Hora de retconear

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Tarde o temprano, me sentaré en una azotea, con un tomo de
Superman All Star en la mano y diré a mi perseguidor:
“He leído cosas que vosotros no creeríais, atacar el bolsillo con Año 1,
Birthright, Secret Origin, Man of Steel y mil orígenes del mismo Superman,
brillar una tierra única antes de 52, cerca de la puerta del Hipertiempo.
Todos esos momentos que he leído se perderán,
como el sentido común en Final Crisis. Es hora de retconear
Acto seguido, cuando al fin deje de existir, el tomo de All Star caerá de mi mano
y se estrellará contra la acera, dejando un crater de elevadas dimensiones en el suelo.

Sintar, en un comentario posteado en la noticia sobre el lanzamiento de Tierra-1.


Cuando terminaba el año, solía subir a la terraza de mi casa, que es una de las más altas en varias manzanas. Me quedaba ahí sólo, mirando el cielo encenderse de colores, estallar en humo de pólvora y teñirse de todo tipo de ruidos y chillidos. Pensaba no sólo en lo que no había logrado, sino más bien en lo que iba a lograr al año siguiente.

A fuerza de golpes no soy una persona pesimista. A fuerza de mala suerte y otras cosas que no vienen al caso, me hice optimista, o mejor, me hice de esos que persiguen su destino, esté donde esté. Pero a veces lo que uno ve o espera no es lo mismo que lo que busca.

Durante muchos años hice eso: mirar al cielo y pensar en lo que iba a conseguir al año siguiente. Cosas que nunca conseguí, o que sólo logré por un tiempo. A algunas las seguiré buscando, claro, porque me resultan esenciales. A otra... mejor las dejaré ahí donde están, en el pasado.

Si algo aprendí este año es que nada tiene un significado, más allá del que uno quiera darle. ¡Un momento! Eso lo estudié en la facultad, hasta el hartazgo... pero otra cosa es darse cuenta de que es así en la vida, o peor, en la vida de uno.

Creo que empezó en 2007 (¡Por Dios, ya parece una vida entera!). Podemos fechar en ese momento varios eventos que me cambiaron. Leyendas 2007, en donde conocí a varios dibujantes, con los que se empezó a plantear el asunto de los comics, y cuando empecé a pensarme como guionista. También por ese año empecé a escribir seriamente, tanto novelas como cuentos. También fue el primer año de sequía, sin trabajo. Un año muy marcado por logros, encuentros, desafíos y algunos fracasos. Un año raro. Como 2009.

Personalmente, no soy optimista sobre el futuro inmediato de este país. En 2010, año del Bicentenario, creo que lo veremos caer de nuevo, como en 2001. O si no, como mucho, en 2011, pero no creo que dure tanto. Es algo histórico, que se ve venir como un tsunami, y si no lloro es porque, como en toda catástrofe, hay que estar atento a esperar a que termine, para seguir construyendo y reconstruyendo. Las cosas se han ido de control, del control de cualquiera, y ya nada se puede hacer para volver atrás.

Pero, en lo personal, soy optimista con respecto a lo mío. 2010 tal vez sea un renacimiento, si es que 2009 fue un año de embarazos. Un año de siembra constante, de ideas que llegaron tarde, es decir, en el momento justo. Un año de construir cimientos y andamios. Todo está en pañales, esqueletos, planos, entelequias. Todo es porvenir. Y no soy yo solamente. Hay muchos otros a mi alrededor. Tal vez ese es el mayor descubrimiento de este año: que puedo hacer mucho, pero también, mucho más, si hay otros como yo.

Me quedo con la idea de que muchas cosas llegaron tarde a mi vida; que no tuve el suficiente coraje, o la suficiente inspiración o pasión para perseguir lo que en otro momento di por sentado y creí que era fácil. Me quedo con un cierto sabor a fracaso por abandono, pero eso ya no me importa. Hay muchas otras cosas cerca, muy cerca. Sé que vamos a lograrlo, porque ya tuvimos algunos éxitos de muestra.

Así que es hora de retconear. No de olvidar o denostar al pasado, sino resignificarlo, reescribirlo desde esta posición en la que uno es un poco más sabio, más experimentado. Seguir encontrando esas perlas que valen la pena, sin exagerar las cosas malas. Ya pasó. Ahora viene otra cosa.

Puf... qué días...

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Bueno, más de una semana sin escribir acá. Y sin hacer muchas otras cosas, también.

En realidad, fueron días muy complicados (si no lo creen, que lo digan mis amigos que leen esta entrada, a los que tuve que posponerle varias veces reuniones, mails y demases).

Acabo de terminar casi todo lo que me faltaba hacer, tengo unos minutos antes de medianoche, así que...

¿Qué estuve haciendo? Principalmente ordenando mi casa, después de la mudanza de mi hermano. No fue difícil, pero sí largo y divertido. Creo que recién ayer todo terminó de encajar. Después de Nochebuena y Navidad, no descansé mucho. De hecho todo el fin de semana fue un ir y venir de cajas, libros, papeles, carpetas, esto y lo otro. Día, tarde y noche. El sábado me acosté a la medianoche, pero como no tenía sueño aproveché para pasar hora y media dando vuelta un grupo de cajas que todavía estaban en la lista de espera. Frenético es una palabra que se queda corta.

