenstein, como para empezar más de abajo. Su vida y obra me había apasionado tanto que era un resultado esperable.

Al rato me encontré ante tremenda disyuntiva. Sólo quedaba dinero para un libro más. Descarté un par de los que había marcado mentalmente. Quedaban dos: un ejemplar algo endeble de la edición de Minotauro de Fantasmas de lo nuevo, de Bradbury, y un ejemplar NUEVO de El Club Dumas, de Arturo Pérez Reverte. Tironeado, hice la dedución lógica: si bien el precio del segundo era irrisorio y su estado perfecto, podía conseguirlo más adelante, mientras que el primero era casi un incunable. Crecí con esas ediciones de Minotauro e Hispamérica, que compraba mi hermano, y tenerlas ahora es un logro personal, aunque haya ediciones más nuevas.

Compré el libro de Bradbury y me fui, porque me estaba quedando sin tiempo; tenía que ir a otra parte.

Pero no, me dije. No puedo abandonar. Todavía no terminó.

Así que busqué un cajero automático, encontré uno a dos cuadras, saqué el dinero que necesitaba, volví y compré El Club Dumas. Sólo entonces mi alma pudo descansar.

En fin, les dejo algunas fotos más del evento.















No creo poder decir nada más. Estoy super contento por una experiencia de cacería tan breve pero intensa, con resultados tan buenos y tan poca culpa por el dinero gastado :D ¿Y en qué lo gasté? Pues miren:


El botín

Como debería haber contado antes, y cuento ahora, hace bastante tiempo que no compro libros "al por mayor" en una tienda de este tipo. La última vez fue en Santa Fe, cuando con el amigo Juan Fioramonti  descubrí varios libros de historia militar muy interesantes. Pero fue un episodio raro en un desierto, y desde ese entonces la experiencia no se había repetido.

Era otro de los incentivos para ir, el poder salir de caza nuevamente, con algunas expectativas, que por suerte se cumplieron sobradamente. Gasté más dinero del que había pensado gastar, pero la suma es muy baja por lo que conseguí, material y simbólicamente.

Sin más preámbulos, les presente a los nuevos habitantes de mis bibliotecas.

Ciencia ficción, fantasía, filosofía e historia militar.
¿Quién dijo que no tengo gustos amplios?
  


Fantasmas de lo nuevo: me encanta Bradbury, y como comenté antes, estas ediciones son las que leía cuando era adolescente, así que tiene doble sentido para mí el conseguirlas. Tengo, también de Minotauro, El hombre ilustrado. Ahora sumo este a la colección. Está algo deteriorado, despegado parte del lomo, que está apenas partido en el medio. Justo donde comienza el cuento que da nombre al libro, y esa página está señalada con un trébol de cuatro hojas, seco y con un tallo larguísimo. ¿Me dará suerte? Creo que sí.



 
Tras la estela del Graf Spee: como comenté antes, este es tal vez el único libro en castellano que me falta sobre el acorazado de bolsillo que fuera a morir en aguas uruguayas. Una pequeña obsesión de juventud, y uno de los momentos de la Segunda Guerra Mundial que más me han atrapado. Está escrito por el hijo de uno de los marinos y tiene, entonces, ese algo especial que creo les falta a otros, que explican la historia más "desde afuera". Está en perfecto estado.
 El Unicornio: No creo poder decir nada más con respecto al libro en sí. El ejemplar está NUEVO, sin manchas, marcas ni nada de nada. El único detalle es la dedicatoria de alguien que lo regaló a otra persona; la fecha está reescrita encima por lo que no sé cuál es la correcta. Pero bueno, la pérdida de uno es la ganancia de otro. Amo esta edición, excepto por el tamaño muy pequeño de la letra, que creo tendré problemas de seguir dentro de unas décadas. Pero mientras tanto, a releerlo. A sólo 40 pesos.
 Leí este libro hace tiempo y me encantó, como todo lo de Pérez Reverte. Como muchos otros libros, en realidad era propiedad de mi hermano (el ejemplar era de esta misma edición) así que cuando él se mudó, dejé de verlo. Sé que puedo pedirlo prestado, pero me resulta importante tener este tipo de joyas, y más si puedo pagar tan poco por él. 40 pesos, sí. En serio. Y está NUEVO, ni siquiera tiene desgaste o dobleces en las puntas.
 Estación de tránsito: este libro de Clifford D. Simak es una de mis lecturas favoritas de cuando era adolescente. También se mudó con mi hermano, así que encontrarlo es otro doble hallazgo. Me alegré mucho al volver a verlo, es como un viejo amigo, y uno de los pocos libros que recuerdo haber releído al menos dos, tal vez tres veces.
El último castillo / Hombres y Dragones: Al ver que eran dos novelas cortas de Vance, lo aparté instantáneamente. Tiene dos introducciones de Asimov en donde el genio habla de alguien que no conoce, sin decir nada, pero con una elegancia total. A ver cuándo tengo tiempo de leerlo... el problema de comprar tantos libros buenos a la vez es que no sabes por dónde empezar.
Wittgenstein: Como comenté, compré este libro porque quería saber más sobre este filósofo. Pinta interesante, a pesar de tener una de las tapas más horrendas que he visto en mi vida.

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