Crack Bang Boom 5: domingo 17


Puff, cómo se fue el tiempo... estaba pensando en cómo estoy reseñando el último día de la Crack el último día de Comicópolis, poquito más de un mes después. Convención que de hecho fue lanzada y anunciada en la Crack. Pero en fin, cosas que se dieron así. Espero en unos días mejorar el ritmo y poder subir algunas impresiones más de lo que dejó la convención. Creo que sigue siendo interesante y no se desactualiza tan rápido. Cualquier cosa, estoy abierto a opiniones.

El sábado nos habíamos reventado en la fiesta oficial del evento. En mi caso, tal vez no tanto, pero en definitiva, aunque uno se quedara unos pocos minutos, si había estado en el evento, ya venía pre-reventado por la experiencia.

Teóricamente, el domingo iba a haber una clínica de guión con Eduardo Mazzitelli, que se canceló cuando el maestro se enfermó a pocos días del evento y no pudo venir. Lo único "bueno" (podríamos decir, "no tan malo") de eso fue que los interesados pudimos dormir un poco más, porque sino hubiéramos ido al susodicho taller como zombies. Ni hablar de lo que hubiera salido de allí.

En fin, el domingo no tuve otra que llegar una hora más tarde debido al almuerzo familiar dominical, que ese día era especial. Ya de entrada, el día tan perfecto presagiaba una explosión de público. Pero no sabíamos qué tan grande sería...

El Centro de la Juventud el domingo. Gratuito y sin cola
para ingresar, tuvo un gran éxito comercial y de
concurrencia, por lo que pude saber.
Sin más charlas en las que participar, y casi sin charlas que me resultaran interesantes ese día, me preparé para quedarme en el Galpón 11 durante toda la tarde. La única actividad que me hubiera podido sacar de allí hubiera sido la charla de Dan Didio, pero al poco tiempo empecé a intuir, cada vez más fuertemente, que no iba a poder asistir. Lo único que logré hacer, al poco tiempo de llegar, fue darme una vuelta por el Centro de la Juventud para saludar a los amigos de LA Comics y a Fernando Biz, de Editorial Módena. En el stand de Términus, la cantidad de público asistente hacía que a veces tuviéramos que atender el stand de a dos, ya sea apresurando la misma venta o vendiendo a diferentes lectores al mismo tiempo.

Algo embrutecidos por el calor y el tufo (no sólo por la cantidad de personas, sino por la escasa ventilación del lugar, algo sobre lo que volveré luego), la tarde se fue pasando más o menos rápida, con alguna que otra expedición a algunos stands conocidos, del Galpón 11, para ver cómo andaban, y algunos saludos adelantados. En las convenciones todos huyen  apresuradamente y a diferentes horas, así que no está mal  asegurarse de, al menos, haberse despedido como corresponde.

En el camino nos fuimos enterando que la afluencia de público era tal que sólo comprar la entrada tomaba algo así como una hora de cola, sino más. No quiero caer en impresiciones porque los testigos (amigos y conocidos que veíamos entrar agotados) me llegaron a hablar de hora y media o dos horas, aunque se sabe que cuando uno está bajo el rayo del sol, parado y molesto, el tiempo parece ir más lento. Lo cierto es que nos dio algo de impotencia ver cómo algunos amigos no podían entrar y nosotros no podíamos hacer nada.

La cola para entrar en el Galpón 11 (con entrada en mano)...

Y parte de la cola para comprar la entrada. Tanto yo como otros, con
mejores cámaras, requerimos una panorámica de tres fotografías
para hacer que toda la cola entrara en una sola imagen.

Como anécdota, sólo me queda contar que, a media tarde, en un momento de tranquilidad en el stand, quise cruzarme para ver los otros galpones y saludar a algunos amigos en el Centro de la Juventud. Nada más llegar a la puerta de ingreso di la vuelta: era tal la marea de gente que esperaba para el concurso de disfraces, sumados a los que todavía hacían cola para entrar o para comprar entradas, que hubiera tenido que caminar por sobre sus cabezas para llegar más o menos a salvo. Creo que hubiera perdido unos diez minutos de empujar gente sólo para llegar, y otros diez más para volver a entrar.

