Repensar los espacios que uno habita es una buena manera de empezar de cero. No porque algo ande mal, sino porque cada tanto, uno necesita un nuevo comienzo.
Este fue mi caso, que comenzó hace un par de semanas. La excusa fue un nuevo mueble, pero para eso hubo que reubicar camas. Para reubicar camas hubo que reubicar cajas, algunas de las cuales fueron directamente dentro del mueble. Otras, fueron adelgazadas a la fuerza o terminaron directamente en la basura. Finalmente la pieza quedó totalmente libre de cajas, incluso de esas que estaban disfrazadas de mesas bajas. Ahora sólo quedan muebles de verdad, y el cesto de la basura (que es en realidad un balde de pintura muy lindo, viva el reciclaje).
Pero la cosa no termina ahí. Fueron días de revisar todo, porque esto es un ecosistema, un habitat muy particular. Fueron varios días de sacar las cajas que estaban muy escondidas, revisar su contenido, seguir reduciendolo, tirando cosas o poniéndolas en otros lugares, o usando su contenido para otras cuestiones. No dejé nada sin revolver. Tengo esa manía, que creo es bastante útil: no dejar nada por la mitad, hacerlo hasta el hueso.
Así que, en mucha menor medida, todavía estoy en eso. Me ha quitado mucho tiempo de escritura, ya que tengo varios guiones para Términus en la cabeza, así como el desarrollo de Aerith, mi siguiente juego de rol. Eso, claro, no me gustó, pero en definitiva, para ganar hay que invertir. Si dejo que siga creciendo el caos, no puedo tener bases sólidas para lo nuevo.
Eso eso por ahora. Ya en las etapas finales, puedo seguir con más fuerza.
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