The Hobbit: An Unexpected Journey (2012)

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Este año es difícil elegir la película más esperada. Sin embargo, podemos decir que de todas ellas, la gran mayoría ha cumplido, a veces con creces, lo que yo como cinéfilo y como fan esperaba. La primera parte de este trilogía pasa a engrosar esta gran lista.

The Hobbit: An Unexpected Journey tiene todo, pero todo lo que un fan de Tolkien puede pedir: fidelidad al texto, tanto en letra como en espíritu; excelentes actuaciones y efectos especiales perfectos y deslumbrantes; un sólido guión, mucha aventura, acción y pizcas de humor.

Pero hay mucho, mucho más que decir sobre la película y las dos que le siguen. Dos grandes debates y controversias: el uso de una nueva tecnología de filmación y proyección, al doble de velocidad (48 cuadros por segundo en lugar de 24); y la expansión de dos películas a tres, para un texto relativamente corto y sencillo. Así que pónganse cómodos porque va a ser una reseña completa.


El desafío de tener dieciseis protagonistas
Trece enanos, más un hobbit, más un Mago. Un verdadero desafío para cualquier guión y director. ¿Cómo darle protagonismo a tantos personajes, sin diluirlos, sin confundir?

Peter Jackson lo logra dando a cada enano su espacio y su tiempo. De muchos vemos apenas un rostro, un gesto, un arma; en las dos restante películas los conoceremos más, en el momento indicado. No tienen capuchas de colores diferentes como en la novela, sino personalidades bien armadas, barbas, edades y actitudes diferentes. Si en el texto a veces no quedaba claro si eran o no parientes (recordemos que algunos lo son, pero no todos), aquí los vemos realmente como parte de un pueblo que lo perdió todo pero mantienen intacto su orgullo y sus tradiciones.

No hay mucho que decir acerca de Gandalf y Sir Ian Mckellen. Tanto el actor como el papel están perfectos.

La gran sorpresa, por así decirlo, la da el actor que interpreta a Bilbo Bolsón, Martin Freeman. Un verdadero desafío: cómo representar a un personaje que es la antítesis de la aventura, pero que de pronto se ve envuelto en la más grande que ha visto. Las primeras escenas, donde se ve esta dicotomía, son verdaderamente desternillantes, como en el libro, pero al mismo tiempo mantienen o incorporan una hermosa atmósfera de duda ante lo desconocido, de curiosidad ante el peligro. Luego el guión y el director le da mucho espacio para continuar explorando este personaje tan particular, a veces risueño, pero siempre serio y profundo.

Finalmente, Richard Armitage compone un perfecto Thorin Escudo de Roble. Atravesado por la tragedia y el odio, firme, serio, con la ambición a veces desmedida de sus mayores y un coraje a toda prueba, no es un personaje sencillo ni para el guión ni para el actor, porque resulta contradictorio y conflictivo debido a su orgullo y a su hermético carácter. Aquí se da la nota exacta, y es uno de los personajes que uno desea seguir viendo.

Por si fuera poco, el casting del resto de los enanos es también excelente, y sus caracterizaciones, como ya he mencionado, son perfectas. Uno va aprendiendo sus nombres y particularidades de a poco y no siente la necesidad de hacer memoria.

Pero no nos olvidemos de Gollum. Andy Serkis compone en él, ayudado por el acostumbrado nivel de los efectos especiales, un personaje realmente fuera de serie, apenas alejado del que ya conocemos, pero sólo donde el guión lo requiere.


¿Tres películas para trescientas páginas?
Esta es la gran duda, el gran debate que ha suscitado esta película dentro de los aficionados a Tolkien. ¿Hacía falta, es algo positivo o simplemente cuestión de hacer más dinero?

Hace tiempo escuché/leí un comentario que decía que los cuentos son mucho más fáciles de adaptar a películas. La razón era que el equipo creativo (léase el director, el guionista y los productores) no se ven obligados a recortar las partes del texto que alargaban demasiado la película, ni tienen que dejar de lado detalles y subtramas interesantes para ajustarse a una duración standard y a una narrativa más o menos lineal. El ejemplo dado era la película Inteligencia Artificial, que justamente estaba basada en el cuento homónimo.

El argumento planteaba que un cuento, al tener menos material de base, permitía expandir el mundo esbozado a trazo grueso, dando espacio a la creatividad de los realizadores sin tener que contraponerla a la del autor original. Muchas novelas tienen demasiados personajes, subtramas, escenas y situaciones para una película de dos horas, o incluso de tres horas de duración. Un cuento puede ser adaptado en, por ejemplo, una hora y media, dando media o una hora más para profundizar aspectos que aparecen resumidos o que suceden entre líneas, o incluso que no han tenido lugar en la ficción pero que los realizadores consideren interesante insertar.

En resumen, en lugar de recortar, estaba la posibilidad de crear. En lugar de una traducción exacta y perfecta, algo imposible, había una recreación, algo alcanzable y posiblemente mucho más efectivo a nivel historia.

Saco a cuento este comentario, con el cual acuerdo totalmente, porque considero que algo similar ha sucedido con el caso de El Hobbit, aunque tomándolo como novela. De pronto, una trilogía ha sido más adecuada para contarlo completo, pero dejando espacio para que otros elementos, tomados o no del mundo de Tolkien, pudieran enriquecer el conjunto, llevándolo a nuevos niveles.

En un primer momento, cuando Peter Jackson dijo que estaba dudando entre realizar una duología o una trilogía, pensé que aquello estaba mal. Dos películas eran más que suficientes como para contar la historia. Pensé, como muchos, que todo era asunto de dinero, y que el resultado podría ser terrible.

Sin embargo, lo dejé allí, flotando. Seguí leyendo noticias sobre la cinta y de a poco fui cambiando de idea. Lo que Jackson decía tenía sentido: tomar elementos de otras obras de Tolkien para enriquecer un relato que ya de por sí no era muy complejo, ya que había sido pensado para niños (los hijos de Tolkien, pero niños al fin). Empecé a recordar, y hablando con otros fans, fui recordando también fragmentos de El Señor de los Anillos y de sus Apéndices, principalmente. Una lectura al menos superficial nos da cuenta de gran cantidad de datos al respecto.

También, hace un par de meses, leí el libro nuevamente y redescubrí algo: su prosa es mucho más sintética y rápida que la de la obra mayor de Tolkien. En pocas líneas resume batallas, conversaciones y viajes de varios días. De nuevo, tenía sentido que algunos párrafos tomaran veinte minutos de acción en pantalla: no era necesario inventar nada, porque si bien no estaba todo escrito letra por letra, sí estaba en espíritu.

Y es aquí en donde el argumento que planteo se hace fuerte. Lejos de ser una "traducción" (como lo fue la trilogía anterior, libro por libro), tenemos aquí una reinterpretación de un texto que tiene más potencial del que expresa en papel.


[SPOILERS]
A partir de aquí asumiré que el lector ha leído tanto El Hobbit como El Señor de los Anillos, para poder presentar libremente mi opinión al respecto. Si no has leído alguna o ninguna de estas obras, puede pasar al siguiente subtítulo.
[/SPOILERS]

¿Por qué digo esto? Recordemos que Tolkien no sólo escribió El hobbit para sus hijos (lo que explica las escenas con humor, las canciones y los párrafos muy resumidos -era un profesor muy ocupado al que no le alcanzaban las horas del día). Fue su primer libro exitoso, y tomó muchas cosas de él para la continuación que los editores le pedían: lo que se desarrollaría como El Señor de los Anillos. Y es ahí donde hay un eslabón flojo. Tolkien seguramente quiso reescribir su primera obra para emparejarla mejor con la trilogía, pero no pudo.

¿Qué le quedó afuera? Pues no poco. Principalmente algo que liga, de manera bastante directa, ambas historias. Porque rápidamente nos damos cuenta que el lazo entre El Hobbit y SDLA es el Anillo y ciertos personajes que lo rodean: Bilbo y Gandalf, los dos protagonistas que inician ambas obras. Pero hay una subtrama que Tolkien no llegó a reescribir, y es la del Nigromante.

¡Nada más ni nada menos que Sauron antes de materializarse en Mordor! ¿O acaso no les parece raro que ese tema tenga tan poca importancia? Tanto es así que cuando Gandalf aparece luego de muchas páginas de no intervenir en la acción, la única explicación es un párrafo en el que cuenta, sin dar detalles, cómo él y los Magos se reunieron para acabar con el Nigromante. Un párrafo. Evidentemente Tolkien necesitaba una buena excusa para sacar a Gandalf del camino, debido a que era muy poderoso para la trama que los enanos debían resolver por su cuenta, junto a Bilbo. Y creó un personaje misterioso, al que no le dio mucha importancia, pero que era el prototipo de uno de los mayores villanos de sus próximas obras.

