Carlos Trillo


Esta mañana me enteré de casualidad. Vi pasar el listón de noticias por el tele, esa línea de texto que tira mensajes constantemente. Atajé solamente el final: "Carlos Trillos, creador de El Loco Chávez".

Supe al instante que no era nada bueno, porque la tele no suele contar las cosas buenas de la gente de historieta. Pero me tranquilicé mentalmente, pensando que habría tenido un accidente, que lo habían robado o algo así, al menos grave.

Pero no. Me meto en Internet y ya todos estaban enterados.

Carlos se nos fue de golpe y porrazo, estando de viaje en Londres.

¿Qué más se puede decir? Poco y nada. Más que obituarios, tristes y grises, me queda el recurso de recordarlo acá, de contar todo el bien que me hizo, sin siquiera saberlo.

Hace ya varios años, en 2007, en uno de los últimos Leyendas, dio una charla sobre guiones de comics que definió parte de mi vida. A mi manera, quise ser como él. Supe que necesitaba hacer guiones y aprender mucho sobre el tema. Atesoré por años cada palabra, cada consejo.

Lo volví a cruzar recién el año pasado, en la primera Crack Bang Boom. Fui decidido a mostrarle algunos guiones. Después de una charla que dio el primer día, me acerqué a él y se los entregué. No tuvo ningún problema en aceptarlos. Y si nunca me los devolvió con los miles de errores que debían tener, es porque debía tener trabajo mucho más importante.

Al otro día nos encontramos y me saludó. Yo pensé que saludaba a alguien que estaba detrás mío, pero no. Era a mí. Un grande saludando a cualquiera. No supe qué decir. Al otro día le pedí que me autografiara un tomo de Cibersix que desde entonces guardo con más cariño.

Y eso fue todo.

Lo esperaba con ansias, porque en Crack Bang Boom 2 se había anunciado una clínica de guión a cargo suyo. Ese día me prometí ir costara lo que costara, tuviera que faltar a clases, o al trabajo, o lo que fuera.

Ya no va a poder ser. Eso fue todo.

¿Poco? Sí, sin lugar a dudas. Pero también mucho. Maestro es el que enseña sin siquiera darse cuenta, y él tenía mucho de eso. Lamento profundamente no haber podido seguir su estela, con mi estilo, con mis experiencias diferentes, con todo lo que me hace yo. Lamento que yo y muchos otros nos quedamos sin sus obras nuevas, sin todo lo que tenía para enseñar.

Pero también sé que me enseñó mucho más de lo que esperaba, cuando en 2007 se saludó con Risso y me mostró otro camino en mi vida. Uno en donde un colega era un amigo, en donde no había límites a la creatividad.

Carlos, no te puedo llamar amigo porque nunca te conocí, y tal vez sea esa la mayor pena que tengo. Pero espero algún día poder llamarte colega, sin tener que estirar demasiado el término para abarcarme a mí también. Es una de las cosas que más deseo.



Te mando un abrazo, como el que nos dimos la otra vez.

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