Rol no, TEG sí


Se suponía que este sábado íbamos a comer una milanesa gigante, a fumar un habano cubano y a jugar rol. La milanesa gigante estuvo (una para cada uno, yo compartí una de cuatro quesos que debía ser de 21 pulgadas). El habano lo guardé porque faltó unoa la reunión... y rol no se pudo, porque justamente el que faltó era el DJ.

Así que nos juntamos en la casa de un amigo y terminamos jugando TEG (la versión argentina del RISK). La primera partida fue antes de ir a comer, y duró algo así como hora y media, mientras repasábamos el reglamento y separábamos las tarjetas (era un juego NUEVO, a estrenar). Una vez que recordamos cómo empezar, el resto de las reglas regresaron a nuestra memoria.

El TEG siempre fue un juego algo conflictivo para mí. En muchas reuniones, las partidas duraban horas y horas (al final eran aburridas para mí). No eran pocas las veces en las que mis amigos terminaban peleados por haber roto un tratado, o por haber conquistado un país o simplemente porque parecía que lo perjudicaban a propósito. Yo no recuerdo haber ganado nunca, por mala suerte en los dados o pobre estrategia, aunque, como descubrimos esa noche, la estrategia en este juego sí existe y sí es importante (aunque yo opino que la suerte lo es mucho más).

El único cambio que hicimos a las reglas fue que quitamos las tarjetas de objetivo que pedían la eliminación de los ejércitos de determinado color. Fue propuesto por uno de los jugadores, y yo lo secundé, porque es uno de esos objetivos que no hacen, en mi opinión, más que alargar y empantanar el juego. Yo mismo soy la prueba de eso: en una partida legendaria, Gobi resistió por unos diez turnos ante el ataque combinado de un enemigo que no pudo cumplir su objetivo a causa mía.

En fin, que de entrada tuve mala suerte. En el reparto recibí África y países distribuidos por todas partes. Pero mi objetivo era conquistar Oceanía, América del Norte y dos países de Europa. El primer continente no fue difícil de conquistar, en parte porque nadie lo quería. Se hizo evidente rápidamente que había zonas con mucha paz. Mientras dejaba que me conquistaran países en América del Sur y Asia, se armó una enorme guerra en América del Norte. Ida y vuelta, los países empezaron a acumular tres, cuatro, cinco, seis fichas cada uno.

En ese momento, el dueño de casa, con quien me disputaba el continente norteamericano, tuvo una súbita pérdida de suerte. Yo no paraba de sacar 6 y 5, de hecho muchas veces sacaba tres seises, haciendo sus ataques inútiles. Pensé que iba a ganar, con un poco más de esfuerzo...

Ahí cometí el error: no seguir atacando. Tenía a México con tres ejércitos, y toda América del Sur era del tercer jugador. Yo ya veía que sus objetivos implicaban conquistar este continente (que ya era de él), y además no quería que ganara ejércitos por poseer un continente entero. Pude haber atacado a Colombia (que tenía un solo ejército), pero me quedé, y al siguiente turno, él ganó. Posiblemente no hubiera podido hacer nada más que demorarlo, dependiendo de mi suerte, pero ahí empecé a entender un poco más del tema. Estaba cerca de ganar, pero no lo suficiente.

Cuando regresamos de El Club de la Milanesa, como no podíamos comer más de tan llenos que estábamos (y teníamos café y té a disposición, que no queríamos rechazar), empezamos otra partida. Esta fue una lección más sobre el tema de la suerte. Mi objetivo esta vez era conquistar África, Oceanía y 5 países de América del Norte. Pues bien, África ya era mía salvo por dos países, tenía un país de Oceanía y posición en Asia para atacar otros, y también tenía un par de países de América del Norte. La cosa ya estaba servida en el reparto de países.

En el primer turno conquisté África y empecé ataques en otras partes. Cuando recibí los ejércitos por ese continente, en el turno siguiente, lo dejé solo, y pude fortalecer los demás lugares. Por otro lado resistía en América del Norte y contaatacaba. Lo bueno era que no tenía que conquistar TODO el continente, no insistí en romper el cerco que limitaba México y California. Triangulé el ataque, aproveché que tenía Islandia y conquisté Groenlandia, que estaba casi sin defensas. Después pude quedarme con Alaska y Yukón.