Sería largo y tedioso contar todas las peripecias, pero quedemos en las siguientes estadísticas:
  • 30 cajas vacías de CDs y 15 sobres. Afortunadamente para el medioambiente, mi mamá hace manualidades con el contenido.
  • Una estantería liberada de cajas en su parte superior.
  • Tres "nuevos" posters en mi pieza, que estaban en la otra. Más posters en mi habitación que siempre quise colgar. No había espacio.
  • Una mesa que ahora tiene contenido útil y seriamente ordenado en cajas de buena calidad. Otra mesa en mi pieza con diversos elementos útiles como lápices, cutters, gomas elásticas y un largo y mcgiveriano etc.
  • Un escritorio en el que sí se puede escribir.
  • Cerca de medio metro cúbico de cajas vacías, cosas de mi hermano y cosas que tenemos que ubicar en otras partes pero que sirven.
  • Varias cajas que ahora sí tienen contenido relevante, puestas en lugares donde no estorban.
  • Varios kilos de papel en la basura o en pilas de borradores.
  • Más carpetas organizadas como siempre quise.
  • Un cajón personal semivacío y "ordenado".
Creo que no olvido nada... Todo esto claro dio lugar a numerosos descubrimientos de todo tipo:
  • Yo coleccionaba calendarios, y encontré un montón en mi cajón. También encontré las viejísimas figuritas de bandas de rock que tenía guardadas de cuando estaba en la secundaria. Las repetidas a lo mejor las comparto :D.
  • Una colección de estampillas que eran de mi hermano pero que calculo que yo ayudé a engrosar. Antes mi madre trabajaba en una empresa que recibía correo de muchas partes, particularmente de España e Italia. No las quiero tirar. No sé qué hacer, pero no ocupan mucho lugar.
  • Una carpeta llena de cards de Robotech, Sailor Moon y Star Wars. Un amigo me regaló muchas de Star Wars para mi cumpleaños; de hecho casi todas las de El Regreso del Jedi. Así que ahora tengo muuuchas. Son de Topps, si no me equivoco, y son muy lindas. El tema es que tengo que averiguar precios para folios y calculo que no son baratos. También tengo que darle hogar a muchas cards de Pepsi cuando sacaron una serie de personajes de DC. Tengo bastantes de esas también.
  • También descubrí muchas figuritas repetidas, algunas de Los Simpsons y de Jurassic Park, y una parva de Sailor Moon. Puedo empapelar la casa con todo eso y algunas otras cosas.
  • Fotos de personas y eventos que ni recordaba, negativos, en fin, un montón de material que recién ahora empecé a ordenar.
  • Muchos Cds de utilidades arcaicas que fueron recicladas, como utilidades para tarjetas VGA, para hablar por teléfono con el modem, para contectarse con Sinectis, y miles de cosas absolutamente ridículas en la actualidad de Internet.
  • Cajas y latas vacías que no quiero tirar pero que todavía no han encontrado utilidad.
  • Dos joyas. Yo que creía que no tenía ningún recuerdo del Negro Fontanarrosa... Cuando iba a Leyendas se armaba un revuelo tal que era imposible pedirle un autógrafo, había que esperar horas (y él los firmaba a todos). Pues bien, parece ser que sí le pedí un autógrafo, pero en una muestra humorística de 1999. Tengo un Mendieta con mi nombre, y un Clemente también, de parte de Caloi. Si no fuera porque hay una tarjeta postal con todos los datos, a modo de invitación, ni recordaría haber ido. Ahora le encontré un lugar más acorde.
Bueno, ya se volvió pesado. Para mí eso resultó muy divertido, sobre todo porque me ocupó un fin de semana completo. Ya veo por qué alguien puede creer que soy aburrido.

¿Qué me llevó a este frenesí de organización? La verdad es que no tenía ganas de sentarme a responder mails, escribir cosas que tengo atrasadas o leer cosas para reescribir. Mi idea era hacer eso en enero, mes en el que me tomo vacaciones de varias obligaciones. Pero para eso necesitaba rearmar mi vida física, iniciar una nueva etapa digital y personal sobre la base de algo diferente en todo sentido. Reacondicionar el espacio para que fuera más cómodo visualmente, prácticamente. Darme algunos gustos en decoración friki, como tres posters de Star Wars en la misma pared, o una proyectada pared temática de El Señor de los Anillos. No tener Cds sobre el scanner ni la mesa de la computadora abarrotada de papeles sin hogar. En fin, ya me comprenden. Sin eso no hubiera podido seguir con lo demás.

Así que ahora estoy más tranquilo. Las cosas que quedan las haré en estos días, según haya dinero para algunas compras y algún rato para hacerlas cómodamente. Pero el 80% de todo lo que quería cambiar ya está. Ahora es cuesta abajo y más tranquilo.

Ya saben entonces en qué pasé esta semana. Y voy a seguir ocupado, pero en otras cosas.

Independencia del comic

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Hace tiempo discutíamos en Cuadritos qué era ser independiente en el ámbito del comic. Como se puede ver en los comentarios, hay muchas formas de verlo.

Algunas respuestas aparecen después de que uno dio muchas vueltas. En Dibujantes pude ver las publicaciones de Llanto de Mudo, que me parecieron impresionantes por su alcance: hablo principalmente de Ignatius tenía razón, que tiene algo así como 124 páginas en un tamaño cómodo, un precio más que razonable y una buena impresión. La verdad es que me resultó un orgullo saber que acá cerca se hacen cosas así, que encima se editan regularmente y ya van por el 5º número.