En este punto Jackson vio la oportunidad de contar todo aquello que no podemos más que imaginar. Tomar ese párrafo en profundidad implica introducir a Saruman, a Radagast, a varios Altos Elfos, más escenarios, más historia, etc. etc. Si a esto le sumamos la expansión de todas esas batallas y situaciones ya mencionadas, que en el libro solamente se narran en dos líneas, tenemos una solución perfecta al dilema de la duración de la película.

Y si a esto le sumamos que Jackson ha sido muy cuidadoso y apenas ha introducido material de su propia cosecha (detalles con los que no estoy de acuerdo, pero son apenas pizcas), todo cierra.



¿48 cuadros por segundo? This is madness!!
La trilogía será de las primeras cintas en filmarse y proyectarse con una nueva tecnología, que duplica la cantidad de cuadros por segundo. Es decir, que tendrá el cuadros y que veremos "a otra velocidad".

Ahora bien, esto sería una locura (y lo dice alguien que ha visto rollos de películas en un cine de verdad, son casi tan grandes como ruedas de camión) de no ser porque las cámaras y los proyectores son digitales y no requieren ya de celuloide.

Pero hagamos un poco de historia. Allá atrás en el tiempo, en las primeras décadas del cine, el celuloide, material con el que se hacía la cinta para filmar, era muy caro. Se trata de un material sintético que es bastante inflamable. Había que tener cuidado para que la cinta no se derritiera o se incendiera el proyector, algo que fue la ruina de muchos cines. La cuestión costo y la cuestión velocidad impedían que una película durara demasiado.

A comienzos del siglo XX, las películas se proyectaban a velocidadades variables, entre los 14 y los 26 cuadros por segundo. Eran los tiempos de las películas mudas, y por eso ahora, cuando vemos una, nos resulta graciosa la velocidad con la que se mueven las personas: frecuentemente han sido filmadas a menos velocidad de la actual, y al convertirlas a la actual, parecen aceleradas. En esa época no había un standard en cuanto a velocidad de proyección, porque el ojo y el cerebro humano son engañados por la "ilusión de movimiento" al pasar de los 14 cuadros por segundo.

Sin embargo, a mediados de la década de 1920, al introducirse el cine sonoro, los técnicos se dieron cuenta de un detalle. Si bien los espectadores toleraban los movimientos "a saltos" que tenían algunas películas al ser proyectadas lentamente, como el sonido estaba impreso en la cinta, variar la velocidad de proyección haría variar también la frecuencia y velocidad del sonidos. Algo así como lo que sentimos ahora cuando escuchamos un cassette viejo o que tiene mal la cinta: un efecto bastante perceptible y para nada agradable.

La solución era sencilla: poner un standard de velocidad que todos respetaran. Así, los fabricantes de cámaras de cine y proyectores pusieron todo a 24 cuadros por segundo, luego de varias pruebas. Algunos no estuvieron de acuerdo: Edison dijo que el mínimo debería ser 46 cuadros por segundo. Lo más probable es que las cuestiones técnicas y de costos fueran las razones por las cuales nadie le hizo caso. Se podían construir proyectores que tuvieran esa velocidad, pero seguramente eran más caros, y así también se hubiera requerido una cantidad enorme de metraje, algo prohibitivo para muchos estudios.

De manera que desde esa época, todas las películas que hemos visto, tanto nuestros abuelos como nuestros padres y nosotros mismos, han sido exhibidas en esa calidad: 24 cuadros por segundo.

Es uno de los casos de permanencia tecnológica más largos, y tiene grandes consecuencias porque plantea cómo vemos esa realidad ficticia que es el cine. Tanto es así que, como muchos preveían (incluso el mismo Jackson), hay quienes dicen que la película, en este formato, se ve como si fuera una mala producción de televisión. Pareciera como si mejor calidad fuera peor calidad. Y en realidad todo se trata de una percepción, en donde los años y años de ver cine de una manera influencian nuestra forma de seguir viéndolo.

En lo personal, me interesa mucho más este desarrollo técnico que el 3D, que me resulta innecesario y hasta artificial. Realmente creo que puede ser algo positivo al mejorar la calidad de las imágenes del cine, que ya de por sí son muy buenas, y tengo muchas ganas de ver si estoy o no en lo correcto.

Pero hasta aquí puedo opinar. Me encantaría seguir la opinión de varios críticos en Internet, que recomendaron ver primero la película en 2D y a 24 cuadros por segundo (para disfrutarla sin sorpresas en el medio) y luego en 3D y a 48 cuadros por segundo, para tener una opinión al respecto. Sin embargo, gracias a las absurdas y draconianas políticas aduaneras del actual gobierno de Argentina, parece que los proyectores digitales necesarios para este formato no van a entrar al país por un tiempo. Así que será para la próxima.


En resumen
¿Qué puede esperar un aficionado a la obra de Tolkien, que haya leído sus obras o al menos haya visto la trilogía de El Señor de los Anillos? Como dije antes, una fidelidad muy grande a los textos, con pocas alteraciones (en mi opinión, algunas bastante innecesarias, pero que no cambian el espíritu de la obra). Pero también una edición y un guión muy astuto, que permite cambiar la lógica de la narrativa cuando es necesaria una traducción estructural entre el texto y la pantalla.

Excelentes actores, buenos personajes, acción, aventura, algo de sabio humor (que estaba implícito en el texto y que aquí cobra vida) redondean una producción casi perfecta. Finalmente nos damos el gusto de disfrutar de escenas icónicas de uno de los clásicos textos que fundaron el género de fantasía medieval.

A nivel técnico, todo es similar o mejor que la anterior trilogía tolkieniana de Jackson: los mismos escenarios naturales que quitan el aliento, un excelente trabajo de generación de imágenes por computadora y muchos hábiles efectos visuales. Todo bien armado para que nunca sepamos qué es real y qué no lo es.

¿Se puede pedir más? Sí, que la vayan a ver los que todavía no se asomaron a la Tierra Media, ya sea en versión fílmica o literaria. Si ha gustado a tantos aficionados, que dudaban del buen hacer de Peter Jackson, es casi seguro que les encantará.


No se termina: falta lo mejor

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Mientras escribo esto, miércoles 19 de diciembre, llueve torrencialmente. Hace cuatro días que llueve sin parar en Rosario. Hoy no han cesado los relámpagos y el agua. Era día de cine (El Hobbit, que reseñaré pronto) y de visitar a un gran amigo. Así que tuve ración mútiple de lluvia. A la nochecita quedé totalmente empapado tanto a la idea como a la vuelta, en parte gracias a un tonto error de mi parte: salir apurado sin paraguas ni impermeable.

¿Por qué adelanto la entrada? Porque tengo ganas, porque esta situación y la proximidad del tan mentado 21 de diciembre del fin del mundo me da ganas de escribir, y hacer el balance de fin de año que muchos hacemos, pero no todos publicamos.

Ha sido un día raro, pero muy divertido y positivo. Algo similar al viernes, cuando la primera tormenta me atrapó en el centro, con sólo un paraguas y frente a diez cuadras de un microcentro rosarino anegado, con agua cayendo como ríos por las calles que descienden hacia la barranca. Tomé aquello como una aventura, un desafío. Una sonrisa y a correr, para ver qué salía de todo aquello. Me mojé completamente y tuve que esperar, solo, casi hora y media para que los demás invitados a la despedida del año llegara. Pero fue una noche excelente, que repetiría con ganas.

Ese día casi me caigo por un resbalón; hoy no tuve tanta suerte y me caí, apurado por tocar tierra y encontrar un refugio. Me levanté en el acto, tanto por practicidad como para salvar el orgullo. Pero los pocos metros recorridos me dejaron "hecho sopa", como decimos aquí, y nada había que hacer. Salvo recibir la ayuda de un verdadero amigo, que me brindó mates calientes y ropa seca para cambiarme.

La lluvia es la más intensa en 40 años y para cuando regresaba a casa ya cubría, de vereda a vereda, avenidas de doble mano y doble carril, cubriendo el cantero central. Ahora cubre incluso las veredas de la avenida que corre frente a mi casa, evocando los fantasmas de las inundaciones que cesaron cuando era niño.