Este es otro de los temas que comentaré más adelante y con más detalle, pero quería mencionarlo ya que considero que, si bien no fue un error de la organización, sí es algo a tener en cuenta para el año que viene. En contraste, una vez comprada la entrada, por lo que ví se ingresaba rápidamente; se habían eliminado las colas para poner los cintas correspondientes, que el año pasado también hicieron perder algo de tiempo. Otra cosa a tener en cuenta: si bien supe de personas que desistieron de ingresar al evento cuando vieron la cantidad de público, creo que fueron las menos, y que esto no influyó en la asistencia general.

En fin, resumiendo, no hice nada demasiado reseñable aquí, más allá de continuar con ciertas costumbres sociales como saludar, ver como vendían otros stands, charlar con amigos y conocidos y enterarme de algunas novedades y noticias del momento. Así, en una de las recorridas por el Callejón de los Artistas (lugar que el domingo movilizó a muchos más artistas y público en general, como ya comentaré), uno de los organizadores nos avisó que debíamos ir partiendo hacia el CEC, para comenzar con la ceremonia de cierre de la convención.

Si bien era relativamente temprano para ello (creo que faltaba una media hora), la previsión no estaba de más, ya que los invitados eran muchos y estaban desperdigados por tres lugares diferentes. Así que, tratando de ser puntuales, hicimos caso, organizamos el stand para que los compañeros de las editoriales con los que lo compartíamos lo administraran un rato, nos reunimos todos y fuimos para allá.

Tuvimos que esperar un rato, se pasó un poco el horario justamente por lo ya mencionado: los invitados estaban todos desperdigados y tardaron en llegar. De todas maneras pude dar una última vuelta al CEC, saludar más personas y finalmente llegamos al gran momento.



La ceremonia, como siempre, fue modesta y muy bonita. Creo que es un lindo ritual dentro de la convención, quedarse bien hasta el final para ver cómo fue el evento, asegurarnos que va a seguir allí, etc.

Y este año, los datos fueron abrumadores. Como siempre, de boca de Eduardo Risso, nos enteramos
que se superó la afluencia del 2013, con unos 20.000 asistentes con entradas. A esto habría que sumarle unos 10.000 más, según otras fuentes, que asistieron a los espacios gratiutos, principalmente el concurso de disfraces que tuvo lugar el domingo por la tarde, y que hizo rebalsar totalmente la costanera.



Este año, una de las novedades fue la necesidad de
trabajar con voluntarios, ya que el personal fijo del CEC
no daba a basto con todas sus funciones. La organización
los felicitó ya que su trabajo fue muy bueno, entre otras
cosas canjeando las entradas por las cintas que se ponían en
las muñecas. A ellos, también, un agradecimiento.





Así que nos volvimos a ir con una promesa: que el año que viene el evento seguiría adelante, que vendrían más invitados, más charlas, más novedades. Aunque tal vez no éramos muchos los que nos quedamos hasta tan tarde, ese juramento nos sigue uniendo.

Aunque extenuados, no nos queríamos ir. A poco de bajar del escenario me vinieron a saludar algunas personas que se iban, particularmente Leonardo y Matías, de LA Comics. Y después fue hora de salir del CEC y organizarse para ir, todos juntos, a la cena de cierre del evento, en un restaurante céntrico.

No sin antes, claro, de la última foto de rigor:



Eso fue todo. C'est fini. Final para una de las experiencias más hermosas de mi vida, más enriquecedora, más emotiva, en lo que va de mi carrera como guionista. Espero que haya muchas más como estas. Pero mientras tanto, si es una vez al año, tampoco está tan mal.


Más adelante subiré algunas cuestiones más sobre lo que nos dejó la Crack. Así que sigan sintonizados.

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