Así que buscando más datos sobre ellos llegué a su blog y desde allí llegué a un artículo periodístico reciente, del diario Crítica de la Argentina. TODO el artículo merece, en mi opinión, una larga exégesis, porque resultó mucho más interesante de lo que esperaba, gracias a las palabras de los entrevistados.

Ahí aparecen reflejadas las opiniones de diversos editores de todo tipo. De todas, las que, creo yo, responde en parte la pregunta de "qué es ser independiente" es esta:
Para Reggiani, el deseo de ser autor profesional hace de la necesidad una virtud. “El paso por la autoedición tuvo efectos en el modo de encarar qué significa ser historietista. Conductas inconcebibles empezaron a ser normales, como la constitución de redes que se plasman en, por ejemplo, el festival Viñetas Sueltas de Buenos Aires, y en la autonomía conquistada: hoy se producen historietas sin un encargo”.
En los países en donde hay mucho comic, las mismas editoriales buscan talentos y nuevas obras; en otros casos, si bien no hay un encargo formal, los autores pueden enviar libremente sus creaciones a varias editoriales y ver quién está interesada en publicarlas, ya que existe un buen mercado y las empresas deben abastecerlo. Estos proyectos están enmarcados dentro de ciertos géneros que se corresponden con una línea editorial, de manera que si queremos hacer terror, misterio, etc., vamos a Vértigo o a una similar, no a una editorial especializada en superhéroes.

Aquí apenas hay editoriales, y estas difícilmente buscan gente nueva: las más grandes se dedican a publicar grandes obras pasadas u otras grandes obras de genios actuales. Tampoco hay un mercado visible. Entonces, los autores tienen que autopublicarse de alguna manera, ya sea a través del fanzine, de un blog o sitio web, de una edición más "profesional", o encontrar algún nicho de mercado muy particular (esto se ve en muchas reseñas aparecidas en Cuadritos) para que su obra llegue al público.

Creo que parte fundamental del ser independiente es esa. Como no hay ni mercado ni editoriales, no hay una rebelión contra lo profesional, lo editorial. Se es independiente como se es huérfano.

Tabula rasa IV: lo que fue y será

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Hace tiempo, mucho tiempo atrás, mi hermano solía imprimir algunas cosas y pegarlas en la pared. Principalmente frases o poemas; unas pocas cosas que adornaban nuestra pieza de paredes siempre blancas.

Por una u otra cosa, estos fragmentos se cayeron o fueron despegados, dejando su marca en la pintura. Una de ellas, sin embargo, permaneció incólume, escondida detrás de su computadora y del equipo de música que la coronaba.


Para el que no lo lea bien, es "Otro poema de los dones", de Borges. Una obra sublime por donde se la mire, y que debo haber leído muchas veces antes de que este pedazo de papel amarronado quedara bloqueado por otras cosas.

¿La saco? No, por ahora no. Claro que no lo voy a tirar, pero esperaré a que mis viejos quieran pintar la pieza. Vamos a encontrar muchas otras cosas detrás de la biblioteca grande, que lleva ahí un par de décadas.

Tabula rasa III: la facultad

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En la mudanza, uno de los items más arrinconados y polvorientos resultaron ser mis apuntes de facultad, o mejor dicho, lo que quedaba de ellos.

Como muchacho prolijo que soy, el grueso de fotocopias, apuntes y trabajos prácticos los tengo archivados en dos cajas grandes, separados por materias (cada bolsa tiene cosas diferentes). Claro que el galpón donde los tengo está lleno de insectos y polvo, pero mientras mis gatos duerman en otro estante, todo está bien. Cada tanto los movemos y limpiamos.

Pero quedaban dos cosas. En primer lugar, una enorme bolsa con todo lo que dimos en Historia Argentina y Latinoamericana (y algunas cosas más). Una hermosa materia de 2º año, que promoví y aprobé con 9 en un examen oral en el que hablé casi exclusivamente de la Revolución Cubana. Lo curioso del caso (promoví todas las materias de ese año) es que, a diferencia de las demás, todo ese material se lo había prestado a una amiga/conocida, que iba a rendir libre. A la pobre le habían perdido el legajo académico, y tenía que volver a rendir varias materias ya que ciertos profesores no le reconocían las firmas en la libreta universitaria (cosas de la Argentina, como siempre).

Más que nada me dio pena esa situación, y accedí al préstamo. El tema es que perdí contacto con esta chica, y por mucho tiempo me maldije por no respetar la regla de no prestar cosas a desconocidos. El tiempo me quitó la razón, porque volví a encontrármela años después, trabajando en el programa de cursos de ingreso, lo cual derivó en el retorno del material a mi poder. Ahora descansa con las demás bolsas de material impreso.

La otra parte de los apuntes que no estaba enterrada era, posiblemente, la más agridulce. La componen tres capas: una breve, de material para los cursos de ingreso a Comunicación Social. Una época linda, sin duda, pero que este año no repetiré: lo hice tres años seguidos (febrero-marzo de 2007 a 2009) y le perdí el gusto, las ganas, la pasión. Confieso que no tengo ningún reproche hacia ninguno de mis compañeros o responsables de programa, sino todo lo contrario, la iniciativa me parece genial y siempre estuvo bien enfocada, y creo que sirvió de mucho. Pero las prioridades cambian y también los gustos, lo que uno quiere hacer. Ya no sigo tradiciones que han perdido el significado. No presentarme como voluntario este año fue una decisión que tomé en un par de segundos pero que cada tanto lamento, como si me hubiera costado más. Tal vez no me duele tanto porque sé que la puerta seguirá abierta en los años por venir.