No es nada raro que los agoreros ya hablen de otro signo del fin de los tiempos: el primer paso hacia la destrucción. A mi padre lo ha consultado una vecina, llorando, pidiendo consejo. Creo que todos están locos.

Pienso en la muerte y en el cambio todos los días. Pienso en qué pasaría si al cruzar la calle me atropellaran, o si perdiera ya a uno de mis parientes, o si pasara algo de todo lo que le pasa a cualquiera en cualquier parte del mundo. Somos breves hilos sobre un tapiz infinitamente más grande. Incluso si creemos en Dios, no podemos dejar de ver esto. No queda más que ser uno mismo, cada segundo. Levantarse apenas caído, sacudirse lo mojado y seguir adelante, buscando un refugio para la tormenta que nos ha tocado.

En lo personal, no veo la hora de que empiece 2013, no por dejar atrás un mal año, sino todo lo contrario. Quiero ver lo que me espera, todo lo que está allí, creciendo. Soy ansioso, pero he aprendido paciencia de mis plantas de zapallo, ahora perdidas, que sembrábamos en septiembre con mi abuelo y cosechábamos meses después. Miraba todos los días cada zarzillo, cada hoja, cada fruto, cada rama, cada centímetro crecido durante la noche. Así miro siempre mi vida, desde dentro.

Ha sido un año como todos: caerse, levantarse, languidecer, brillar, crear, olvidar... Sin embargo ha sido uno de los años más movidos y agitados de mi vida. Uno que asumí como el mayor desafío, meses antes, cuando terminaba mi segundo semestre de profesorado.

No recuerdo si lo he comentado aquí, pero ahí va. Tenía tres objetivos y los he logrado a todos, en mayor o menor medida. Uno era recibirme y comenzar mi carrera docente. El otro era avanzar definitivamente con mis proyectos creativos (léase comics, cuentos, novelas, sitios y blogs, etc.). El tercero me lo reservo porque es algo personal.

Me recibí, aunque el trabajo por ahora está un poco lento. Publiqué mis dos primeros comics en sendas publicaciones nacionales y participé en la creación de una revista que ya dio mucho de qué hablar en toda Argentina. A través del esfuerzo, he logrado uno de los mejores años de mi vida, uno de los más productivos y creativos.

Pero todavía falta lo mejor. Me ha tomado varios años lograr esto, pero no se ha terminado la pista. Es sólo una fase, y por eso quiero ver más allá. 2013 tendrá más aulas, más alumnos; tendrá más comics publicados, quizás incluso alguna novela o libro de otro tipo.

Vengo escribiendo esto desde hace ya una hora y media, mientras hago otras cosas, y la lluvia no cesa. Todavía hay puntos raros y cuestiones sin resolver. No tengo trabajo fijo y debo esperar a que pasen las vacaciones de verano para volver a las aulas. Los comics resultan lentos de producir, la revista va muy bien pero la distribución se toma su tiempo. Cada día crece un zarzillo, pero no siempre prende en la guía que uno deseaba.

Es el mojarse, el caerse y el levantarse. Pero luego vendrá un amigo, un refugio o algo que hará todo mucho mejor. Eso sólo cuestión de tiempo y esfuerzo.

2013 es mi lluvia incierta, mi tormenta, mi desafío, la aventura que recibo con brazos abiertos y una sonrisa, como el viernes pasado. Mojarse no tiene nada de malo. Mojarse es vivir. Y si uno ha vivivo, no importa ningún apocalipsis.

Sólo en findes

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El otro día, al ver que la última entrada de este blog había sido publicada durante un fin de semana, y descubrir un patrón en otras entradas recientes, seguí maldiciendo mi suerte perra que me quitaba todo el tiempo durante la semana. Casi como si tuviera trabajo.

Y lo peor es que la semana pasada tuve un serio caso de malapatismo, cuando me quedé sin acceso a Internet entre el martes y el sábado, en la mitad del proceso de entrega de un comic para un concurso. El dibujante no daba abasto y quería que lo ayudara con los globos. ¿Como hice, en un vecindario que no tiene ni cibercafés ni nada remotamente parecido? Pues tomando señal wifi de quien sabe donde gracias a una notebook que oportunamente estaba en mi casa. Ni qué decir de la coincidencia, ni de las corridas entre las dos computadoras, ni de los errores de último momento, ni de las tardes y mañanas perdidas dándole al tema. Pero llegamos.

De nuevo no pude iniciar mi novela, pero la pausa me sirvió para meditar bien sobre su trama y encontrarle título. ¿Podré empezar esta semana? Pues no sé, ya es martes y tenía que empezar un boceto/resumen el domingo...

Pasé la noche del viernes bajo la lluvia durante diez cuadras, empapado por una tormenta demencial, y luego colgado hora y media esperando que llegaran mis compañeras del profesorado, que no conseguían taxi ni canoa, para celebrar una accidentadísima despedida del año, que fue retrasada y casi cancelada varias veces. Pero la pasamos genial. Lo único que espero es que la próxima reunión incluya rabas.

De manera que no puedo decir que perdí el tiempo. Y quién dice, tal vez el tener más tiempo para pensar y menos para escribir le haga bien a la novela. Mientras tanto, ya cerré casi todas las cuestiones que tenían que cerrarse.

Lo único que debo, aquí, es un poco más de reseñas de cine. Pero claro, tampoco tuve tiempo para mirar nada. No se preocupen que cuando llueva, va a diluviar.

Va componiendo

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Fin de la primera semana de diciembre, y por fin, por fin, parece haber pasado el vendaval.

En estos días pude cerrar muchas cosas que habían quedado sueltas, y si bien hay algunas que todavía esperan fecha de finalización, son las menos.

El miércoles pude adelantar muchísimas cosas, entre escritura y cuestiones relacionadas al comic. No veo la hora de terminar y ponerme de nuevo con todo lo que se avecina.

Tengo una novela en la cabeza, que surgió lentamente como semilla de un comic que no fue. Y  me espera, también, un arduo, arduo trabajo ampliando mi libro Cómo crear un mundo de juego. Son los dos principales objetivos de los meses que vienen.

Trabajar con comics, por ahora, me insume poco tiempo, más que nada apurones para terminar guiones o corregirlos en alguna cuestión de último momento. Así que si bien Términus y cuestiones relacionadas están ahí, lo están con menos intensidad en cuanto a carga horaria.

Una cuestión que he terminado de comprender en estos días es que me ha afectado inesperadamente el dejar de tener trabajo Y estudio. Durante meses he sido un reloj suizo, manejando horarios de estudios con precisión de minutos para no tener que pasarme de medianoche y poder estar despierto en el trabajo, recortando si era necesario horarios de siestas, asistiendo o no a compromisos sociales sin dejar a nadie plantado, etc. etc. Sobre todo en el último semestre, que fue el más complejo en organización.

Sin embargo,y a pesar que pude solucionar mi problema de levantarme a las 9 (ahora es a las 8) de la mañana y seguir acostándome a medianoche, las horas del día no me rinden igual. En parte por cuestiones que ya han pasado y no volverán, o por otras (como el cuidado de la casa) que son inevitables y variables de semana en semana. Pero también debo reconocer que por cierta falta de organización y exigencia, manejo los tiempos de manera más laxa, y eso no me gusta. Siento que de alguna manera, octubre y noviembre se me escaparon de las manos como un puñado de arena. Y no quiero que pase eso con diciembre.

Ni con el resto del verano. Un punto oscuro es que con las vacaciones escolares es imposible que me llamen para realizar reemplazos, así que por ese lado, tendré más tiempo libre. Si me pongo a contar, son casi tres meses de hacer poco y nada... o por el contrario, tres meses para hacer de todo.

Recuerdo cuando, hace muchos años, me tomé un mes entero para realizar mi primer artículo publicado en el anuario de la universidad. Eran cosa de levantarme temprano, día tras día, bajar la persiana (la ventana daba al sol) y escribir sin pausa con la única ayuda de un ventilador. Ahora, en otra pieza, puedo estar a oscuras libremente, tengo aire acondicionado, silla giratoria infinitamente más cómoda, etc. etc.

Así que no hay excusas. Esta semana, es decir, mañana mismo, empiezo con mi nueva forma de trabajo. Escribir varias horas seguidas al día, sí o sí. Y que sea lo que sea.

Por fin, un poco de paz

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Días y días y días sin pausa... Noviembre pasó como un relámpago, y de pronto, los primeros días de diciembre se desplomaron. Ya casi una semana entera.

