Cosas que hacer versus cosas que hacer


Escribo más para no perder la costumbre que para contar algo nuevo.

Como otras veces, de pronto llega el trabajo y no puedo seguir con algunas cosas. Principalmente, con demorada reescritura del último cuento de mi antología de ciencia ficción. Está ahí esperándome, el manuscrito lleno de tachones y correcciones, pero a mitad de camino, dormido.

Por suerte no se ríe.


Creo que me entiende, y yo ahora me entiendo mejor. Como comenté ya, vengo de unos meses en donde terminé cosas interesantes y no encontré en el depósito nada que me interesara lo suficiente como para meterle fuego a la fragua.

Tengo varios proyectos que me gustan... pero no les encuentro el enfoque adecuado. Eso me está molestando un poco, como esas picazones que no se van, y vuelven...

En fin, que hoy tenía que seguir con el cuento, pero no puedo. El trabajo se llevó gran parte del tiempo y el resto me queda para que la mente vague y descanse un poco. A veces escribir no es algo que salga tan natural: hay días y momentos en donde cuesta un poco más, y eso no tiene nada de malo, pero la semana ha sido agotadora, y quiero relajar un poco esta cabeza.

Después de todo, nadie me corre. Los compromisos editoriales están listos desde hace meses y solo queda encontrarle el enfoque a esos proyectos, que ya van arrancando... ya van arrancando...

Y viene la temporada de lluvias y de frío. Hoy se largó el chaparrón. Ideal para quedarse en casa y escribir, o en la cama, y pensar.

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