La segunda capa, la más grande, la componen los apuntes de mi adscripción al seminario optativo "Conjeturas sobre el Sujeto. Reflexiones sobre los vínculos sociales y políticos en la cultura mediática” (también conocida como Cátedra Bla(st), para abreviar). Época que no llenó todas mis expectativas, aunque me permitió mantenerme cerca de la facultad y aprender muchas cuestiones contemporáneas de las ciencias sociales. Época que me hizo conocer a ciertos autores muy interesantes, plantearme proyectos que tal vez nunca lleguen, o que sí. Además, claro, de conocer gente muy capaz y buena en lo personal, que espero formen el futuro de la carrera como docentes y/o investigadores, allí donde yo no voy a estar.

La tercera capa, las más agria, la comprenden apuntes que tomé de varias materias para armar un marco teórico para un proyecto de beca que nunca llegó. Sin trabajo y sin otras alternativas, como muchos compañeros, busqué una forma de utilizar lo que había aprendido en la carrera para mantenerme. No funcionó; a pesar de todos los esfuerzos que hice, eventos fuera de mi control me quitaron la posibilidad. El ni siquiera llegar a entregar el proyecto terminó de marcar mi alejamiento de la facultad: si bien seguí con los cursos de ingreso, algo me dijo que mi destino no estaba en la universidad, así como mucho tiempo antes algo me dijo que no tenía que seguir la carrera militar. En todo caso, tampoco es muy probable que ejerza mi título en algo acorde, así como están las cosas en este país. Por lo menos puedo decir que estudié algo que me gustó y me gusta, que me enseñó y me enseña muchas cosas útiles e interesantes.

Después de sellar todo esto en una bolsa plástica, procedí a la canibalización de todos los elementos útiles. La vetusta carpeta de la universidad fue reciclada al recibir folios con recortes de tecnología militar y PDFs impresos que hace tiempo quería ordenar. También me quedé con los folios antiguos. Las hojas con anotaciones fueron con las fotocopias, y las muchas que estaban en blanco (¡tienen varios años de inactividad!) fueron a parar a la pila de borradores, que sigue creciendo (la que creé en ese fin de semana se alimentó de tres fuentes diferentes). Nada se tira señores, todo se aprovecha.

Como broche final. ¿Qué es lo más loco que podría haber encontrado entre los folios de la carpeta que guardaba mis últimos apuntes? Ojalillos. Sí, sí, tres planchas de ojalillos, dos casi enteras, la otra muy gastada. Qué tiempos aquellos, que noño era, manteniendo la prolijidad de la secundaria en la universidad. Qué tiempos aquellos...

Tabula rasa II: lo tecnológico

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Elementos tirados durante la mudanza y posterior acomodamiento: 3 mice antiguos (2 Genius y uno Logitech, el primero que tuvimos, era enorme!). Los dos primeros son iguales y no tienen mucho valor; el otro sí, por la nostalgia y el cable único que lo une al pasado (el conector ya no es compatible, tiene tornillitos!). Todos estuvieron tirados por allí en sus cajas, pero ya no tenían razón de ser. En realidad, no pude tirar el Logitech, era demasiado cruel...

Cuando tengo que tirar algo así me da cosa, porque nací en una época muy tecnologizada, y mis primeros recuerdos de computadoras, televisores y demás me marcaron mucho. Todavía me duele que hayamos mal regalado mi vieja Spectrum. Soy un poco cachivachero. Me gustaría armar un museo de mi vida y la de mi familia, y en ella la tecnología, como ese teclado-computadora lleno de teclas de goma tendría un lugar central. Y el Winco de mis viejos, que creo que sigue guardado en el galponcito debajo de la escalera que da al jardín.

En fin, sigo con la lista. Hace un tiempo una de mis efímeras amistades por correo (es una larga historia) me envió tres cassettes de video con capítulos más o menos ordenados de Robotech (primera y segunda saga); también hay un cassette con dos ovas (Judge y Mermaid Scar). Material que en esa época era muy difícil de conseguir, había que tener dos videos y... en fin, de más está decir que poco uso les di, porque nunca tuve videocassetera!!! Creo que vi parte de ellos cuando, por alguna razón, pedimos prestada una, pero tal vez me equivoco y nunca los vi. En fin, ¿para qué los quiero? No sólo por la calidad horrenda que deben tener, sino porque todavía sigo sin tener VCR (¿tendré algún día? :D ); además si quiero tener una serie completa como esa, la pongo a bajar y listo: completa y con buena calidad. Como no tengo nada sentimental que me una a eso, no me duele tanto el tener que tirarlos. Lástima que no pueda hacer nada con las cajas, los estuches de DVDs no caben! Pensé en ubicar los videocassettes en manos de gente que hace video, pero deben estar ya vencidos y además, ellos ya deben usar todo en digital, así que para qué...