Estas tres semanas han sido días de muchas salidas de casa: trámites, reuniones por algún trabajito así y asá, trámites. Cosas de último momento, corridas, mañanas perdidas, alguna bronca, más mañanas perdidas.

Todo para atrasar lo inevitable: la escritura.

Mal que mal, estoy cerrando mi segundo libro para mi propia editorial de rol, Studio Ergo Sum. Sin embargo, perdí casi dos semanas por todos estos inconvenientes, y la decisión de realizar algunos ajustes de último momento. Los cuales, si bien son muy positivos y necesarios, alargaron el tiempo de espera.

En algunos días he tenido que luchar para escribir al menos una página, teniendo que conformarme, qué más, alegrarme por haber terminado la jornada con cuatro párrafos sobre la pantalla. Esto, quedándome hasta pasada la medianoche.

En estos días, también, una urgencia en uno de mis trabajitos me hizo perder un día entero de escritura, mientras otros viajes inútiles me hicieron perder dos mañanas enteras. Para cuando quise darme cuenta, había pasado dos días sin bañarme... simplemente por no haber tenido tiempo.

Pero como todo en la vida, hay revancha, y cuando ayer me contentaba diciendo: mañana es miércoles, es tu día más libre... pues sí, es el más libre, pero surgieron otras cosas.

Tengo que ayudar en poner los globos en un comic que espero poder enviar a un concurso. Y un guión que dejé demorado por todos estos temas tiene fecha límite para el 10 de diciembre, así que tuve que ponerme fuerte con eso esta mañana. Afortunadamente pude avanzar mucho.

Mañana tengo que salir de nuevo a perder la mañana... pero quién dice, esta tarde tal vez pueda terminar algo más. Y si bien tengo trabajo para el fin de semana, confío en que no será tanto como para impedirme cerrar algunas cosas con respecto a guiones, definitivamente, y ponerme a escribir un poco más.

Por fin algo de paz... escribir. Sin pensar en nada más.

Skyfall (2012)

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El poster minimalista de la cinta, un punto que define
algo importante: estilo, puro estilo.
50 años de James Bond, el espías más famoso, amado y odiado del mundo. 50 años de tiros, persecusiones, besos y martinis en todas partes del mundo.

Era inevitable que en un aniversario tan importante surgiera otra edición más de una de las franquicias cinematigráficas más conocidas a nivel mundial. Y por muchas razones, Skyfall resulta la película perfecta, con excelentes protagonistas, un aclamado director, un bien formado grupo de actores secundarios, un villano brillante, una historia interesante pero sencilla y muchos pequeños detalles que pueden hacer las delicias tanto de los fanáticos como de los que comienzan a conocer al personaje.

No por nada se ha anticipado tanto sobre esta cinta: por estar nuevamente Daniel Craig en la piel de 007, por la excelente actuación de Javier Bardem, ayudado por un guión que le proporciona el villano perfecto, por la aparición de elementos tradicionales de la saga, por estar Sam Mendes detrás de las cámaras... Lo cierto es que nos encontramos nuevamente, como sucedió con Casino Royale y Quantum of Solace, con una buena película que no resulta floja en ningún aspecto.

Esta vez, en consonancia con el largo aniversario, tenemos una historia acerca del paso del tiempo. La cinta nos presenta a un Bond curtido, tal vez demasiado. Un Bond roto, dañado física y mentalmente luego de años de correr agentes enemigos y burlar a la muerte. Porque si su negocio es la resurrección, como dice en una parte de la cinta, está claro que esas resurrecciones han tenido su costo.

Pero no es solamente Bond el que sufre de los golpes del tiempo. De hecho toda la cinta está montada sobre el debate entre lo nuevo y lo viejo, entre lo (supuestamente) superador y lo agotado. Así como Bond parece no estar ya para esos trotes, su jefa, M, es atacada brutalmente por alguien de su pasado, que la pone de nuevo frente a sus "pecados"... y al borde del despido y el reemplazo por alguien más joven. El ida y vuelta entre los métodos nuevos y viejos de la inteligencia (la tecnológica y la humana) y otras capas agregan más detalles a la trama.

Esto sucede, incluso, en un meta nivel: no podemos olvidar que al celebrar el 50º aniversario de la franquicia, eran obligatorias ciertas referencias al pasado de la saga.

Es así como, en una película novedosa, con elementos actuales, podemos ver desfilar ciertos cameos: la PPK clásica de Bond, algún Aston Martin famoso, microradios, martinis, etc.

Pero eso no es todo lo que vuelve. Estambul, Shangai, Macao... todo el exotismo de las películas anteriores está allí, pero mostradas por una lente nueva, magistral de Sam Mendes, que hace que incluso Londres, ambiente ya super conocido, nos parezca nuevo y atrapante. También están las bonitas féminas que hacen más agradable, pero también peligroso, el trabajo de Mr. Bond. Lo que falta, con suerte, son los efectos digitales: simplemente porque, como acota alguien en la película, las viejas formas a veces siguen siendo las mejores. Prácticamente todo lo que vemos es real y sigue brindando esa sensación tan particular.

Justamente una de las cuestiones que hacen a ese realismo es la aparición de muchas cuestiones más humanas, por un lado, en los personajes, y más actuales, por el otro, en los temas tratados. Y es que la lealtad (rota o mantenida), la duda, la culpa, la venganza, la obsesión, y muchas otras cuestiones humanas se enquistan en los personajes, haciéndolos más fuertes y más débiles: más humanos.

La fuerza que motiva tanto a Bond como a su némesis, Silva, es tremendamente real y entendible. Los métodos que los enfrentan también plantean paradojas y desafíos en la actualidad del campo de la inteligencia: allí donde 007 es un experto agente según los standares tradicionales, su enemigo explora nuevos tipos de amenazas, más acordes con las nuevas tecnologías.


Mucho se ha dicho del mérito de Javier Bardem al interpretar a este tremendo personaje, aparentemente inofensivo en su aspecto, pero lleno de oscuridad y peligro. Creo que no conviene decir nada sobre el mismo, ni seguir hablando más acerca de lo logrado por el actor español: temo predisponer demasiado al lector, algo que, creo, me sucedió en parte. Baste decir que es su trabajo es sublime, pero poco podría haber hecho si el personaje hubiera sido más plano. Lleno de texturas y riqueza, el guión le permite personificar a uno de los mejores villanos del género.


Poco más puedo decir, pues ya dije suficiente. Skyfall, con sus reflexiones sobre el paso del tiempo, con sus personajes llenos de dudas, odios y amores muy humanos, con sus contrasentidos; con sus méritos técnicos (hay que ver las persecusiones, que siguen dejando sin aliento), con sus méritos artísticos (sin olvidar un reparto de secundarios que más de una película envidiaría), y con sus homenajes y sus innovaciones frente al género de espionaje y a las cintas anteriores el personaje, es una de esas películas que no nos dejarán indiferentes y que casi con seguridad gustarán a la mayoría.

¿Qué vendrá luego? Tendremos que esperar unos años más para saberlo. A mí me intriga mucho saber si Daniel Craig seguirá en el personaje, porque me encanta su actuación y el estilo que le pone al mismo. Sin embargo, algo de cierto tiene la cinta: el tiempo pasa. Y cada tanto, hay que hacer cambios. Aunque lo bueno deba quedar, justamente porque es bueno.



Como muestra de la grandeza de la apuesta visual, una de mis partes favoritas, con lo mejor del estilo Bond: la secuencia de apertura con los créditos.


Argo (2012)

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Hace tiempo, uno veía Good Will Hunting y tenía que reconocer el buen trabajo de Ben Affleck como ladero de su gran amigo en la vida real, Matt Damon. Pero mirando las cosas desde más lejos, podía parecer que el rol en esa película (la cual ambos escribieron) no iba del todo de la mano de sus capacidades. Lo vimos hacer muy buenos papeles en films de Kevin Smith, pero después solamente apareció en películas poco conocidas o en otras que fueron chascos de crítica o que, aunque vendieron bien, no aprovecharon totalmente sus capacidades. La lista está ahí: Armageddon, Pearl Harbor, Paycheck (¡herejía!, la odié), Daredevil...

Pero sin quitar ni poner mérito a todas sus obras anteriores, lo cierto es que Argo funciona como un perfecto punto de inflexión en lo que podríamos llamar una segunda parte de la carrera de Affleck. Un poco como Damon, que dejó de lado las cintas de acción como la trilogía Bourne (más que nada, según él mismo, debido a su edad y las exigencias físicas del papel), ahora Affleck toma otros caminos, tanto como actor, en un papel en el que casi lo desconocemos, y como director (aunque no es la primera cinta que dirige).

