Sin tener un horario fijo para llegar, y sin el compromiso de jugar de mañana (de hecho, casi nadie de nuestro grupo iba a jugar, sino simplemente a pasar el día y hacer sociales), nos despertamos cada uno por separado. Mi pieza fue la primera, a eso de las 8. Había dormido tan bien que no me costó ni un poco.
Desayunamos acompañados de choferes brasileros, y nos tomamos tanto tiempo que yo pude hacer lo que creí imposible: ver gran parte de la carrera de Fórmula 1 que se disputaba en Hungría. Si hasta pude observar cuando el tramposo de Hamilton se quedó por problemas mecánicos!!! El día empezaba muy bueno, ciertamente, con Alonso entre los tres primeros. En fin, que para las 10 ya se habían despertado todos y estaban comiendo o terminando de hacerlo. Luego partimos raudamente en los dos autos que formaban la comitiva.
Las subidas y bajadas de la ciudad guardaban hermosos paisajes urbanísticos. Quedé encantado con lo que vi: Paraná está lleno de casas antiguas, como las que pueblan Rosario, y desprovisto de esos edificios aberrantemente incrustados en cualquier parte sin ton ni son. Claro que, por lo que me dijeron dos amigos paranaenses, es una ciudad mucho más aburrida, pero me quedé con muchas ganas de volver con una cámara y pasar días retratándola.
Confundidos por una dirección que no era, finalmente nos encontramos con el Centro Cultural Juan L. Ortiz. De entrada, me sorprendió el entorno: un precioso día soleado, palmeras, pájaros gritando, el río y trenes antiguos en una estación olvidada. Nada más entrar veo una sorpresa que me deja mudo: hay un tren dentro del Centro Cultural!!! Y los vagones son oficinas!!! Ni hablar de la hermosa locomotora marca Fiat que, perfectamente preservada, posa junto a las pasarelas.
A todo esto el grupo ya había pagado su contribución, comprado rifas y exploraba las opciones de compras. El stand de miniaturas de plomo de Thule era un lugar obligado, en el centro de la escena. También había remeras pintadas, comida casera, accesorios para otakus y un gran stand de El Nido Rol. ¡Y yo con poca plata!
Bizarreamos una partida loca entre nosotros, hasta que las acusaciones (en cierto punto, ciertas) de nuestro compañero Satch nos alertaron de que no estabamos haciendo las sociales que pretendíamos. Así que Ibex se fue a jugar un wargame alucinante de aviones de la Gran Guerra, y cada uno por su lado. Yo me quedé dando vuelta y mirando cosas que no podía comprar, charlando con Necrocow y alguno más de los organizadores, etc. Hasta que nos empezó a picar el estómago y pedimos comida, que llegó aberrantemente tarde y fría. Pero era lo menos importante, ya que la estábamos pasando muy bien.
Así se fue la mitad del día. En mi experiencia al menos, la segunda parte fue la más divertida y enriquecedora, así que la contaré aparte.
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