Los cassettes no se tiran. Todavía hay muchos en los que grabamos cosas de la radio, esa cosa tan linda que tenían los 80s y principalmente los 90s. Roxette, Fito Páez, Manu Chau, los Guns, Queen, Charly García, Depeche Mode, Genesis, y quién sabe qué cosas más hay en ellos, ya ni recuerdo. Lo mismo va para los cassettes grabados de CDs. Muchos ya los tenemos en CD originales o en la compu, pero la onda retro me pega mucho, y si sirve, sirve. Cada tanto pongo alguno y lo escucho; los pasamos tantas veces que hasta recuerdo el orden de las canciones, anotadas con birome en un papelito. Como digo, no se tiran.

¿Qué otra cosa no se tira? Los dos discos rígidos que quemamos alguna vez (obviamente, cada uno por separado). Uno era mío y se quemó, si mal no recuerdo, allá por febrero de 2003, matando un capítulo de mi segunda novela iniciada, mucho tiempo de investigación aeronáutica y otras cosas. Pesan como un ladrillo y por su tamaño, casi lo son. Por una mezcla de sentimentalismo y cosa ecológica (soy de los que no tiran las pilas a la basura) están apilados en una biblioteca, tan útiles en su labor de pisapapeles como lo son los tres abrecartas legados de padres y abuelos, que comparten su estante.

Los diskettes se fueron yendo de a poco, como cuadradas lágrimas de plástico, a veces durando mucho, a veces durando poco. Hace tiempo que ya no los usamos, pero siempre quedan algunos para una emergencia, o porque sí. Dicho sea, mi compu todavía tiene ranura para esas cositas tan lindas, con un encanto y una portabilidad que ni DVDs ni CDs consiguieron tener. De más está decir que hablo de los de 3 1/2. Durante la mudanza y posterior organización, localicé una capa de CDs llena a su ves de tres cajas de diskettes. La gran mayoría eran discos de instalación de software que había venido con placas de video, impresoras, servicios de Internet (6 diskettes para instalar Arnet!!) y drivers varios. Pero unos pocos eran regalos por correo de una querida amiga con la que perdí contacto; como suele suceder, posiblemente no funcionan ya, pero me da lástima tirarlos ya que tienen una cosa de cariño y unos stickers muy lindos. Los otros... no sé, supongo que los tiraré si mi madre no puede reciclarlos en manualidades, como hace con los CDs (adornos navideños muy curiosos!).

A todo esto, hay paquetes de cable telefónico y de cables de computadora tirados por todas partes, además de tres o cuatro cajas de conexiones telefónicas para modem. ¿Por qué no las tiro? Porque andan y pueden servir en un momento dado, y porque no me gusta tirar cosas que no fueron gastadas hasta el final. Ya bastante basura hacemos todos los días como para tirar cosas que sirven.

Eso sí, después queremos encontrar un manual para ver un problema o un CD de instalación y perdemos horas... hace unos meses casi nos da un ataque de nervios. Otra parte de la organización será tomar lo que organizamos el año pasado, cuando mudamos otra parte de la pieza, y volver a organizarlo según nuevos standares. Esto incluye un montón de cajas de hardware que ya ha pasado a peor vida desde hace rato. Pero para eso creo que esperaremos a enero.

A todo esto, la cuestión de desfasaje tecnológico cae en momento de acuciante escasez de espacio en mi disco rígido. Estoy grabando un DVD por día para compensar. Afortunadamente tanto yo como mi hermano estamos tirando muchos CDs severamente rayados o con programas que ya no sirven (Corel 4 venía con la Stylus 400???!!!), así que podemos reutilizar las cajas. Por otra parte, hay varios grupos de CDs que quiero regrabar en DVD para que ocupen menos espacio y para evitar excesiva acumulación de rayaduras. Así que supongo que me veré nuevamente obligado a regalar (en lugar de tirar) dichos sistemas de almacenamiento.

Mientras tanto, mis DVDs de películas, animación y música ya tienen suficiente espacio para ser guardados como se debe. Muchos estaban apilados en lugar de tener estantes. Una verdadera pena.

Tabula rasa I: lo que se va y lo que se queda

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Con la ya mencionada mudanza de mi hermano, y mi parcial mudanza dentro de la casa, es oportunidad de deshacerse de muchas cosas, plantearse seriamente por qué me quedé con otras, y cambiar prioridades en materia de donde pongo cada cosa.

En principio, si bien mis juegos de rol tienen una nueva y mejor estantería, tuve que dejar de lado las revistas de esta temática (un buen montón de Líder, incluyendo una de la "nueva época"). Las ubiqué dentro de una gran bolsa, que cerré para que no las afecte el polvo. Rara vez las uso, las leí hasta el hartazgo y la mayoría de los juegos que mencionan ni siquiera los he jugado: tienen más que nada un gran valor sentimental.

Otro tanto hice con las revistas de artes marciales que estaban junto con las de armas e historia militar. No son muchas, pero despejan el estante donde van los comics, y teniendo en cuenta que ahora compro más comics, necesito ese espacio. Tampoco son muy consultadas (actualmente), aunque sí son muy queridas. Ahora están apiladas junto con otras bolsas similares. Las revistas Lazer, que no puedo poner en casi ningún lado debido a su raro tamaño, están en una caja que desperdicia el 40% de su capacidad.