Sin estridencias ni exageraciones, Argo resulta una película relativamente pequeña en algunos aspectos, pero enorme en cuanto a la historia y lo que representa para EEUU y para la geopolítica mundial. Es una de esas cintas que tal vez no sean clásicos, ni sean muy recordadas, pero que funciona perfectamente en muchos niveles.

Parte de esta característica parte, tal vez, del hecho de que Argo cuenta una historia pequeña, desconocida, dentro de una historia enorme, casi sabida de memoria para un estadounidense promedio: la crisis de los rehenes detenidos en Irán luego del golpe de estado de 1979.

EEUU había recibido en asilo al depuesto Sha de Irán, un dictador puesto a dedo por ellos mismos. Luego del golpe, que trocó un gobierno de terror por un otro fundamentalista, los manifestantes, organizados por grupos extremistas anti-occidentales, comenzaron a protestar airadamente frente a la embajada de EEUU. Exigían la devolución del Sha para que pudiera ser juzgado por sus crímenes.

En un punto la situación se desbordó, los manifestantes (muy posiblemente alentados por las autoridades fundamentalistas) asaltaron la embajada y tomaron prisioneros a todos sus trabajadores, acusándolos posteriormente de ser espías y exponiéndolos a la violencia que vivía el resto del país, con ejecusiones y detenciones sin juicio previo.

Sin embargo, seis diplomáticos estadounidenses lograron escapar antes del asalto, huyendo a la residencia del embajador canadiense y hospedándose en ella.

Es entonces cuando las autoridades estadounidenses, imposibilitado de hacer algo por las decenas de rehenes detenidos en la embajada, deciden hacer algo por estas personas, que los iraníes todavía no han descubierto. El problema surge cuando todas las ideas para la extracción resultan débiles, ya que Occidente ha cortado todo tipo de lazo, incluso humanitario, con Irán. Es entonces cuando el personaje de Affleck, un operativo de la CIA, tiene la "mejor peor idea" de todas: hacerse pasar por un productor de Hollywood que busca escenarios exóticos para una película de ciencia ficción. Una vez adentro, intentará sacar a los diplomáticos haciéndolos pasar por personal afectado directamente a la película.

Claro que todo el engaño implica hacerle creer al mundo que la película, titulada Argo, es real, por lo que el experto de la CIA acude a un conocido, John Chambers, quien había trabajado en Battle for the Planet of the Apes disfrazando a humanos como simios, además de haber trabajado antes para la CIA. Junto a un productor veterano y experto en el movie business, deben hacer todo lo posible para convencer tanto a la CIA de que la idea es viable, así como a los iraníes de que el engaño es real.

La película nos traslada perfectamente al ambiente de la época, no sólo por lo visual y lo obvio, como vestuario y lo demás, sino a la convulsión nacional e internacional que la toma de la embajada produjo. Los protagonistas están atrapados entre el odio mutuo de los iraníes y los estadounidenses, entre las intrigas de la diplomacia y los servicios secretos y los pequeños gestos humanitarios, como los del embajador canadiense, que se juega la vida hospedando a los diplomáticos estadounidenses. El espectador realmente siente la presión del agente de la CIA al introducirse en un país extranjero y quedar totalmente aislado de todo tipo de ayuda, jugándose la vida por salvar a otros.

Como decía antes, la película es relativamente pequeña, sin estridencias. No posee ningún sentimentalismo ni patriotismo: es una obra bastante pura, fiel a los hechos (en los créditos vemos escenas de la época junto a partes de la película, como para asegurarle al espectador la realidad detrás de la ficción). Cuenta sin perder neutralidad las malas maniobras de EEUU al poner en el poder a un sangriento y odiado dictador, lo cual justifica la revolución, pero también muestra sin exageración el nuevo orden de terror impuesto por las autoridades islamismas. Ayuda que los hechos están bien documentados, pero también que el trabajo de los realizadores, con Ben Affleck a la cabeza, sea muy bueno.

Affleck reluce entonces como actor, en un papel que lo torna casi irreconocible, como un agente de la CIA a los que no estamos acostumbrados: separado momentáneamente, preocupado por su hijo, pero profesional y dedicado. Lejos de un espía asesino despiadado, es un hombre preocupado por hacer su trabajo bien, no por buscar medallas sino simplemente porque de él dependen la vida de otros.

Por si fuera poco, está respaldado por estrellas como John Goodman y Alan Arkins, y por un reparto de actores ya actrices secundarios que realizan un trabajo fino, casi de relojería. El resultado es una película sin fallas, sin fugas ni puntos ciegos, con algunos toques rayanos en el absurdo (hay que reconocer lo cómico de la propuesta, dentro de un mar de tragedia y tensión), pero con algo de acción y mucho, mucho suspenso real. No solo porque sabemos que esas personas existieron y sufrieron lo aquí expuesto, sino porque la película se convierte en un buen reflejo de la realidad. Y eso ya de por sí es raro de lograr en muchas cintas, que parecieran buscar superarla. Tal vez uno de los mejores méritos de Argo es justamente ese: demostrarnos una vez más que no hay que buscar historias rebuscadas y vueltas de tuerca extrañas, porque la realidad superará siempre a la ficción, aunque parezca imposible.


Mucho es decir poco

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Demasiado, demasiado, demasiado rápido pasan los días. De pronto es mitad de noviembre, y no puedo creer que la última entrada sea de hace más de una semana.

Y es que esta semana fue infernal, y me alegro que termine. Tanto por su ritmo como por algunos de sus resultados, merece desaparecer de la historia. Después de muchos días de buen trabajo y resultados, de pronto me choco con tantas barreras que termino desmotivado, confundido, mareado.

Todo arrancó bien, ordenado, casi cronometrado. Estaba fresco el recuerdo de mi graduación, de la reunión que organizamos. Estaba con asuntos de la revista Términus, corrigiendo guiones a último momento y escribiendo algunos nuevos (de los cuales estoy bastante orgulloso), y dándole a las teclas con algunas nuevas cosas relativas a los juegos de rol. Poco tiempo, pero bien aprovechado.

Y luego las cosas de último momento borraron todos los planes. Cuando quise darme cuenta era miércoles, jueves, y todo era diferente. Tuve que renegar días enteros con mal acceso a Internet, intermitente o nulo. Cuatro días seguidos sin poder dormir bien, ni siquiera las siestas. Para el jueves era un harapo. Y por si fuera poco, cierro la semana con un mal broche, con idas y vueltas, trámites a medio hacer y mucha bronca, que por suerte he aprendido a alejar, porque de otra manera...

En definitiva, que por todo lo que ha salido mal, además del mal sabor termino con más trámites para la semana que viene. Y realmente poca motivación para algunas cosas... hace tres días que no toco un guión o alguno de mis proyectos de mediano/largo plazo, y eso es grabe. Mañana no podré, y tampoco el domingo. Y el lunes no creo, y el martes, quién sabe.

Mejor lo dejo acá, para no enroscarme más.

Revista Términus en la calle... y yo también

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Estos días he visto cómo mi rutina se daba vuelta constantemente, sumando apuros, contratiempos y cambios de ritmo insospechados. En gran medida, gracias a la revista y la promoción necesaria para llevarla adelante.

Sabíamos que lo más complicado y costoso en tiempo llegaba ahora, pero no lo habíamos podido dimensionar por falta de experiencia y comparación. Una hora de intercambio constante de mensajes entre miembros de la revista pueden ser realmente agotador. Doy gracias de que nos llevamos bien a nivel personal y profesional, que si no... Pero después está todo lo referente a los medios de comunicación.

Comenzó así, a mitad de la semana pasada, cuando pautamos rápidamente una entrevista para un programa local de Radio Universidad (de la Universidad Nacional de Rosario). Damián, Bruno, Maxi y yo fuimos a los estudios de La Linterna Mágica y nos quedamos casi 20 minutos. El resultado se puede escuchar aquí. El desenlace: una revista de Planet of the Apes, cortesía de Damián Couceiro (todavía no puedo creer que esté dibujando un guión mío un artista de esa altura) y una (media)cena con el grupo y Marcelo Frusín, además de algunos de sus alumnos.


Esta semana tuve que salir a alguna entrevista de trabajo, el martes estuve toda la mañana sin luz, lo cual atrasó totalmente ciertos temas, como escrituras y trámites online. Al volver el fluido eléctrico (curiosa expresión, que me hace acordar al famoso éter del siglo XIX), me encuentro con que tenemos que acordar una cita para una sesión fotográfica para una nota en el diario Rosario/12, también acerca de la revista. Así que ahora me preparo a partir para una nueva aventura periodística. Y otra vez, del otro lado.

