Cuando escribí la entrada anterior, hace ya casi justo un mes, recién había comenzado en
Argentina la cuarentena obligatoria a causa de la pandemia que asola a todo el mundo.
Una semana en la que hice de todo. Como muchas otras personas, en casa acomodamos y tiramos muchas cosas (salió en las noticias el aumento de la basura), ordenamos, limpiamos... Lo que pasó ese día me enseñó a relajarme, a darme cuenta de que esto iba a durar mucho, y que no tenía sentido apresurar todo, porque justamente, ahora el tiempo era lo que más abundaba. Entonces llegó un momento en el que tuvimos que cambiar la rutina, porque ya no había cosas evidentes para hacer.
En mi caso, ese cambio de la rutina vino de la mano de la escritura, como siempre.
Ya comenté en muchas entradas anteriores cómo estuve algo bloqueado el año pasado, en parte debido a que muchos de mis proyectos no tenían fecha cierta de salida y, lamentablemente, esa fecha se alejaba cada vez más. El surgimiento de la pandemia, básicamente, le arruinó los planes a todas las personas del mundo (a algunas más que a otras), y la editorial no fue la excepción, lo cual nos obligó a retrasar más otros proyectos que teníamos en la recta final.
Hay cosas que evidentemente no van a darse, no como uno las quería.
Así que,
si bien hubo algunos parates, la escritura estuvo siempre presente en este mes. Hubo una semana en la que de pronto se terminó el combustible y dejé colgada una corrección a mitad de camino. En esos días un arranque de espontaneidad me llegó a romper la rutina cotidiana (ahora todos los días son domingos) y desechar todas las estructuras armadas. Esa semana me dediqué a hacer cosas totalmente diferentes, entre limpiar y acomodar cosas en las que no había reparado antes, seguir construyendo mi canal de
Youtube y otros proyectos personales no relacionados. Pero luego de ese período (que no fue negativo, sino vigorizante, de hecho), regresó la escritura diaria.
El principal proyecto en el que me puse a trabajar fue la corrección final de mi última novela gráfica, en la que vengo trabajando intermitentemente desde hace varios años (ya perdí la cuenta exacta). Tuvo tantas iteraciones (calculo que la primera tiene unos 10 años), intentos, borradores y reinicios que es, tal vez, el proyecto que más me ha tomado completar hasta ahora en cuanto a tiempo (otros han requerido más trabajo de escritura y reescritura pero en un plazo más acotado).
Me da mucha alegría poder contar que ya no tengo ninguna página para corregir ni agregar: las 120 están terminadas y pulidas. Así que el haber de ese proyecto está en 0.
Lamentablemente, como ya comenté, la cuarentena obligatoria se llevó por delante muchos planes.
Todos los eventos de historieta del país ya han sido cancelados o pospuestos indefinidamente, y suponemos que este año no tendremos ninguno. Esto hace que la publicación en todas las editoriales de comics no solo se detenga, sino que los títulos de este año se pospongan para el siguiente, con lo cual la cola de publicación nacional retrocede un año o tal vez más. Eso hace inviable el que ciertos proyectos propios puedan avanzar, incluso ya con dibujantes confirmados y trabajando.
¿Me desanimó? La verdad es que, teniendo en cuenta todo, para nada.
Necesito escribir. Esa es la cuestión, y este es el mejor momento. Conversando con escritores, guionistas y dibujantes, todos más o menos están haciendo lo mismo. Obviamente, no es lo ideal, pero
si solo hay limones, se hace limonada.
De todas maneras, la realidad es que no tiene mucho sentido tomar con prioridad algo que va a moverse tan lentamente. Tengo proyectos para publicación en papel suficientes para dos años, más o menos; algunos casi terminados, otros a la espera de comenzar a ser dibujados, otros con guiones a punto de ser terminados... Puedo apretar el acelerador en casi todos, cuando yo quiera, porque ya sé lo que quiero escribir: lo más difícil ya está hecho, que es descifrar la historia.
De manera que decidí recurrir a otras opciones, y retomar la publicación digital de otros proyectos, que si bien habían avanzado muy lentamente en estos últimos meses, y dando tumbos, habían sido mucho menos promocionados.
Los días siguientes me encontrarán puliendo y afilando armas que tenía guardadas hace tiempo. Me voy a abrir paso como sea. Acero no me falta.