Ahora que mi hermano quitó su computadora, son accesibles los dos huecos de la principal biblioteca, ahí donde antes iban sillas y desde hace tiempo sólo hay cajas apiladas, mucha suciedad y cosas inútiles. La limpieza general también llegó ahí en estos días. Muchas cosas fueron a la basura, pero hay otras que no puedo tirar. Por ejemplo, un pequeño universo de cartas de gente con la que ya no trato; me parece casi irrespetuoso tirarlas a la basura aunque ya no tengo contacto con ellas. No te preocupes querida amiga, tus cartas están ahí, pero separadas, y esas sí que nunca las voy a tirar. Ya les encontré un mejor lugar dentro de otra bolsa de plástico... ¿saben qué estoy usando? Los sobres-bolsa en los que me enviaron los libros que comprenden la Biblioteca Tolkien. Yo sabía que me iban a hacer falta un día...

En esa misma biblioteca espero poder desalojar un compartimento en donde pueda poner mis dados y todas mis miniaturas de rol, que ya son muchas. Así quedarán más accesibles y seguras de cualquier rotura o pérdida, y dejan de interferir con el normal manejo de la biblioteca.

Una gran pila de sobres de papel y de cartón son ahora el hogar todas las cosas roleras y no roleras que mencioné hace unos días. Puse TODO el material acerca de MAGNUS dentro de una bolsa plástica, y aproveché para agregarle cosas que estaban separadas. Otro tanto hice con varias categorías: tenía material rolero disperso por acá y por allá, recuerdos de jornadas, etc. etc. Cada cosa terminó en su lugar, generalmente un sobre de papel que luego quedaba dentro de una bolsa plástica, que se apilaba sobre otras similares.

Este trabajo arqueológico me tomó parte de la tarde del viernes y de la mañana del sábado, pero fue muy entretenido, a pesar de tener que lavarme las manos una docena de veces por hora. Actualmente todo el material rolero que no uso, más mis borradores literarios, más las revistas y recortes de diarios y otras cosas están pulcramente apilados donde ya no estorban.

Otra cosa que pude hacer fue organizar mis carpetas, ponerlas todo en el mismo sitio, llenar sus folios con el material correspondiente en un orden más que decente. Ya tengo todas mis facturas e información fiscal y laboral en un solo sitio.

¿Qué más? Muchas pequeñas cosas. Tendré que reacomodar mis posters y voy a aprovechar para colgar otros más: esta tarde hice inventario de todos los que tengo y reparé con cinta de papel algunos. Mi hermano encontró un montón de monedas al mover una biblioteca. Yo encontré un comic que compré usado y creí que había vuelto a vender. Pero sigo más adelante con lo demás.

Mudanza y media (y II)

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Mi hermano se muda. Esa simple realidad, que se anticipa desde hace meses, se desencadena ahora, esta misma semana.

Aunque ya sabía de esto desde hace tiempo, este fin de semana tuve una serie de flashbacks y sentimientos encontrados. Después de todo, he compartido con él nada más ni nada menos que 29 años de mi vida (o sea, todos).

Sin ponerme muy sentimental ni demasiado detallista, lo único que puedo decir es que a él le debo mucho de lo que soy, particularmente mi interés por la lectura y la escritura. Lo cual no es poco decir. Puedo imaginarme con diferencias en otros aspectos, pero no puedo imaginarme no siendo lector y escritor.

Así que me deja un hermano mayor, pero también un amigo, un antiguo compañero de juegos y, siempre, de aficiones. Nuestra última actividad en conjunto es ver episodios de The Big Bang Theory y de Babylon 5. Tendré que ver solo lo que queda de la última temporada, lo cual le dará un sabor más que especial.

Se terminan las charlas y los chistes frikis, las conversaciones con frases de Los Simpson, los comentarios al pasar de cierta cuestión científica o política, los chistes espontáneos, etc. etc.

Bueno, no para siempre. Tampoco se muda a Timbuktú, de hecho, se muda a unas "pocas" cuadras. Pero es más o menos eso. Paso de una vida como la del universitario que comparte departamento a la de un soltero que vive con sus padres (oh, no!). Bueno, ya corregiremos eso en los años por venir.

Por ahora, en lo último que pienso es en donde voy a poner más posters y cuadros. En serio, más bien pienso en el quilombo que va a ser la mudanza y la posterior reorganización del hueco nuclear que va a dejar en mi casa. Mucho para barrer, arreglar, pintar, tirar, buscar, empaquetar... digamos, hasta fin de mes.

Pero sobre eso ya seguiremos hablando en otro momento.

Mudanza y media (I)

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Mi hermano se muda. Esa simple realidad, que se anticipa desde hace meses, se desencadena ahora, esta misma semana.

Por una parte, hace algunos días que él comenzó a poner sus libros y su ropa de invierno en cajas. Es un caos más grande del habitual, porque también tuvimos que mover una mesa llena de cosas, y reemplazarla por otra mesa (que se llenó rápidamente de cosas). Todo gracias a que dicha mesa se rompió; por si fuera poco, ahora él se va a llevar otra de las dos. Conclusión: mi casa es un desfile de mesas (estamos armando una más, es la tercera que reciclamos en el año, y pronto vendrán otras dos).

Su mudanza coincide con la mía: me mudo en parte a otra habitación. La que tenía las bibliotecas y las dos computadoras queda medio vacía: él se lleva una computadora y dos bibliotecas, y otra de ellas tiene que pasar a la habitación de dormir. No sólo para llenar un hueco: en la habitación de las computadoras hay que cambiar el piso y, con suerte, pintar paredes y techo. Mis padres quieren aprovechar que esta habitación queda casi vacía para evitar más demoras.

