Todo estaba ahí, perfecto. Y de pronto, dejó de estarlo.
En estos días me ha llegado la tremenda noticia: ha fallecido un compañero, un amigo podríamos decir. Una de esas personas que al poco tiempo de conocerlas ya te caen bien. Una persona honesta, sincera, directa, cooperativa, trabajadora, inventiva, abierta, emprendedora. De esas personas que gravemente pueden corregirte algo, haciéndote ver el pequeño error en tu éxito, para que el día de mañana ese éxito sea mejor. De esas personas que si pueden ayudar te dan una mano, y si no, al día siguiente te dan dos. De esas personas que saben mucho más que tú, y sobre todo saben que eso no los hace mejores que tú. De esas personas que pueden trabajar en la sombras durante mucho tiempo sin buscar glorias ni reconocimientos, simplemente por el bien de los demás.
Lo conocía desde hacía un año y algunos meses, pero era como si hubiera estado ahí siempre.
Me enteré de su muerte apenas minutos después de pasar una velada hermosa con mi familia, en el cumpleaños de una persona que para mí es de la familia. Una velada en la que hablamos y reímos mucho sobre esas cosas que hicieron nuestros familiares y amigos ya fallecidos.
En fin, una mezcla de cosas aparentemente irreconciliables.
Ayer fue un día muy extraño, cargado de mala coincidencias, una experiencia personal muy fea y montones de momentos hermosos con alguien muy querido para mí. Pero todavía me dura una sensación de "no sé qué", una bruma vibrante en el fondo de la cabeza, como ruido blanco. Trato de evitarlo, pero es difícil.
Intento volver al ruedo. Días sin escribir, porque me tomé también vacaciones de la escritura. Estuve ocupándome de temas personales positivos. Mucha esperanza. Muchas cosas buenas y muchas cosas malas. Experimenté, el mismo día, uno de los peores días y uno de los mejores días de mi vida. Como si fuera dos personas, dos vidas.
Y mientras pasaba un hermoso momento recordé esa sensación que tuve al leer La escritura o la vida, de Jorge Semprún. Uno de los mayores regalos que me dio la universidad y una de las mejores novelas que he leído. De pronto, todo se me presentó más fácil, sin tantas vueltas. La vida era tan misteriosa como mágica, un laberinto invisible de causas y consecuencias que a veces nos persiguen y a veces nosotros perseguimos sin saber.
Creo que se ha quebrado la racha. Comenzar a escribir aquí ya es un buen signo. Algo ha cambiado y me ha hecho diferente.
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