Sin embargo al día siguiente me desperté completamente congestionado, tanto que la cabeza me latía un poco y no podía respirar.
Fue el comienzo de una serie de días más que complicados.

El miércoles por la mañana empecé bien pero unas horas más tarde tuve que llamar al médico, porque pensé que tenía fiebre y experimentaba un súbido decaimiento. Me diagnostivaron alguna clase de virus; no tenía fiebre y el único síntoma que permanecía era la faringitis. No quedaba más que tratar de descansar y tomar algún medicamento.
Por la tarde me arriesgué a dar mi clase de guión, ya que había pasado gran parte del día en cama y estaba "normal" (es decir, no me dolía mucho la garganta). Era una apuesta arriesgada porque tenía que dar clases el jueves, viernes e incluso el sábado (un curso de ingreso a secundaria). Por suerte, aunque tuve que cancelar la clase del viernes (creo que fue lo mejor, coincidió con otras cuestiones institucionales), pude dar clase el jueves y el sábado, siempre con la duda de cómo me encontraría al día siguiente.
El esquema, desde el martes, era más o menos el mismo: me despertaba bien, pero luego del mediodía empezaba a toser (justo a la hora de la siesta, que no podía dormir), luego seguía desmejorando y tosiendo cada vez más, sin poder hablar o teniendo que hablar poco, hasta que a la noche cuando me acostaba dormía como un bebé, y vuelta a empezar al día siguiente.
Así que, aprovechando los feriados, plenarias y compromisos cancelados (el viernes tuve que dejar de lado dos salidas más o menos importantes), pude escribir. En los primeros cinco días del desastre, terminé varios guiones que quiero publicar en Términus (o al menos elegir un par de entre ellos). En las últimas semanas empecé cuatro, y tres de ellos los terminé en estos días de enfermedad. El tener que estar encerrado me hizo bien, en ese sentido. Además, tuve algunas ideas extras que dejé anotadas en diferentes lugares, tanto para cuentos como para guiones más largos. Y también leí, cuando ya no me daban los ojos, picosos, a causa de los síntomas gripales.
Sin embargo, todo tiene su límite. Si bien el viernes estuve más o menos bien y pude terminar algunas cuestiones de escritura y otros asuntos, el sábado fui a trabajar con un hilo de voluntad, y mientras daba clases me noté sumamente cansado. Así que el resto del sábado lo dediqué al descanso. Pero incluso así, en un momento a la tarde me quedé sin voz, de la nada. Me sentí no solamente cansado, sino molesto, frustrado, agotado. Por suerte mi novia me ayudó a salir de ese estado, porque la verdad es que estaba algo deprimido. No había dormido bien en mucho tiempo y me resultaba extenuante no saber cómo iba a despertar al día siguiente, sobre todo cuando uno tiene ciertos compromisos que cumplir.
Después de todo un día de descanso, llegó el domingo con más descanso pero de nuevo con una congestión galopante y dolor de cabeza. Por suerte, se fueron a la mañana. Mientras escribo esto, sin embargo, sigo tosiendo un poco, me pican los ojos y hace un par de horas que estoy más que cansado. Mi esperanza es que, como dijo la médica que me vio el miércoles, no sea algo que dure más de diez días. Ya se están cumpliendo. Espero que no tarde.
De todas maneras, me quedo con lo positivo: el encierro, como dije, me puso a escribir, y por suerte los momentos de decaimiento más grande no me impidieron terminar esos tres guiones. Mañana, que es feriado, espero poder seguir con otros temas.