Y como si fuera poco, en el horizonte hay otra entrevista radial más, sin concretar. Y hoy también habrá cena, con la mayoría de los integrantes del primer número. Para que no digan que el trabajo es demasiado pesado :D

PD: mañana por la noche está el acto de graduación del profesorado, que espero con ansias para volver a ver a mis amigas. Hoy estuve inscribiéndome online a las suplencias. ¿Escribir? ¿Qué es eso? Apenas pude corregir los dos guiones que tengo asignados para el segundo número de la revista. Creo que recién la semana que viene podré volver como me gustaría a la prosa.


EDITADO-AGREGADO: por escribir esta entrada perdí la noción del tiempo y terminé llegando tarde a un compromiso previo a la sesión de fotos :(

X-Men (2011)

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Esta es la última de las series Marvel en versión anime que pude ver, y tengo que decir que me encontré con una experiencia bastante interesante.

Infinitamente superior a la muy mediocre Wolverine, y más en la línea de Iron Man, esta versión de los X-Men tiene una estructura argumental similar. Algo atrae a los protagonistas a cierta zona de Japón, en donde se ven involucrados en una serie de eventos extraños, que involucran a su vez a otros mutantes o humanos de origen japonés, enganche para la serie en tierras niponas. Esto, sumado a alguna que otra invención dentro del universo ficticio, con respecto al comic, aunque siempre de naturaleza menor, para no entrar en conflicto con él.

Esta serie tiene doble ventaja y doble talón de Aquiles. Por un lado, puede servir de introducción del anime a fanáticos de Marvel, mientras a su vez puede servir de introducción a Marvel a los fanáticos del anime. Es decir, tiene el potencial para difundir y expandir una afición con respecto a personas que no conocen ciertos géneros o estilos.

Lamentablemente, a los puristas esto posiblemente les resulte una aberración, pues no es ni chicha ni limonada. Algunos verán los vicios del anime y los vicios del comic, reunidos, o simplemente considerarán que la unión de ambas cosas no funcionan (como la conocida metáfora de la mayonesa y la mermelada). Esto en todo caso es cosa de gustos, aunque yo no comparto estas opiniones.

Lo cierto es que, como digo, resulta una experiencia interesante, que queda abierta para una segunda vuelta y de hecho, pide por más.

A los más habituales al anime, hay que avisarles que nos encontramos ante una estética bastante más "realista" que la que acostumbra el género, justamente como reflejo de un comic de origen estadounidense. La animación y diseño de personaje son impecables, y nos encontramos con los personajes exactos que podemos ver en cualquier comic, o incluso en las películas actuadas (las cuales, de hecho, son inspiración en muchos puntos).

Pero esta coincidencia no es solamente visual.
A los más habituales al cómic de superhéroes, hay que avisarles que la historia y personalidad de los protagonistas es bastante fiel a lo que están acostumbrados. La historia comienza en un momento crítico y bien conocido: Jean Grey siendo consumida por Fenix. Esto ayuda a explotar las consecuencias que tiene su pérdida en el grupo. Además, Wolverine es el tipo retacón y musculoso de siempre, y no el estilizado y alto de la pifia que constituyó su serie en solitario. Ni hablar de su carácter encantador de siempre. Por otra parte, Ciclops está más en la línea del comic actual, en el cual es un líder nato (aunque tenga graves problemas de conciencia a causa de la pérdida de su amada), y no como en la película, en la que era un idiota de aquellos.


En cuanto a selección de personajes, tenemos una interesante gama: Ciclops, Wolverine, Storm, Beast, Professor X y una bien aprovechada Emma Frost, que intenta unirse al grupo a pesar de haber estado del otro lado en muchas ocasiones. ¿Será de confiar? A su vez, la historia plantea la incorporación de una nueva recluta, la adolescente Hisako Ichiki. Mi desconocimiento del comic me hizo pensar que se trataba del típico personaje japonés agregado para sumar público nipón y para colmo, adolescente, pero rápidamente me di cuenta de que era bien usado y está lejos de ser la típica colegiala idiota que solamente trae problemas. Esto tal vez se da porque, justamente, el personaje sí existe en los comics y por lo tanto se pudo tomar su personalidad para la historia, al igual que con sus compañeros de mayor edad.

De hecho, hay que admitir que la serie, si bien es anime, no tiene casi ninguno de los cliché típicos de este estilo, ni en lo visual ni en lo argumental. Por lo tanto, sería bueno que los puristas la tuvieran en cuenta sin prejuicios. No hay estilizaciones exageradas, ni fondos parpadeantes llenos de rayos ni nada similar. No hay repeticiones de frases para explicar lo evidente ni situaciones tiradas de los pelos. A lo sumo, podemos considerar la voluptuosa anatomía de todas las mujeres del grupo como algo reiterativo, pero no creo que eso provoque desagrado en la mitad del público potencial.

De manera que nos encontramos frente a una serie entretenida, que tal vez no sea brillante pero cumple su objetivo de sorprendernos razonablemente, darnos respuestas lógicas en la trama (no como esos anime que hay que ver tres veces para captar algo) y presentar conflictos y personajes atractivos e interesantes, sin caer en estereotipos ni exageraciones. Doce episodios que valen la pena.


Revista Terminus nº1, ya en la calle

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Es extraña la forma en que se dan muchas cosas. Cuando uno pone mucho esfuerzo en algo, durante una buena cantidad de tiempo, y de pronto todo se cumple. Y en ese momento, el mismo hecho de que eso se cumpla se da sin estridencias, como algo trivial, cotidiano. Uno ya ha convivido tanto con el proyecto que es parte de uno. Es como ponerse un pantalón o peinarse.

Terminus, repelente de mosquitos, y todo
lo necesario para la parrilada. Asado no fue
porque está carísimo y era fin de mes.

Algo así ha sucedido estos días. El primer número de la revista salió de la imprenta el miércoles pasado, 24 de octubre. En esos días ya estábamos en tratativas con el distribuidor nacional. El viernes a la noche nos reunimos con los responsables a comer unas hamburguesas en un club de la costa. El sábado a la mañana llevé un número de obsequio a una de las comiquerías auspiciantes, donde un reconocido dibujante que estaba presente me quiso comprar una copia a toda costa (copia que no tenía, lamentablemente). El lunes otras personas del staff llevó ejemplares a todas las comiquerías para la venta (hoy, a menos de una semana, una de ellas ya venció la mitad, y otra nos ha pedido reposición urgente). El martes ya teníamos todo arreglado con el distribuidor y las primeras copias para la venta nacional estaban en una encomienda. Hoy, jueves, ya el catálogo debe estar llegando a comiquerías de todo el país, desde donde se empezarán a tomar pedidos.

Finalmente nuestros ansiosos futuros lectores ya podrán importunar a los dueños de las comiquerías pidiendo la revista.

Tal vez lo que más me sorprendió fue el grosor de la
revista. Aquí lo vemos comparado con tres monedas
de un peso. Y para colmo la encuadernación se la aguanta.

El viernes, cuando volvía a casa con varias copias, sí lo podía creer. La revista se había materializado en mi cabeza durante tanto tiempo que ahora solamente me asombraba algún detalle, como la casual división en páginas con borde negro y blanco, que la dejó marmolada como una torta de dos pisos (una casualidad de la maquetación).

En resumen, en una semana se han conseguido todas las etapas finales. Ahora empezamos un nuevo mes con un enorme pero alcanzable desafío.

Justamente este mes arranca con dos convenciones paralelas, en Mendoza (Unicomix) y Santiago del Estero (Imaginario). Vamos a estar presente en ambas, gracias al distribuidor y a uno de los integrantes del staff, German Peralta, colaborador y alumno de Eduardo Risso y colorista de la tapa del primer número.

Para el viernes entre las 21 y las 23 hs. ya tenemos confirmada una pequeña entrevista radial en el programa La Linterna Mágica, que se transmite en Rosario por Radio Universidad (FM 103.3).

¿Cómo no voy a tener ganas de escribir guiones, con tanto barullo lindo? Estoy repasando todos los que nunca me cerraron, los que quedaron cortos, los prometidos y no entregados, los que necesitaban reescritura y los que no. Aunque tenga que esperar un tiempito para el segundo número, que está ya bastante cerrado.

Nos vemos en unos días, seguramente con más novedades.