Así que en eso estamos. El sábado comencé a apilar partes de mi biblioteca en la otra pieza: mis comics con mis libros antiguos, mis libros de historia militar con mis novelas de fantasía, más comics con mis revistas de armas, los diccionarios con los libros de cuentos. Como si fuera el Templo de Abu Simbel, el domingo a la mañana terminamos de rearmarlo, con las piezas ligeramente fuera de lugar. Mi hermano me ayudó con el último estante, que tenía las enciclopedias de la Segunda Guerra Mundial, y luego entre los dos movimos el mueble. Mientras él guardaba sus libros, yo llenaba los estantes de nuevo. No hay fotos de la parte media de la mudanza (las pilas de cosas amontonadas), pero sí del resultado final.

El resto del domingo se fue en consolidar lo ya movido y ordenar, tirando cada tanto algo que ya no servía. En los días previos había aprovechado para ordenar mejor algunas carpetas, sobres y pilas de papeles, con cosas que sigo guardando: apuntes de mis muchos juegos de rol que terminaron en el olvido, hojas de personajes y aventuras de incontables partidas, fotocopias de diversos tipos, los primeros bocetos de mis novelas, etc. etc. Kilos de papel, todos ordenados pero que requieren un lugar apropiado, que no tenían, y siguen sin tener.

Existe el constante tironeo entre la parte de mí que quiere tirarlos y la que no, pero por ahora sigue ganando la que quiere conservarlos. Así que amontoné esas pilas entre mi biblioteca y mi cama, ahí donde antes ponía mis libretas de apuntes con ideas para cuentos y novelas. Ahora ya no tengo excusa para no leer en la cama: a medio metro tengo un universo de conocimiento y ficción.

Mientras tanto, mi hermano seguía guardando libros, lo cual dejaba libre más espacio en la única biblioteca que va a quedar en la habitación de las computadoras. Aproveché para continuar intercambiando libros entre bibliotecas, para aprovechar mejor el espacio y buscar algún tipo de orden. Ahora mis libros centenarios, o que superan los 50 años de edad están juntos, y pude reunir en una sola hilera mi Biblioteca Tolkien. Sí sí, (casi) todos con folios originales.

Mi Biblioteca Clarín de Batman también cambió de lugar, ahora con todos los tomos correctamente ordenados. Eclecticismo puro: comics con historia militar con juegos de rol. Y arriba de eso voy a poner manga y/o películas. No hay espacio para lujos como la clasificación y el orden.

La verdad es que el cambio se agradece. La habitación estaba muy atestada, y ciertas cosas eran difíciles de acceder, a veces incluso directamente inaccesible a menos que uno moviera algo. De todas maneras mi hermano no va a llevarse todos sus libros ya mismo, y algunos quedarán aquí según me ha dicho. Los dos tenemos libros regalados, viejos o abandonados que tenemos en cajas distribuidas por la casa ya que nunca tuvimos suficiente espacio. Por un buen rato, seguirá siendo así.

Seguramente habrá pequeños movimientos en los días que quedan, pero esencialmente, eso es todo. Un día completo dedicado a mudanza, que salió sin problemas y con gran rapidez.

¿Demasiado técnico? Sí, se me está pegando la costumbre de separar experiencias en cuestiones personales y otras no tanto. Pero para eso estará la segunda parte.

Fábrica de chorizos

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Con Borderline, por ejemplo, había que hacer toneladas de páginas. Hubo historias en las que inventamos, con (Carlos) Trillo, una editorial que publicaba historietas de un superhéroe dentro de la misma historia, entonces esas páginas las hacían otros dibujantes. Es una vorágine que no tiene nada que ver con lo que uno pretende hacer. Si uno busca no ensuciar este arte, no podés meterte en esa fábrica de chorizos porque nada bueno va a salir. Llegó un momento en donde dije “esto no me sirve” y me fui. Fue exactamente lo mismo que me pasó en Editorial Columba, donde me venía preguntando por qué se habían ido tipos como Horacio Altuna o José Muñoz. Es entonces cuando hay que buscar a alguien que valore mejor tu trabajo.

Eduardo Risso, en una entrevista a Página/12 hablando de su experiencia en Italia.

Curiosamente, en Dibujantes compré el tomo nº4 de Cybersix (de Trillo y Carlos Meglia) en la cual Risso dibuja varias páginas con la excusa de que la protagonista lee un comic basado en su propia historia... por lo que estuve leyendo, Meglia tuvo el mismo problema que Risso: la editorial italiana le pedía una cantidad ingente de páginas (en este caso, 12 por semana!!!) y tenía que recurrir a todo tipo de trucos. Este era uno de los más usados, aparentemente... la pregunta que me surge es a quién se le ocurrió primero. ¿Cosa del guionista solamente?

Sinceridad periodística

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Con ese esquema de cobro, nos encontraríamos a nosotros mismos escribiendo mucho más sobre Britney Spears y mucho menos los tamiles del norte de Sri Lanka.

James Harding, editor jefe del The Times, hablando sobre el sistema de micropagos, que implica pagar algunos centavos por leer cada artículo. Este diario está adoptado un nuevo sistema: pagar 1 euro por el acceso a la edición de ese día durante 24 horas, además de subscripciones por más tiempo.

