Después de rendir, por primera vez en toneladas de días, pude acostarme a leer algo de ficción. Apenas dos cuentos de Cortázar, pero sirvieron de mucho porque no los había leído nunca. Cada tanto leo textos cortos de Borges, de las obras completas que recién terminé de completar, pero artículos de revista, no cuentos. Y no lo hago muy seguido.
El otro día fui a un chori-rol con los amigos de Sierpes del Sur y recordé muchos proyectos frustrados de campañas de rol. También mis ganas de volver al diseño, con varias ideas que tengo colgadas. Es una asignatura pendiente que está empezando a pesarme mucho. Sobre todo porque quiero volver a promocionar Cómo crear un mundo de juego, que está algo parado. De pronto, lo que me parecía tedioso (bucear en el Solar System traducido al castellano y reescribirlo), ya no parece nada tedioso.
Recordando mis cuatro novelas, llego a perder la cuenta de hace cuanto no me pongo a escribir algo GRANDE. Algo que me exija describir una sala con lujo de detalle, los gestos mínimos de la boca de un personaje mientras invoca a un dios oscuro, la mirada de una niña con una daga ensangrentada en la mano... Dejé todo colgado con una novela de fantasía contemporánea, pero desearía más que nada volver a la fantasía oscura. Y tengo con qué.
El comic me ha traído cosas muy buenas y positivas, pero ahora, luego de varias batallas y pocas victorias, si bien el compromiso no desaparece, comienzo a dimensionar el abanico de opciones que tengo como escritor. Abracé, tal vez utópicamente (y esto lo comprendo cabalmente mientras escribo estas letras), la posibilidad de que el comic me sirviera como alguna clase de puente hacia la inserción como creador en algún mercado. Sí, ha habido maduración, experiencia, desarrollo, aprendizaje (de esto último, MUCHO) en el campo del guión. Pero veo que cada cosa es algo independiente, y que si bien me gusta el acto de colaborar creativamente con un dibujante, también me atrae abrazar cada tanto la soledad del escritor. Justamente ahora, todo confluye en eso. Dimensionar los comics en su justa relación con las letras. Y tratar de publicar de todo, por todas partes.
Leo cuentos y quiero volver a ellos. El otro día, sobre el Viaducto Avellaneda, vi una cordillera de nubes blancas sobre las que destacaba un sol naranja, y de pronto me convertí en un niño en algún planeta, donde la principal fuente de empleo son las minas de algún gas, donde las casas flotan sobre la atmósfera superior y los anuncios de cristal líquido ofrecen cosas que nadie puede comprar. Y quise ser ese niño, aunque de alguna manera lo era. Quiero escribir ese cuento. ¿Llegaré antes de fin de año? Posiblemente, si lo empiezo.
¿Qué haré el año que viene? Pues retomar la senda del demiurgo. No queda más que rendirse ante el fuego original.
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