Etapas

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Varios hechos se acumulan. Pero tal vez el más relevante aquí sea que la semana pasada cerré una nueva etapa en cuanto a juegos de rol. Dí por concluida, al menos por ahora, una mesa de Star Wars Saga Edition que tuvo una duración considerable. Sinceramente no recuerdo la cantidad de partidas, pero calculo que fueron unas 7/8, cada quince días. Lo único que tengo que lamentar es que tuvo un gran bache entre la cuarta y la quinta, creo, y que a veces no logré mantener a los jugadores totalmente enfocados en la misma (ellos hicieron su parte, yo tal vez no tuve las ganas suficientes como para encarar todas las cosas que debería haber encarado).

La causa del cierre, al menos temporal, es principalmente la falta del tiempo que me gustaría tener para preparar una partida como se debe. Soy de tener ideas rápidas y por lo general, terminaba arreglando todo el viernes. No sé si mis jugadores lo notaron o no; tal vez no buscaban LA CAMPAÑA QUE CAMBIARÁ MI VIDA y lo que les daba era suficiente.

Por otra parte, si bien tengo mucho respeto por el sistema de reglas, y me gustaría volver a usarlo (como jugador o DJ), no termino de congeniar con él. Soy lento para aprender las reglas, me pierdo en los manuales, y siempre termino improvisando o preguntando. Y como mis jugadores no tienen los manuales y saben algunas cosas de oídas, no siempre estábamos de acuerdo conmigo o tenían el dato necesario. Supongo que todo se solucionaría con jugadores más informados y por eso no puedo decir que el reglamento sea malo: de hecho me ha parecido muy bueno, incluso cuando no le saqué todo el jugo que tenía.

¿Qué sigue? Por ahora, creo, unos sábados sin rol, o participaciones esporádicas si en el club (donde nos reuníamos) surge algo interesante. Me gustaría probar Marvel, por ejemplo, ya que hay una mesa, o algo así. No lo sé. Lo cierto es que por ahora quiero ir de jugador habitual, algo que hace mucho, mucho tiempo no hago.

Para el año que viene, volveré como DJ, pero de algo totalmente nuevo. Un anhelo muy grande que ahora encaja perfectamente con otro de mis planes. Ya verán.

Looper (2012)

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Cada tanto me encuentro con alguna película que resulta difícil de reseñar sin destruir la sensación del espectador. Más allá de los spoilers, que evito, hay comentarios, críticas y reflexiones que debo dejar de lado para no revelar demasiado. Looper es una de ellas. Y sin embargo, no lo es por lo que muchos podrían llegar a pensar.

Entonces, ¿qué se puede decir? Pues poco más de lo que menciona el trailer. Looper tiene lugar en un 2044 caótico, no postapocalíptico pero sí al borde del desastre. Un mundo actual llevado al extremo por la falta de recursos, en donde la vida vale poco y nadie llamará a la policía para denunciar un tiroteo en la puerta de casa.

En ese momento no existe la tecnología para viajar en el tiempo, pero esta es inventada unos treinta años más adelante. Como para ese entonces resulta muy difícil matar a alguien y eliminar su cuerpo sin dejar rastro, las organizaciones criminales hacen un uso muy inteligente de esta tecnología prohibida: capturan a sus presas y las mandan al pasado.

En ese momento entran en acción los loopers, matones que ejecutan en el instante a los viajeros, quedándose con la paga en lingotes de plata y oro, que viene junto con la víctima. Luego del asesinato, el looper elimina el cuerpo y se queda esperando su próximo trabajo.

El personaje principal de la historia es Joe, interpretado por Joseph Gordon-Levitt. Se trata de un joven looper, bastante respetado por sus colegas, que se dedica a su trabajo de manera bastante normal, gastando su dinero en drogas, prostíbulos y coches de lujo como el resto de los de su casta.

Sin embargo, sucederá algo que cambiará totalmente su forma de vida. Un día en particular, aparece frente a su arma un blanco diferente... ¡él mismo, 30 años más viejo! El Joe más adulto, protagonizado por Bruce Willis, logra escapar de su ejecución y comienza una carrera contra el tiempo. O, si somos más exacto, varias carreras contra el tiempo.

Tal vez esta es la mayor riqueza de la película, el hecho de que tiene varios niveles. Por un lado es una película de ciencia ficción que explora tópicos del viaje en el tiempo y futuros nada deseables.

Por otro lado, es una película de gangsters, que nos mete en una sociedad corrupta en donde la vida vale poco y a veces ni siquiera el dinero es suficiente.

Finalmente, en un tercer nivel están las historias íntimas de los personajes, sólidos y bien armados, quienes tendrán que tomar decisiones morales complejas, de profundas consecuencias. Sobre todo teniendo en cuenta que lo que hagan influirá doblemente, sobre el futuro y presente que viven.


Una película fuera de serie
Es lo primero que pensé apenas comenzaron a pasar los títulos, después del silencio que se llenó de aplausos. Lo cierto es que esta película puede confundir a algunos, ya que si bien es una historia de acción y suspenso, no es simplemente eso. Particularmente, la presencia de Willis puede llevar al cine a muchos espectadores que luego no disfruten de la misma.

Si comparamos películas de este actor, estamos frente a un papel más cercano a 12 monos, salvando las claras diferencias. Looper no es una película de acción adrenalínica, llena de explosiones y persecuciones, y plagada de efectos especiales. De la misma manera, aunque incluye viajes en el tiempo, tampoco es una película que se centre en estos, sino que simplemente son una herramienta más para narrar la historia.

Por otra parte, se agradece que a pesar de los varios niveles de género (como dije antes, se mezcla la ciencia ficción con ciertos tópicos de las películas de gangsters, amén de algunas meta-referencias a otras cuestiones), la narrativa está bien cuidada y la historia no presenta vueltas de tuerca absurdas ni situaciones forzadas. Como bien comenta el director y guionista, él como fan de la ciencia ficción sentía muchas ganas de contar muchas más cosas sobre el futuro, pero no cayó en la tentación de poner personajes que explicaran estos detalles en largas e inútiles líneas de diálogo. Todo se nos presenta a la vista, y lo que no está explicado da espacio para la acción y el movimiento de la trama.

Ciertamente, la película está perfectamente afinada para contar la historia que debe contar, no sobra y falta nada, logrando una armonía casi perfecta entre guión, personajes, puesta en escena y actores. Tema que merece un capítulo aparte.

Las actuaciones
Sin duda, una de los principales desafíos de la película era presentar a un personaje durante dos etapas de su vida muy separadas, ambas interpretadas por actores de renombre (siendo uno una leyenda).

Solamente por esto ya tenemos que aplaudir a Joseph Gordon-Levitt, y de pie. Más allá del maquillaje o lo que sea que han hecho para que sus facciones se aproximen a la de Bruce Willis, su estudiada interpretación de posturas, miradas y actitudes logran convencernos de que estamos frente a la misma persona. Algo que, junto con sus papeles en Inception y The Dark Knight Rises, nos termina de confirmar que es un actor de esos que hacen historia.

Pero por si fuera poco, contamos con un Willis sólido, en un papel más que interesante, a una Emily Blunt que sigue siendo muy efectiva (la conocí en El diablo viste a la moda, y la volví a ver en The Wolfman). Mención aparte a un par de personajes que no puedo nombrar, llevamos adelante por actores también muy interesantes.

En resumen
Nos encontramos frente a una película que, sin estridencias, exageraciones ni falsos artilugios, nos cuenta una historia muy interesante, que muchos, espero, sabrán apreciar. Una historia que invita a desenterrar muchas cosas y a volver a ver la película, además de ameritar una buena charla de café o cena con amigos.

Sinceramente no esperaba esto, esperaba justamente lo que dije antes: una buena película de acción y ciencia ficción, sin demasiado relleno. Pero de pronto ves que el relleno es más importante que la galleta que nos muestran, y eso es algo poco común hoy en día. Tengo que decir que, en algún punto, Looper me ha hecho recuperar la esperanza en el cine de Hollywood. Es una película muy recomendable, que algunos ya marcan como clásica o de culto. Si bien hay que esperar para ver si esto sucede, creo que envejecerá muy pero muy bien, y marcará uno o dos puntos a tener en cuenta el día de mañana.

El director admite que está preparando otras películas, también de ciencia ficción, y no puedo esperar a ver qué salen. Mientras tanto, espero también que otros directores y productoras empiecen a pensar en cosas mejores, ahora que el auge de las remakes, secuelas y precuelas vacías parece estar pasando de moda.

