Con la colección terminada de leer y descansando bien abrigadita en la biblioteca, me siento un rato a contar una serie de cosas más personales que tienen que ver con la misma.
Lo que sorprendió al poco tiempo de leer Corto Maltés es su enorme diversidad de registros. Algo con lo que me he encontrado pocas veces, generalmente en el anime, en el cual una serie puede ser trágica, cómica y dramática al mismo tiempo, pero que no suele suceder fácilmente en la narrativa occidental, al menos en la animada y en el comic (al menos, que yo haya visto).
Sin conocerlo, ya sabía que la cosa iba de aventuras y acción, pero no pensé que fueran de este tipo. Corto tiene aventuras en el desierto, en la jungla, en los campos de batalla de la Gran Guerra, en el Pacífico, en el Amazonas, en sus sueños, en una Irlanda golpeada por el terrorismo separatista, en las tierras míticas que yacen entre la mente de un escritor y sus referencias de siglos pasados, en los sueños afiebrados de un tipo medio loco, en una Buenos Aires llena de corrupción policial... En fin, en todas partes.
¿Qué le permite esto? Por un lado, una tonelada de contactos y buenos amigos, pero también una ocupación tan antigua, lucrativa y romántica como pocas: la de contrabandista. Su barco (el cual, curiosamente, no vemos como un protagonista, y en el cual no se hace hincapié) es su reino; o mejor, lo es su propia voluntad. A veces caprichoso, generalmente cabeza dura, Corto Maltés siempre sabe qué decir o hacer, aunque eso pueda costarle la vida. Pero está lejos de ser el clásico personaje que se las sabe todas, el que se gana a las mujeres y tiene plata. Vemos a sus amores pero nunca sus resultados; sus reacciones pueden ser caprichosas y poco entendibles, y en no pocas veces declina el dinero para ayudar a una buena causa (generalmente una revolucionaria y/o independentista, lo cual me llama también la atención). Es un personaje ambiguo, que a veces parece desprendido e idealista y luego se muestra como interesado, o demasiado permisivo con las acciones negativas de los que lo rodean.
Todo esto, claro, lo hace todavía más interesante. Descubrí sin duda alguna a un personaje fascinante, que espero poder seguir descubriendo más adelante.
Escuela de comics
Otras de las razones por las cuales decidí continuar comprando Corto Maltés fue la evidente maestría de Hugo Pratt en la narración visual.
De ser sincero, no siempre me gusta cómo dibuja Pratt, aunque comprendo que en su época, a veces había que dibujar rápido y punto (y en esta época, a veces también). Algunos rostros cambian de viñeta a viñeta, o tienen gestos demasiado exagerados. A lo mejor es algo de gustos, pero ciertamente, sabía resolver mejor ciertos rostros que otros. Corto Maltés es siempre el mismo, está impecablemente dibujado. No sucede lo mismo con otros personajes menos recurrentes. Mención especial para los automóviles de época, que parecen calcados de una foto, y se lucen en historias como Tango.
Pero, mucho más allá de eso, me atrapó su forma de contar, tan directa, tan vacía de juicios. A veces Corto es un personaje amoral, o casi; a veces se rige por códigos envidiables, con una seguridad nunca vista. Nadie, fuera de unos pocos personajes, lo juzga. La casi total ausencia de recuadros de textos que nos ubiquen en tiempo y lugar, o que muestren pensamientos o cuestiones de narrador omniciente, es algo que me llevó a plantearme seriamente mucho de lo que estaba haciendo en cuanto a guión de historieta. Estamos lejos de ver uno de esos comics en donde el narrador ensalza al personaje y se gasta contando cómo es de astuto, de fuerte, etc. etc. En Corto Maltés, el narrador omniciente es la misma viñeta, que nos dice todo lo que tenemos que saber. Lo demás, ya es opinión nuestra.
De la misma manera que me sucedió con El Eternauta, he aprendido mucho simplemente mirando cómo se puede hacer para mantener el suspenso, alargar un momento sin cansar, o justamente acelerarlo con el estilo y ritmo deseado, evitando viñetas demasiado obvias pero manteniendo las que son necesarias.
Solamente por eso ya vale la pena comprarlo.
Recuerdos anticipados
Otro comentario personal viene por el lado del recuerdo y el olvido. Hace tiempo, cuando cursaba el tercer año de la universidad, me adelanté (tendría que haber iniciado en cuarto año) a anotarme en el curso de Italiano I. El trabajo final implicaba la traducción de un texto completo, moderadamente largo; yo elegí, de la biblioteca de la facultad, un librito de Umberto Eco, llamado Tra menzogna e ironia (Entre mentira e ironía). Título que obviamente me atrajo, y bajo el cual se reúnen cuatro textos breves de este semiólogo italiano.
Uno de ellos estaba dedicado a Hugo Pratt y a Corto Maltés. No es mentira, pero es ironía: el libro no lo tengo, y aunque debe estar por ahí la fotocopia, no podría leerlo. Mi italiano está completamente oxidado después de años y años de no leerlo ni escucharlo. ¿Qué me queda? Pues buscar la traducción propia y leerla... y tal parece que no está en mi computadora, así que a buscar en mis archivos. Claro que puedo bajar el texto de Internet, pero no tendría gracia...
Y una más, sobre las vueltas de la vida. En Italiano I (recuerden que me metí un año antes de lo debido) conocí a una chica, que sigue siendo una amiga, y que me presentó a quien ahora es otro amigazo, Sebastián, quien me consiguió el actual trabajo y a quien dedico esta entrada. A él también le gusta mucho Corto Maltés, y sé que siempre quiere aprender algo más del personaje y de los comics en general. Para cuando esto se publica, él y su flamante esposa estarán volando hacia el Caribe (si no me equivoco, a México).
Mis mejores deseos de felicidad para ambos y de nuevo la dedicatoria de esta entrada, que se te venía debiendo desde hace tiempo. Si ves humo en el horizonte, ya sabés: la empresa se fundió porque no estabas. Es así de simple :D
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