Creo que los libros y los edificios, después de los hijos, son las creaciones más hermosas que podemos encarar los hombres. La Naturaleza tiene sus árboles y sus montañas, pero a nosotros pocas maneras nos quedan de encajar la belleza en poco espacio y tenerla en las manos, abrazarla y acariciarla.
Hay pocas cosas que me gusten más que pasear por mi hermosa Rosario y ver edificios antiguos. Pocas cosas más lindas que ver sus ventanas, rejas, puertas, escaleras...
Pocas cosas más horrendas que ver una de ellas morir.
Es lo que he visto ya varias veces en estos días. Y es lo que sabía que iba a suceder con la casa de un amigo mío, que la ha tenido que vender.
Una casa hermosa, en cuyo living hemos compartido rol (ah, Aquelarre con velas...), música, películas, televisión... Una casa sencilla, casi austera, pero con detalles tan cuidados... las molduras, el vitraux, los techos de yeso coloreado, los mármoles de la entrada, las rejas y la puerta encorvada...
Todo eso se irá, a partir de hoy. El sábado, con mi hermano y nuestras cámaras, hemos podido salvar al menos el reflejo de cristales, colores y mármoles. La muerte estaba anunciada pero igual duele verla morir así, en la oscuridad.
De más está decir que sigo de luto y esta semana todo lo que escriba será para ella. Ni que semana, todo lo que queda del mes, y posiblemente más. El dolor no se irá, pero florecerá eventualmente en otra de las hermosas creaciones de la que los humanos podemos enorgullecernos.
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