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Jugando con cartas

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Cuando era chico, y no tan chico, me cansé de jugar a las cartas.

Chinchón, escoba de quince... empecé tarde con el truco, juego de cartas argentino por excelencia, y aunque soy bueno para mentir en la vida real (no lo divulguen) no aprendí a hacerlo bien en el truco. Hay una frase de Borges que habla del truco y del poker, y dice algo así como que todos los argentinos somos mentirosos, pero no la recuerdo bien...

El poker nunca lo jugué más que en la computadora, y más adelante, en varios campamentos con amigos, nos enviciamos MAL con el bridge. O algo que me dijeron que se llamaba así, pero ahora lo leo en la Wikipedia y no tiene nada que ver con lo que jugábamos. A lo mejor era otra variante... Recuerdo que una noche una partida se alargó por horas, creo yo, y no terminaba... Luego nos dimos de que habíamos usado dos barajas en lugar de una, y que eso estiraba alarmantemente las probabilidades de NO obtener la carta buscada.

Pero lo que recuerdo de mi niñez era el tema de la escoba de quince y del chinchón. Las reglas las tengo porque son sencillas, pero hace tal vez diez años que no juego ninguno de los dos.

Uno de mis recuerdos más lindos es cuando jugaba con mi abuela paterna, en la casa de mi abuelo (donde mi padre vivió muchos años, queda a cuadra y media de mi casa actual). Yo era chico, y era lo suficientemente inocente para no darme cuenta de que mi abuela me dejaba ganar. Una de las cosas que solía hacer era dejar caer "por error" los comodines en el chinchón.

Ese tipo de cosas se recuerdan pero de manera solapada, hasta que después, mucho después, mi padre me lo hizo rememorar. Solo ahí caí en cuenta de que no era cosa de la vejez, sino de las ganas de ver ganar al nieto. Mi abuela jugaba para enseñarme el juego, pero también para que yo me fuera con una sonrisa a casa.

No puedo culparla por algo así, pero ahora como instructor de artes marciales, comunicador social (y algo de psicología hemos dado...) y con algo de sentido común, veo el problema de dejar ganar a los niños siempre.

La experiencia que tuve hasta hace un tiempo con mi primito de pocos años me iluminó al respecto. Como cualquier niño argentino, se le inculca de chico la adoración a la pelota de fútbol. Como en mi casa hay patio, y él es muy activo (aquí les decimos hinchapelotas...), pasamos muchos ratos tirando penales y haciendo tiros al "arco" (dos columnas).

Noté que siempre quería ganar, y que incluso cuando yo metía el gol, él lo invalidaba por algo, mientras sus tiros, incluso los errados, eran contados como gol. Al principio lo vi como algo normal, pero luego la cosa se repetía y empezó a incomodarme.

Así que empecé a "dejar de jugar" cuando él hacía trampa diciendo que era gol cuando no lo era, etc. Me daba algo de cosa comentarlo con su madre, pero sin mucha formación pedagógica fue lo único que se me ocurrió.

Para esa época él había visto mis dados de rol y como había quedado encantado con ellos, le regalé un juego de generala. Así que cambió la pelota por los dados, y obligaba a todos a jugar con él. La cosa empezó a repetirse: cambiaba las reglas constantemente para ganar. Si el dado suyo salía alto, ganaba; si el de su madre también era alto, de pronto las reglas eran sacar bajo.

Sin ponernos de acuerdo, su madre y la mía empezaron a hacer lo mismo que yo. Cuando él hacía trampa para ganar, dejaban de jugar. Así, lentamente, fue aprendiendo a que a veces se gana, a veces no, y que hay que respetar las reglas. Con el fútbol pasó algo parecido, ahora cuenta bien los goles.

Es normal que los chicos quieran ganar siempre, pero hay que poner los tantos. La de los juegos de cartas también lo sufrió una vecina mía con un chico que a veces cuida. La táctica era la misma: cambiar las reglas después de tirar la carta.

¿A qué viene esto? A nada, solo porque uní el recuerdo de mi abuela y mi inocencia al jugar una carta que no debía. Y a que ahora, tal vez, los niños salen demasiado competitivos y sus padres no se dan cuenta de que deben evitar eso.

Cuando jugábamos wargames

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Revisando mis cajas de apuntes de la universidad encontré, seriamente traspapelado, un mapa muy especial. Un mapa de un mundo que existió solamente en nuestra niñez: la mía y la de mi hermano.

Ahora que ya localicé lo que buscaba, me pongo a recordar. Mi hermano empezó con la idea, y yo como era 4 años más chico, lo imitaba en todo, así que también tuve mi versión. El juego era crear un mundo ficticio, con países de distinto tipo, forma, tamaño, etc. Todo en uno de esas hojas de papel grandotes que mi mamá siempre nos dejaba (principalmente pliegos de papel para impresoras matriciales de carro ancho, con marcas de agua de bancos y cosas así).

Los países tenían nombres y capitales, pintadas de diferente color, creo, según cantidad de habitantes (veo puntos rojos y amarillos, y creo recordar que los había verdes). Los países se enemistaban o ya eran oponentes desde el principio. Había alianzas también. Eventualmente entraban en guerra.

La cuestión final era la guerra nuclear. Sí sí, de niños jugábamos con misiles balísticos. Cuando un país llegaba a cierto nivel, se empezaban a construir lanzaderas, que se dibujaban sobre el territorio correspondiente. A mayor tamaño del dibujo, más poderoso era el misil. Otra opción eran poner varios misiles más chicos. Eso llevaba a una carrera armamentista que terminaba generalmente con una guerra nuclear localizada, en la cual desaparecían ciudades y mi hermano dibujaba con compás las áreas de devastación. Esto cambiaba también las fronteras, claro.

La cosa seguía así hasta que ya no tenía gracia y se dibujaba otro mapa, otro mundo.

Como dije antes, viendo cómo la pasaba mi hermano yo lo copié. Claro que él era mucho más prolijo con los lápices y todo eso. Pero igual lo pasábamos bien. Actualmente no sobrevive ninguno de mis mapas, o por lo menos no encontré ninguno, pero aquí y allá hay mapas de mi hermano que en su momento he guardado cuando él quería tirarlos. Siempre fui un nostálgico :D

Lo curioso es que no recuerdo que hubiera reglas. Quiero decir, tal vez mi hermano las tenía pero yo no las recuerdo o no las copié. Creo que simplemente las cosas pasaban con un libreto que íbamos armando, y ganaba el que nosotros elegíamos.

Algo similar a como jugábamos con los playmovils. Pero eso es para otra vez. Qué lindos recuerdos.