Para las que la vean, más adelante haré una entrada para plantear algunas de las lecturas que hice luego de verla; un poco como pasó con The Dark Knight Rises.

Dredd (2012)

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Hace tiempo venía esperando la oportunidad de ver esta película, reboot de un personaje emblemático para el ciberpunk y la ciencia ficción más sucia y violenta de los últimos años. El resultado de esta espera es en general muy bueno, y todo lo que podemos decir es positivo.

La historia es conocida para muchos, pero no está de más revisitarla. En un futuro distópico y postapocalíptico, la ciudad de Mega City Uno es un gigantesco conglomerado de edificios antiguos y de unidades habitacionales, equivalentes a pequeñas ciudades, que se extiende por gran parte de la superficie estadounidense, en medio de un desierto mortal producido por una guerra atómica.
En esta gigantesca megalopolis, las tasas de delito son alarmantes, y como bien reza la cinta al inicio, "lo único que lucha por poner orden en el caos son los hombres y mujeres del Departamento de Justicia". Estos son los Jueces, individuos que son jueces, jurados y ejecutores.

Con una ciudad de semejante tamaño y complejidad, en la que la vida no vale nada, no es de extrañar que incluso a los Jueces (que no se caracterizan precisamente por su misericordia) la situación se les esté yendo de las manos. La situación es crítica, muchos jueces novatos mueren en sus primeros días, y las pandillas que viven a costa de la venta de drogas sintéticas se vuelven cada vez más peligrosas y sanguinarias.

En este contexto, a uno de los Jueces más duros del Departamento (Dredd) se le asigna la supervisión de la novata Juez Anderson, quien en realidad todavía no está totalmente autorizada ejercer como tal. Con un aspecto frágil e inocente, Anderson no ha alcanzado, técnicamente, los estandares necesarios para ser una Juez en pleno derecho, pero algo la distingue del resto. Es una mutante que tiene fuertes capacidades psíquicas. Esto la pone por encima del resto, convirtiéndola en una de las esperanzas del departamento.

Es entonces, en un típico "día de entrenamiento", en el cual Anderson debe ser aprobada o rechazada por Dredd, cuando los dos jueces muerden algo más de lo que esperaban y terminan enfrentándose a un reto que parece imposible de superar.


Los actores y las actuaciones
Uno de los detalles que me interesó de la producción de la película es que su presupuesto era bastante modesto para lo que se estila ahora: apenas 45 millones de dólares. Siendo producto de una serie de empresas británicas, se filmó en Sudáfrica y empleó a actores poco conocidos pero muy efectivos en lo suyo. Se trata de una cinta que se basa más que nada en una historia simple, pero buena, en un guión directo, vacío de falsas pretenciones y giros imposibles (a los que Hollywood nos tiene muy acostumbrados) y que depende más de los actores que de explosiones y efectos especiales absurdos.

En este sentido, hay que mencionar que el protagonismo es total: Dredd y Anderson, interpretados magistralmente por Karl Urban y Olivia Thirlby. Pocas veces he visto una dupla tan bien pensada y realizada, tanto en cuanto a lo argumental como a lo actoral.

Por un lado, Dredd encierra todo lo que es el trabajo como Juez. Se trata de un individuo frío, de pocas palabras, eficiente como una máquina, rápido para citar el código legal y sin ningún tipo de misericordia a la hora de obedecerlo, incluso aunque arriesgue vidas inocentes. Urban logra en esta actuación una nota muy alta: su personaje nunca se quita el casco, por lo que no podemos saber realmente qué está pensando al no ver sus ojos. Su actuación se reduce a lo físico, a su boca (siempre con un rictus de dureza y desagrado) y a una voz rasposa y dura que según comenta, le costaba mantener. De nuevo, como con el presupuesto para efectos especiales, la película muestra como al tener pocos recursos y usarlos bien, los resultados son muy buenos.

Su contraparte, no podría ser más diferente. Frágil y tímida, decidida en cuanto a lo físico pero temiendo las consecuencias morales de sus acciones como Juez, Anderson es una persona idealista, que quiere ese cargo para marcar una diferencia. Más que matar criminales, busca separar la paja del trigo en una sociedad en la cual muchos son obligados por las circunstancias a no ser tan buenos como querrían. Esto es algo que sus poderes le facilitan, pero también es lo que la enfrenta con Dredd: donde el Juez ve a culpable, ella ve con su mente por qué esa persona terminó siendo como es. Lo cual le agrega dudas cada vez que debe apretar el gatillo.

El resto del protagonismo cae sobre la villana, Ma-Ma, jefa de un cartel de narcotraficantes de una droga llamada Slo-Mo, la cual está haciendo estragos en toda Mega City. Los secundarios son menores y están bien ubicados como para hacer mover la trama, pero no exhiben más desarrollo que lo necesario.


Acción sin prejuicios
Sin mostrar asco por la anatomía humana siendo destrozada de diversas maneras, incluyendo incendios, tiroteos, explosiones y defenestraciones, la película es más que fiel al género. De todas maneras, el director sabe hasta donde mostrar para que tampoco sea una película gore, o una exageración sin sentido.

Aunque obligado a verla en 3D (no sé si salió en 2D), rápidamente me olvidé que la estaba viendo en este formato, en parte porque fue filmada directamente en él y no sufre las aberraciones de la pos producción. En parte, también, porque la película no busca abusar del formato y no siempre hay escenas que lo aprovechen del todo.

Visualmente se trata de un producto sólido, que no sobresale sobre otros, pero justamente porque estamos viendo una sociedad en decadencia, sucia, mortal, oxidada, sangrienta y corrupta. La estridencia hubiera sido contraproducente.

A diferencia del comic y de la adaptación de 1995, las armas, los uniformes y los vehículos son bastante realistas y prácticos para los personajes. Mención aparte para la moto de los Jueces, la Lawmaster, que suena como nada que haya escuchado antes y a pesar de ser sencilla, es imponente. Se lamenta un poco no verla más a causa de cuestiones argumentales. Tampoco nos podemos olvidar de la famosa Lawgiver, el arma de los Jueces, capaz de disparar todo tipo de munición y poner orden en el caos.

Una de las razones por las que me interesaba ver la película era por la aparición del Slo-Mo (por "slow motion"), la droga que está destruyendo Mega City y que los Jueces deben destruir. La misma hace que el sujeto alucine al ver la realidad en cámara lenta, algo que ya desde el trailer vemos como un interesante recurso visual.

La acción de la película, es decir, tiroteos y explosiones, transcurren en tiempo real y son, justamente, bastante realistas (hasta donde el género lo permite, claro). Sin embargo queda dentro del arsenal del director el recurrir al uso del slo-mo para ver el mundo de los narcotraficantes y los adictos, y cómo ven ellos lo que sucede cuando los jueces intervienen. Uno de los puntos positivos de la película es, justamente, que no se abusa de un recurso ya gastado en Hollywood sino que se le da un peso interesante, útil para la trama visual.


El veredicto
Se trata, en suma, de una película recomendable, que no aburre ni satura porque dura lo que debe durar (95 minutos), sin aguar el argumento para meter las malas vueltas de tuerca de siempre. Aquí y allá se lamenta la falta de alguna pequeña escenita o momento, sobre todo del lado de Anderson, pero no podemos dejar de lado que Dredd es el protagonista.

Sinceramente me quedo esperando una secuela, tanto para ver más de este mundo decadente como para saber qué sucede con Anderson y Dredd. Pero también, para ver a las productoras pequeñas mostrando cómo se puede hacer cine para adultos, de acción y violencia, fiel al género, y con gran calidad visual, argumental y narrativa, por la mitad de cualquier superproducción de Hollywood.



De nuevo, ¿qué hacen los niños aquí?
Los que leen mis reseñas de películas sabrán que ya lo he contado varias veces. Pues aquí va de nuevo: en una función de medianoche, una pareja lleva a un niño de 5 años a ver una película para mayores de 18, llena de violencia muy, muy explícita.

Obviamente después de varios chistidos y de preguntar y decir cosas que no vienen al caso, los padres le ordenaron que durmiera, tras lo cual el niño seguramente se dedicó a tener una pesadilla que involucraba personas siendo asesinadas en cámara lenta. Es realmente lamentable que siga pasando esto, no sólo porque moleste a los otros espectadores, sino porque puede realmente causarle problemas a un niño tan pequeño.

Que que claro que disfruto de una película de acción como cualquier otro, pero es una irresponsabilidad que un padre lleve a un niño de esa edad a ver una.