Cuatro días de felicidad


Tal como lo anticipaba, sucedió, pero todo tiene un tinte diferente cuando realmente ocurre.

Pero hagamos un poco de historia. En mi trabajo me enviaron a un curso de capacitación. Me enviaron como se envía a un corresponsal de guerra: tomá, acá la plata, arreglate como venga. Eso no me gustó mucho, sobre todo porque fue a último momento, pero una vez pasado el mal trago del paro de transporte de larga distancia, y el trámite de averiguar por hoteles y dar los datos de MI tarjeta de crédito para garantizar la reserva, bueno, todo fue cuesta abajo. Incluso bajarse en el parador de Escobar, al lado de la ruta, para pedir un remisse en un galpón vacío.

No voy a hablar mucho de esa parte. Fue entretenida, tuvo sus puntos altos y bajos (aunque no tan bajos, fueron dos días buenos en general). Me convenció en todo caso que puedo ser bueno en algo que no me gusta, o al menos, que no me atrae demasiado (como ya dije antes). Y poco más. Yo anticipaba este fin de semana ultralargo.

Pero hagamos un poco más de historia, sobre todo para los no-argentinos que leen el blog. El 25 de Mayo, martes, se celebra la "independencia" de Argentina: el Cabildo Abierto en el que se decidió deponer al Virrey del Río de la Plata y organizar un gobierno autónomo, ya que el Rey de España había sido depuesto por Napoleón. Y después dicen que la globalización es nueva. En fin, que como era el Bicentenario de ese día, a la presidente se le ocurrió, primero por ley, luego por decreto, hacer feriado también el lunes, para que la enorme cantidad de celebraciones y eventos no estuvieran "cortados" por un día hábil en donde tenemos que ir a trabajar como cualquier esclavo del capitalismo.

O sea que terminamos con un super fin de semana de cuatro días (lo hubieran hecho de cinco, para tener un día para volver a casa!!!). Para mí, que estaba muy cansado del trabajo y tenía muchas cosas que hacer (principalmente terminar mi libro sobre creación de ambientaciones), era un momento crucial en el mes, o incluso, en el año.

Así que el viernes negocié y conseguí salir antes del trabajo (el gerente no estaba, ¿acaso me olvidé decirlo?), a cambio de trabajar las tres horas del turno del sábado, que es muy tranquilo. Para sacarme la resaca de tantos viajes y pocas horas de sueño, me fui a una comiquería cercana y me dí un calculado gusto: la edición Absolute de Año Uno, de Miller y Mazzucchelli. De regalo ligué una revista de divulgación de comics muy buena, La Revistería Press, que hacía tiempo no veía (ahora sale a color con 64 páginas). Esta edición de Año Uno ya se pagó sola: no sólo tiene un capítulo inédito sino muchos muchos bocetos e incluso páginas del guión, algo que para mí es invaluable. No veo la hora de devorarlo.

Fue al llegar a casa y descansar un ratito (antes de partir para la reunión semanal de la ADL) cuando me di cuenta de que era feliz. Bueno, no, en realidad me di cuenta cuando salí de la comiquería. Pero no era por la toxina materialista que te inyecta, a veces, el hecho de comprar un objeto querido y deseado. También era porque había pasado un rato charlando sobre Rosario Juega Rol, el evento que estamos organizando con Sierpes del Sur. Era feliz porque era quien quería ser; era feliz porque podía expresarme, porque estaba en todos los lugares y con todas las personas con las que quería estar; era feliz porque hacía lo que quería hacer.

Al llegar a casa, como decía, y sentarme en la cama, me sentí como un dragón, acostado sobre todos sus tesoros. Ahí estaban mis tres libros de Star Wars Saga, de los cuales apenas pude leer una pequeña fracción (recién voy por el capítulo 4 del básico!!!). Mi pequeña carpeta de cards, ahora todas con sus folios. Un montón de revistas Nueva Aventura, que también mastico de a poco. El Año Uno, sumado a otros comics que compré recientemente, como los dos tomos de Dark Empire en inglés. En fin, promesas de más diversión.

Así que por estos cuatro días seré feliz. Hoy, domingo, lo fui cuando, al despertarme, me di cuenta de que mañana NO tengo que ir a trabajar. De hecho, tengo que ir a la inauguración formal de la Muestra del Bicentenario, organizada por la ADL, primera muestra de dibujo (y de casi cualquier cosa, creo) que se hace en el Monumento a la Bandera. Y luego a comer con mis colegas. Nada mejor que eso.

Ya caliento motores. Este año es crucial en mi vida. Octubre será completamente comiquero, y está a la vuelta de la esquina. Y otras cosas me esperan un poco antes. ¿Cuatro meses de felicidad? Sí, espero; también de laburo, pero justamente, del laburo que me hace feliz.

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