Convenciones: un mundo aparte (y II)

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El otro nivel de análisis es el desdoblamiento del target. Target que es ambiguo, a pesar de que los medios nos bombardeen con ese invento de las "tribus urbanas". Pero sí, hay comiqueros, gente que sólo lee comics occidentales (en general), y otakus, gente que sólo lee manga y ve anime. A lo cual le sumamos la gente que está en el medio, porque lee un poco de todo.

Es curioso. Muchos otakus acusan a los comiqueros de que su fandom es consumista porque las empresas, principalmente Marvel y DC, sacan miles de comics que revuelven hasta el exceso la historia de los personajes en un ir y venir de muertes, resurecciones, etc. etc. Cosa cierta. Pero ellos terminaron también cayendo en el consumismo (¿o acaso los japoneses son comunistas?) al caer en otro esquema: te vendo mangas, pero también llaveros, pins, gashapones, posters, anotadores, muñequitos y cualquier otra pelotudez que se me ocurra.

¿A quiénes están apuntadas las convenciones actualmente? A los otakus. Personas de variada edad que parecen tener un buen poder adquisitivo como para adquirir todo eso, porque un manga (muchos de los cuales se editan nacionalmente) sale 20 pesos, poco más que una entrada al cine, mientras que un comiquero no puede conseguir comic yanqui o europeo editado acá, y tiene que pagar en euros o dólares un comic de 24 páginas. Y no sólo eso: a los otakus se les vende, en las convenciones, concursos de disfraces, karaoke, bandas que hacen covers. ¿Y a los comiqueros? Si viene algún autor nacional, es mucho, y los ponen en salas con un sonido horrendo, sin anunciar su llegada o haciendolo a través de parlantes por los que no se entiende nada.

No es que tenga nada contra los otakus. Pero es que este formato comercial, que impera en Buenos Aires desde hace años, pareciera ser el único conocido y soportado por el fandom. Venderle lo que sea al que tiene plata. Muchos comiqueros van, no porque les guste, sino porque no hay opciones de su talla. Recién hace poco han surgido estas opciones, principalmente Viñetas Sueltas. Querámoslo o no, las convenciones más bien para otakus se han vuelto comerciales, mientras que, tal vez por una reacción de equilibrio, las comiqueras, que no pueden competir con esto, intentan diferenciarse con su costado artístico: exposiciones, muestras, ventas de fanzines, charlas y talleres con autores nacionales de renombre, etc.



¿A qué apunto, entonces? Pues a tres cosas.

Primero, que el modelo de convenciones "todos juntos" está caduco, desde mi punto de vista. Es una falacia, porque se apunta principalmente a los otakus, dejando total o parcialmente insatisfechos a los comiqueros. Creo que estos dos públicos ya están lo suficientemente diferenciados como para que se haga una división más estricta, y que cada uno vaya a donde quiera ir. No por segregación, sino porque como digo, las convenciones no son parejas para ambos lados, y porque los dos modelos tienen necesidades contrapuestas, difíciles de conciliar en un mismo espacio.

Segundo, que los organizadores de los eventos del tipo comercial tienen que empezar a respetar a sus clientes. Lamentablemente la gente sigue yendo porque no tiene otra opción, por tradición y otras cosas, pero cobrar 20 pesos para meter como ganado gente en un galpón en donde solamente se venden cosas, no siempre con descuento... No me parece correcto. Lamentable y asombrosamente, por lo que averigüé en estos días, Buenos Aires no dispone de ningún centro cultural decente que pueda ser alquilado por poco o ningún dinero, ni existen lugares acordes que puedan ser gestionados por canales gubernamentales como es en Rosario. Acá tenemos tanto centros culturales municipales como centros de distrito e incluso se ha usado para un evento de anime el edificio donde ahora está la Sede de la Gobernación (que antes era la Jefatura de Policía, lugar de tortura y desaparición, menuda venganza poética). Sea como sea, de nuevo, ni otakus ni comiqueros somos ganado, merecemos algo mejor de lo que se nos da, y deberíamos reclamarlo.

Una apostilla a esto: ¿los organizadores sólo venden entradas? Vuelvo al tema de los servicios. En los años del 1 a 1, es cierto, los eventos que todavía eran "mitad comic mitad manga", lograron traer a autores estadounidenses como Alan Grant, por ejemplo. ¿Qué hacen ahora los eventos de anime? No es que sea algo menor traer actores y actrices de doblaje, pero ¿qué pasa cuando se terminen los más famosos? El Salón del Manga de Barcelona cuenta con ayuda de la embajada de Japón, y sé por varias fuentes que los nipones gastan mucho dinero en promover su cultura a nivel mundial (otro ejemplo a seguir). Viñetas Sueltas contó con el auspicio sin ir más lejos de la Embajada de Francia, en donde el comic es una industria muy desarrollada. ¿O es que como las entradas se venden solas, no es necesario molestarse para mejorar el evento y agrandarlo? No digo que sea fácil, pero nunca se ha hecho y me preguntó por qué.

Tercero, y final: hay que promover más la realización de convenciones comiqueras, para equilibrar la balanza y dar opciones. En este sentido me siento orgulloso de haber participado en Dibujantes y espero que el año que viene, Rosario sea centro de una convención igual o mejor. En este caso el desafío sería hacerla más conocida en Buenos Aires, promover que la gente rompa sus esquemas (porteños, dejen de inundar Mar del Plata todos los años, hay mar y ríos en otras partes del país!!!!) y empiecen a tener en cuenta estas opciones.