Lo último fue Oceanía. Solamente me faltaba conquistar Sumatra, pero no podía hacerlo porque en el turno anterior había conquistado varios países y no había podido reagrupar fichas. Pero cuando me tocó poner más ejércitos (10, porque tenía 21 países), simplemente fortalecí los países débiles de América del Norte, por las dudas, metí 5 fichas más en Australia y listo: gané en el primer ataque.

Por primera vez en mi vida gané en el TEG. La partida duró más o menos media hora.

Mientras tomábamos el café y nos íbamos, sacamos algunas conclusiones. Jugar de a tres es más rápido, principalmente porque cuando uno tiene mala o buena suerte, la partida se desbalancea en una sola ronda. Pero también es importantísimo que te coincidan los objetivos con los países que te tocaron en la repartija del comienzo. Ni hablar de la suerte que tenés que tener en los dados, porque todos tuvimos rachas buenas y malas, pero hay que hacer que coincidan con un buen ritmo de juego.

Finalmente está el saber descifrar las intenciones de los otros. De a tres es más rápido, de a cuatro o cinco se complica y toma, creo yo, dos o tres turnos averiguarlo. Si yo cometí el error de no detener a uno de los jugadores, ellos cometieron el mismo en la siguiente partida, porque me dejaron hacer demasiadas cosas, principalmente en África.

En realidad, descuidamos la importante tarea de molestar a los demás, y nos dedicamos de cabeza a nuestros objetivos. En la primera partida, fue muy malo: mientras yo y el anfitrión nos peleábamos por América del Norte, el tercer jugador nos ganó.

En una de las partidas hubo una discusión sobre reglas, algo que no pensé que habría debido a la claridad de las mismas. Una regla bien precisa dice que, cuando empieza tu turno, si ocupas totalmente un continente, recibes una cierta cantidad de ejércitos para poner allí. Pues bien, yo había conquistado Oceanía en la primera partida, y gané 2 ejércitos. Pero al siguiente turno, nadie ni siquiera había intentado quitarme un país, así que quise poner otros 2 ejércitos, cosa que me protestaron. En el reglamento no dice que estos ejércitos se deben poner una sola vez, y de hecho yo interpreto que el espíritu de la letra es este: "si nadie se aviva, o si eres más inteligente o suertudo como para ganar los ataques y mantienes la posesión de un continente entero durante los turnos de tus oponentes, mereces un premio". En fin, me dejaron ponerlo la segunda vez, pero en la tercera no insistí para no pelearme con mis amigos, y porque de todas maneras nadie estaba atacando Oceanía y esas fichas se acumulaban sin poder reagruparlas.

Así que esa fue la noche. A ver cuando terminamos nuestra partida de Aquelarre.

1 comentario:

Krinnen Kunkala dijo...

Antes que nada: en cada turno que comienza se agregan ejércitos por continentes ocupados. Son ocupados, no "conquistados en el turno anterior"; es igual en Risk.

Comparto en parte tus opiniones, una gran parte de la estrategia consiste en impedir que los contrincantes reciban refuerzos por continentes ocupados. Nol hace falta montar una gran ofensiva o defender con garras y dientes un país, sólo evitar que al comienzo del turno el contrincante no ocupe todo el continente (por ejemplo, conquistar áfrica del norte desde brasil y replegarse a brasil, dejando sólo un ejército en áfrica del n.)

Un problema que le veo tanto al TEG como a su hermano el RISK es el tan famoso SoD (Stack of Death) del Civilization II. Un jugador que pone todos sus refuerzos en un sólo país, especialmente en etapas avanzadas de la partida, puede arrasar uno o dos continentes sin mayores dificultades.

Ahora, con respecto a la mala suerte, creo que no hay peor suerte que jugar primero. Una house rule que suelo usar es invertir el orden de juego cada x turnos.